jueves, 25 de febrero de 2016
El día que Perón le ganó a Braden
El 24 de febrero de 1946 tuvieron lugar las elecciones en las que se enfrentaron las fórmulas Perón-Quijano y Tamborini-Mosca. Esta última aglutinaba a todos los opositores al denominado "nazi-peronismo", desde Braden, el embajador norteamericano, hasta el Partido Comunista*.
Las elecciones del 24 de febrero
Luego de la movilización obrera del 17 de octubre, el gobierno y la oposición acordaron el adelanto de las elecciones para el 24 de febrero de 1946. La situación se apaciguó, aunque no sin sobresaltos. A través del Decreto Ley Nº 33.302, el gobierno reajustó los salarios para compensar el alza de la inflación, hizo obligatoria la indemnización en caso de despido o enfermedad, y estableció el aguinaldo. Pero a fin de año, la UIA se negó a hacerlo, se produjeron entonces una serie de huelgas. Los empresarios organizaron un lock-out patronal de tres días. En este marco se desarrollarían las elecciones: las disputas políticas se expresarían en el terreno de la lucha de clases definiendo nuevamente las fuerzas sociales que se enfrentarían en el terreno electoral.
Las fuerzas de la oposición se nuclearon en la Unión Democrática. La figura del embajador norteamericano Braden aglutinó a su alrededor a los sectores más ligados al imperialismo norteamericano como los grandes industriales y los terratenientes con lazos con la industria, los trusts cerealeros, que organizarán la Unión Democrática, con el partido Conservador, la mayoría del partido Radical y los partidos socialista y comunista. Se comprometieron a votar la fórmula presidencial del radicalismo, integrada por José Tamborini y Enrique Mosca, y presentar listas separadas para los demás cargos electivos. El candidato a presidente explicaba el fin de la coalición: “El drama que nos conmueve a todos en la hora presente es la pérdida de las libertades”, frente a este peligro corporizado en el triunfo de Perón levantaron la consigna “Por la libertad contra el nazifascismo”. Uno de los máximos dirigentes del Partido Comunista aclaró el significado que le otorgaba a la integración en este frente electoral que reuniendo a las fuerzas más reaccionarias de la sociedad, enfrentará a las masas trabajadoras en el terreno electoral: “El acontecimiento político más importante de este último período ha sido indiscutiblemente, la creación del movimiento de la Unión Democrática, corolario de esta larga y penosa campaña por la unificación de las fuerzas capaces de batir a la reacción y al fascismo. La Unión Democrática es la base para la unificación de todas las fuerzas amantes de la democracia y de la normalidad constitucional. Crea las condiciones para el triunfo del pueblo argentino sobre su enemigo irreconciliable: el nazi-peronismo. Pero será claro que el triunfo será logrado solamente en la medida en que esas condiciones sean aprovechadas, y se sepa organizar sólidamente la unidad combatiente de las masas populares”.
El peronismo, por su parte, contaba con el apoyo de la mayoría de la clase obrera. En la dinámica que se abrió en los meses siguientes al 17 de octubre, las masas obreras y sus organizaciones sindicales se transformaron en un actor central, las elecciones convocadas para comienzos de 1946 plantearían a Perón el problema de la inexistencia de un aparato partidario propio. Esta preocupación llegó también a los dirigentes sindicales, y la opción de ofrecerle a Perón este aparato político se presentó como el medio para conservar las conquistas sociales obtenidas. La tarea de formación de un partido propio se llevaría a cabo junto con la UCR-Junta Renovadora, la maquinaria electoral creada por los radicales disidentes partidarios de Perón, y recibió importantes recursos del gobierno militar. En una asamblea realizada entre el 1º y el 8 de noviembre de 1945, más de doscientos delegados de diferentes zonas del país se reunieron en Buenos Aires para fundar el Partido Laborista Argentino.
El 24 de febrero, Perón venció por una diferencia de 286.689 votos, consiguió 1.479.511 contra los 1.210.822 de Tamborini, de la Unión Democrática. En virtud de las reglas electorales, la estructura partidaria que llevó al poder a Perón logró el control del 70 por ciento de las bancas de la Cámara de Diputados y 28 de las 30 del Senado. También ganó todas las gobernaciones provinciales, menos una. El Partido Laborista aportó cerca del 70 por ciento de los sufragios.
El peronismo se consolida
El crecimiento del peronismo, que las elecciones del 24 de febrero consolidó, se dio a partir de determinadas condiciones. Tuvo lugar en el marco del cambio de la hegemonía a nivel mundial de Gran Bretaña a Estados Unidos y la transformación de las relaciones comerciales, lo cual forzó a la Argentina y sus clases dominantes, tradicionales aliadas de Inglaterra, a redefinir su inserción en el mercado mundial.
El ascenso del imperialismo norteamericano se transformó cada vez más en una ofensiva sobre América Latina. Esta ofensiva produjo no sólo fenómenos de resistencia y movilización de masas, sino también, frente a la perspectiva de una sujeción completa al imperialismo y la pérdida de control en la explotación de sus propios países, la búsqueda por parte de las burguesías nacionales de obtener una relativa autonomía para desarrollar esta explotación y de condiciones más favorables de negociación con el nuevo imperialismo. En este marco surgieron gobiernos que León Trotsky llamó “nacionalismos burgueses”.
En el caso argentino, en particular en la coyuntura de la Segunda Guerra Mundial, la decadencia del imperialismo inglés hasta entonces dominante en el país y el avance del norteamericano generaban resistencias en sectores de la burguesía a entrar completamente en la órbita de éste, que implicaría una serie de transformaciones para la estructura económica del país y el peso relativo de los distintos sectores de clase. Otros advertían la necesidad de acercarse al imperialismo norteamericano, conformados fundamentalmente por los grupos financieros y sectores industriales necesitados de la renovación de maquinarias y equipos y sectores cerealistas que veían limitado el mercado europeo.
En este marco de disputas, la relativa debilidad de la burguesía semicolonial frente al capital imperialista, a la vez que la relativa fortaleza del proletariado de estos países, dio origen a regímenes que se caracterizaban por su oscilación entre la burguesía nacional y la clase obrera, y entre el capital extranjero y el nacional, para favorecer sus intereses, dando origen a regímenes bonapartistas, que por su particular relación con el imperialismo Trotsky llamó “sui generis”. Argentina ofrece un ejemplo de esta situación, consolidando un gobierno que, buscando el apoyo de las masas trabajadores, ofreció cierta resistencia a la penetración del imperialismo norteamericano.
El peronismo y los trabajadores
El desarrollo de un proceso de industrialización, la sustitución de importaciones, impulsado en principio como respuesta a la crisis del ‘30 y ampliado en el marco de la guerra, dio lugar a un proceso de transformaciones económico-sociales en la clase obrera argentina: crecimiento del proletariado industrial y nuevas formas de organización como resultado de agudos ascensos de la lucha de clases, hasta la consolidación de poderosas organizaciones sindicales por industria, con una importante influencia del Partido Comunista, especialmente en gremios claves como la construcción y metalúrgicos.
Frente a este panorama, el recurso a la clase obrera y las organizaciones sindicales como base de apoyo del régimen resultaba necesario, en función del mantenimiento del orden social, incorporar al proletariado al régimen a través de sus organizaciones, ligando a sus organizaciones al Estado así como el otorgar beneficios sociales.
En este sentido debe pensarse la política impulsada por Perón desde su lugar en el gobierno desde 1943. Por un lado, buscará favorecer la organización de la clase obrera como modo de canalizarla y controlarla. Por otro, diseñará una ideología –la colaboración de clases dirigida por un “caudillo”– que guiará su política de ligazón con el movimiento obrero y que se propondrá imprimir en las masas trabajadoras. Estos objetivos se insertaban en el marco del objetivo más general del gobierno de sostener las relaciones de producción capitalista, garantizando el proceso de acumulación apuntando a una política de redistribución de la riqueza. Este último elemento fundamentaba su política de integración de la clase trabajadora purgándola de sus elementos más combativos, despojándola de toda ideología revolucionaria.
Así como la presencia del sindicalismo y su política de diálogo y negociación con el Estado funcionó como un factor coadyuvante a la afirmación del peronismo, también lo fue el papel cumplido por los comunistas. La integración del PC en 1946 en una coalición electoral con sectores reaccionarios enfrentando a la enorme mayoría de los trabajadores fue en verdad, uno de los últimos eslabones de la cadena de “deserciones” en la perspectiva de transformarse en alternativa de dirección de la clase obrera argentina. El peso logrado por el PC entre los trabajadores, su rol en la constitución de los sindicatos industriales, su política de impulsar comisiones internas en gremios claves, no hacen más que reafirmar la responsabilidad política de este partido en los procesos que se estaban desarrollando en los años ‘40 en la clase obrera argentina.
Conclusiones
El triunfo electoral de Perón dio origen a un nuevo tipo de gobierno. El peronismo surgió y se afirmó “apoyándose” en la vieja estructura económica argentina y en oposición a la ofensiva del imperialismo norteamericano aprovechando las brechas abiertas por la competencia interimperialista para lograr una ubicación más favorable en la división internacional del trabajo y una mayor autonomía del país, menos sujeto a las vicisitudes del mercado mundial. Al mismo tiempo, las necesidades de diversificación económica que las circunstancias imponían al país y la dinámica del desarrollo económico dependiente y del propio régimen dio origen a nuevos sectores burgueses y a una particular relación con la clase obrera.
Estas burguesías semicoloniales no ofrecieron ni ofrecen una lucha consecuente por la liberación de sus países de la opresión imperialista, debido a los múltiples lazos que las unen con el capital extranjero, de los cuales depende su propia existencia, y a la vez, por el temor a sus propios proletariados y la potencialidad revolucionaria que una lucha nacional puede desatar. En este sentido, la etapa peronista no implicó un proyecto de desarrollo nacional independiente. Una política de desarrollo nacional independiente hubiera implicado la expropiación de las clases dominantes nativas para reorganizar la economía en función de los intereses nacionales y por lo tanto, la ruptura de los lazos que ataban a la nación al imperialismo y la mantenían en su condición de país atrasado y dependiente. Los límites del nacionalismo de Perón se harán mucho más evidentes cuando frente al cambio en las condiciones internacionales que abrió la crisis se puso en evidencia la debilidad del desarrollo impulsado por el gobierno peronista, que éste recurrió abiertamente al capital extranjero.
* Adaptación del libro de próxima publicación Rojo, Alicia (coordinadora), Historia del movimiento obrero argentino, Ediciones IPS.
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