domingo, 12 de abril de 2015
Transgénicos, glifosato y cáncer
En 2013, un estudio de Amigos de la Tierra encontró residuos de glifosato en la orina del 45 por ciento de los ciudadanos muestreados en 18 ciudades europeas
La Organización Mundial de la Salud (OMS) confirmó que el glifosato, el agrotóxico más difundido en el mundo, que se usa con 85 por ciento de los cultivos transgénicos, es causa probable de cáncer. Comunidades y familias afectadas en Argentina, Paraguay y otros países venían denunciando esta relación desde hace años, por sufrirla directamente. Ahora Naciones Unidas la confirmó.
Es otro legado tóxico de Monsanto a la humanidad: la empresa desarrolló y patentó este herbicida de amplio espectro en 1974 y aunque su patente expiró en el 2000, sigue siendo un importante rubro de sus ventas y está asociado a la mayoría de sus transgénicos. Por ello, Monsanto presiona ahora para que la OMS cambie este parecer, alegando, como ha hecho por décadas, que el glifosato no causa cáncer.
Pero el grupo de expertos de la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer de la OMS (IARC por su sigla en inglés), que realizó la evaluación, se mantiene en sus conclusiones, explicando que sus documentos de base son muchos, sólidos y sobre todo independientes, a diferencia de los presentados por la empresa.
Un grupo de 17 expertos de 11 países trabajó en la evaluación del potencial carcinogénico de 5 plaguicidas organofosforados: tetraclorvinfos, paratión, malatión, diazinón, y glifosato. El 20 de marzo publicaron los resultados en la revista científica The Lancet. Todos los plaguicidas evaluados mostraron relación con problemas graves a la salud, pero el caso del glifosato desató una alarma global porque es el agrotóxico con mayor volumen de producción y uso en el mundo, y porque instituciones de salud y empresas aseguran que es de baja peligrosidad.
En contraste, el grupo de expertos dictaminó que existen pruebas suficientes de que el glifosato puede causar cáncer en animales de laboratorio y hay pruebas limitadas de carcinogenicidad en humanos (linfoma no Hodgkin). Para esto último, se basaron en estudios de exposición a glifosato de agricultores en Estados Unidos, Canadá y Suecia. Si hicieran estos mismos estudios en el Cono Sur de América Latina, en Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay, Uruguay, el área que la transnacional Syngenta llamó cínicamente la República Unida de la Soya, donde se planta el mayor volumen de soya transgénica resistente a glifosato del planeta, los resultados serían aún más graves, ya que la fumigación aérea y la falta de control está mucho más extendida.
El grupo de OMS encontró además suficientes evidencias de daños al ADN y daños cromosómicos en células humanas in vitro, o sea, en pruebas de laboratorio. Son síntomas relacionados al desarrollo de cáncer.
Señalan que el glifosato es usado en agricultura, silvicultura, áreas urbanas y hogares. Agregan que su uso aumentó exponencialmente con la siembra de cultivos modificados genéticamente para ser resistentes a este herbicida y que se han encontrado residuos de glifosato en aire, agua y alimentos.
En 2013, un estudio de Amigos de la Tierra encontró residuos de glifosato en la orina del 45 por ciento de los ciudadanos muestreados en 18 ciudades europeas, y otro en Alemania, niveles de 5 a 20 por ciento más altos en orina que los niveles permitidos en agua potable. El movimiento Moms Across America de EU, encontró en 2014 presencia de glifosato en leche materna, en porcentajes hasta mil 600 por ciento superiores a lo permitido por la directiva europea.
En Brasil, principal usuario de agrotóxicos del mundo, estudios del investigador Wanderlei Pignati, mostraron desde 2011, grave presencia de glifosato en leche materna en el estado de Mato Grosso, así como altos porcentajes de residuos de glifosato y otros agrotóxicos en el agua que beben en escuelas y en 88 por ciento de las muestras de sangre y orina tomadas a maestros del municipio Lucas de Rio Verde de ese estado. Hay resultados en el mismo sentido en Argentina. Allí, los movimientos de madres y médicos de pueblos fumigados de Córdoba, Santa Fe y otras provincias afectadas por la siembra de transgénicos, denuncian desde hace años lo que consideran un genocidio silencioso. En esos lugares, los casos de cáncer y malformaciones congénitas, superan con mucho la media nacional. En el Chaco, hasta 400 por ciento.
Darío Aranda, periodista argentino que ha documentado estas luchas, nos recordó ahora el trabajo de Andrés Carrasco, que en 2009, siendo jefe del Laboratorio de Embriología Molecular de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires e investigador principal del Conicet, demostró con experimentos en anfibios, que el glifosato tiene efectos teratogénicos, es decir, produce malformaciones en fetos y neonatos. Debió por ello enfrentar una dura campaña de desprestigio a manos de los sectores pro-transgénicos oficiales y empresariales. Los transgénicos y los agrotóxicos en Argentina son un experimento masivo a cielo abierto, solía advertir. Carrasco, fallecido en 2014, afirmaba que la mayor prueba de los efectos de los agrotóxicos no había que buscarlas en los laboratorios, sino ir a las comunidades fumigadas. Qué el había mostrado en laboratorio solamente lo que la gente ya sabía, por la enfermedad y muerte de sus familiares. (D. Aranda, 22/3/15, lavaca.org)
Aunque el glifosato existía antes que los transgénicos, éstos aumentaron brutalmente su uso y riesgos. Ahora que causaron decenas de malezas resistentes al glifosato, las transnacionales presionan para liberar transgénicos con tóxicos aún peores. Urge terminar con el mito de la agricultura química, transgénica e industrial: alimentan a una minoría, contaminan todo y a todos, ganan solo un puñado de transnacionales. Es un experimento masivo a nivel global y sus efectos quedan cada vez más expuestos.
Silvia Ribeiro
Investigadora del Grupo ETC
La Jornada
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