domingo, 19 de abril de 2015

Enrique del Valle Iberlucea, primer senador socialista de América.



El 18 de abril de 1877, nace Enrique del Valle Iberlucea, primer senador socialista de América.

Abogado, político, periodista e historiador nacido en 1877. Fue un hombre muy importante surgido de las filas del Partido Socialista. Olvidado por muchos, ignorado por otros, se transformó con su coherencia, su ética y su opción política e ideológica por el marxismo en el primer senador socialista de América.
Su figura, indudablemente aportativa a la causa de la justicia social a partir de su trabajo parlamentario, se complementa con una fervorosa adhesión internacionalista al “fantasma rojo”, a partir de 1917, en una actitud que lo distingue de sus camaradas partidarios, casi todos reformistas, y adherentes a los postulados de la II Internacional. Nació en Castro Urdiales, provincia de Santander, España, el 18 de Abril de 1877. Hijo del pescador Epifanio del Valle y de María Iberlucea. El matrimonio decidió exiliarse en la Argentina en 1885, buscando seguridad y un clima más propicio para su hijo. Las ideas liberales y republicanas de Don Epifanio se estrellaron contra la falta de libertad y las persecuciones que se suceden tras el fracaso de la primera república desatadas por la represión alfonsina.
En 1886 se instalan en Rosario, que será para él una referencia ineludible en el futuro, tanto para su vida política como para su vida personal. Allí conocerá a la joven María Luisa Curutchet con la que se casará en 1905.
Su primera socialización política se realiza en esta ciudad al calor de la revoluciones de 1890 y 1893, en las que participa activamente no obstante su juventud. En 1894, siendo estudiante del Colegio Nacional, funda el periódico “Fiat Lux” y, en 1895, colaborando activamente con un grupo de emigrados alemanes, funda un centro socialista.
En 1896 forma parte de “La Revista”, publicación teórico-política que desarrolla una intensa campaña de agitación liberal. En su primera formación cumple un papel muy destacado el ingeniero Eduardo de la Barra, quien lo orienta con claridad hacia un pensamiento liberal pero con tintes socializantes.
El 12 de Octubre de 1894 realiza su primer ejercicio de retórica política: un discurso escolar, a propósito del descubrimiento de América. Con apenas diecisiete años y una voz clara y vibrante, se expresa el futuro senador sobre el destino de América.
Los tópicos de su discurso están aún orientados hacia el liberalismo de su primera formación, aunque se presenta como un fervoroso americanista destacando la obra del General San Martín, en tanto artífice de la unidad latinoamericana.
Hace también, por esos años, su primera experiencia en el periodismo trabajando en el diario La Capital. En 1896 se radica en Bs. As. donde se doctora en jurisprudencia con diploma de honor en 1901.
Siendo estudiante del tercer año de derecho, en 1899, constituye el “Centro de Antropología y Sociología criminal”, que tendrá a su cargo coordinar las célebres charlas dictadas en Bs. As. por el criminalista Pedro Gori. Ese mismo año pronuncia una importante conferencia denominada “Sobre el colectivismo integral”, en la que adhiere expresamente al socialismo, todavía según los parámetros del Partido Socialista: evolucionista, reformista y parlamentario.
Alumno destacado y laborioso, ponderado por sus profesores se transformó, ya desde joven, en un prolífico escritor. Su primer trabajo data de 1901 y se denomina “Derecho Político”. En él, aún imbuido en los valores del positivismo evolucionista, realiza una crítica demoledora en la que caracteriza como ineficaz la “clase dirigente” polemizando contra los argumentos que expone Juan Agustín García en su “Introducción al estudio del derecho”.
Ese mismo año publica también “Derecho Procesal Internacional” que será luego publicado, en un folleto de ochenta páginas, por el Centro Jurídico de Ciencias Sociales en 1902. En ese año obtiene su carta de ciudadanía y presenta su tesis de doctorado llamada “El procedimiento judicial en el Derecho Internacional”.
Publica, también, dos importantes trabajos: “Fundamentos científicos del divorcio” y “Teoría materialista de la Historia”. A partir de 1905 fija su atención sobre cuestiones constitucionales, en especial sobre el problema de la división de poderes, sobre la que realizará, también amplias publicaciones.
De esta, su primera etapa de producción intelectual, destacamos su conferencia de 1907 sobre “Teoría materialista de la Historia” dictada en la biblioteca de la Universidad Nacional de la Plata. En ella realiza interesantes aportes aunque lee, y lo seguirá haciendo hasta 1917, esta teoría con el criterio etapista, evolucionista y demo liberal propio de Partido Socialista.
Aún así ya comienza a evidenciar una tensión entre el determinismo materialista opuesto a la acción del hombre y los instrumentos de trabajo mediante los cuales este modifica el entorno natural. Es importante recordar que Del Valle estaba formado en los cánones “ortodoxos” de la II Internacional, a diferencia de su compañero Juan .B. Justo que se ubicaba más en la línea del revisionismo bernsteiniano.
Otro trabajo clave de esta etapa es el ensayo “Industrialismo y Socialismo en la República Argentina” (1909). Allí analiza el desarrollo capitalista de nuestro país y responde a los que considera “críticos superficiales del socialismo argentino” como Enrico Ferri que, al visitar Buenos Aires en 1908, le negó carácter de socialista al partido argentino.
Del Valle supera también dialécticamente la polémica Justo-Ferri sobre el carácter colonial de la Argentina al caracterizarla, con gran lucidez, como un país semicolonial siguiendo las conceptualizaciones de Lenin en el “Imperialismo, etapa superior del capitalismo”. Desde la adscripción al socialismo internacional realiza notables aportes a la divulgación cultural fundando, en diciembre de 1908, la Revista Socialista Internacional, que se publica durante diez años. Revisando atentamente los doce tomos de la colección podemos ver una gran vocación educadora, una conmovedora tarea de socialización de la cultura socialista e infinidad de ciclos culturales y conferencias.
La Revista cambia de nombre en Enero de 1910 pasándose a llamar “Humanidad Nueva” y cuenta con la colaboración de importantes plumas marxistas del continente como la de Emilio Frugoni. En 1912 dicta, a pedido del rector del Colegio Central Enrique de Vedia, una memorable conferencia llamada “Laboremus” en el salón Mariano Moreno que lo encuentra fervorosamente convencido de la defensa de la dignidad del trabajador y de la importancia de la educación como pilar de la prosperidad.
Esta centralidad del concepto de trabajo ya se había hecho presente en 1911, en ”La doctrina histórica de Marx” donde el futuro senador postula la idea de que todo modo de producción está determinado por los instrumentos de trabajo y el medio natural (incluyendo la geografía, el clima y el ambiente telúrico).
Hasta aquí, pese a su aquilatada trayectoria, no se había ganado aún el odio de clase del que sería víctima en los años siguientes. Es con su elección como senador nacional en marzo de 1913, con su honrada participación en los debates parlamentarios luchando por la reglamentación de la ley de trabajo a domicilio, la transparencia de los ejercicios económicos y las reformas para democratizar el Código Penal, que se transformará en blanco de ataque permanente tanto de las fuerzas de la reacción como de los radicales.
A partir de 1914 y hasta su muerte transcurren los años más intensos de su vida. Es importante recordar que el desencadenamiento de la conflagración mundial había abierto, en el seno del Partido Socialista, un intenso debate sobre la actitud a asumir en el conflicto.
Este debate era un reflejo de lo que sucedía en Europa al conocerse la decisión de los diputados alemanes pertenecientes a la II Internacional de votar los créditos de guerra. Iberlucea se muestra proclive a los aliados, destacando la afrenta recibida por la Argentina con el hundimiento de los barcos Monte Protegido y Toro.
Cumple una importante tarea en el congreso socialista de la Haya en 1916 en el cual el Partido Socialista se ponía, formalmente, en una postura antiguerrerista. Aún en febrero de 1917 y teniendo noticias de la revolución democrático-burguesa en Rusia, sigue oponiéndose, con encendidos discursos en el Senado Nacional, al totalitarismo germano y mostrando hasta dónde llegaba su incorrecta posición frente al problema de la guerra.
Este debate interno hará eclosión en el 3º Congreso extraordinario del PS realizado el 28 y 29 de Abril de 1917. Allí Del Valle cierra filas junto a Juan. B. Justo y la conducción aliadófila. Recibe severas críticas de las bases radicalizadas y presenta su renuncia provisional a la dirección del periódico partidario La Vanguardia.
En ese tiempo seguía con apasionamiento los hechos que se desarrollaban en Rusia. El 23 de Marzo de 1917 pronunció en el Ateneo Popular su célebre conferencia “¿Qué pasa en Rusia?”. En ella utilizó y defendió el concepto de colectivismo y sostuvo que la Revolución Rusa abriría otra etapa de la Historia.
Señaló con gran lucidez que la nueva etapa sería profundamente social en virtud de las tradiciones colectivistas del pueblo ruso.
Se manifestó convencido de que la misma bandera que había flameado en la comuna de París flameaba ahora en la Rusia revolucionaria. Predijo que el proceso ruso se transformaría, por imperio de las circunstancias, en una revolución socialista y profunda.
A partir de aquí es donde lo vemos romper con los grilletes dogmáticos, evolucionistas, reformistas y positivistas del Partido Socialista y volcarse definitivamente al marxismo historicista, en tanto instrumento de análisis de la realidad y guía de acción política de las masas. Apasionado lector de Lenin vuelve a leer todas las obras clásicas del marxismo ya despojado de las “claves” reformistas sobre las que había construido su primera formación ideológica.
1920 será el año clave del desenvolvimiento de este replanteo ideológico. El 30 de mayo de ese año pronuncia, en el Teatro Nuevo de Bs. As., otra memorable conferencia llamada “La doctrina socialista y los consejos obreros”. En ella traza las grandes líneas políticas y económicas de la doctrina marxista.
Realiza una valoración general de la revolución rusa tanto en su contexto histórico como en su realidad presente y en sus perspectivas de futuro. Critica con dureza a los revisionistas del marxismo y al parlamentarismo burgués. Pondera la vocación internacionalista de sus dirigentes y apoya la dictadura del proletariado y el control obrero de la producción.
Considera indispensable que el Partido Socialista adhiera a la III Internacional, se muestra impaciente e irritado con la poca predisposición de sus compañeros de filas a definirse y cree que esta actitud los llevará a “perder el tren” de la posibilidad revolucionaria en nuestro país.
Está convencido de que tampoco existe contradicción entre la adhesión a la Internacional Comunista y su permanencia en la banca de senador. No cree que haya que “regalar espacios” a la reacción y fundamenta esta postura nada menos que con los argumentos de Lenin en “El Izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo”.
El 26 de Agosto pronuncia en el Teatro Marconi el discurso “La Revolución triunfará” donde denuncia a la coalición imperialista que amenaza la revolución proletaria.
El 30 de Septiembre vuelve a enaltecer a los soviets y a criticar con dureza al parlamentarismo burgués en su discurso sobre “El Consejo económico del trabajo”.
El 28 de octubre publica en el periódico La Hora otro artículo clave: “El seguro contra la desocupación en la Rusia soviética” donde explica la apuesta de los dirigentes bolcheviques por establecer una adecuada asistencia social a los trabajadores asalariados y a los pobres de las ciudades y aldeas.
El 9 de Enero de 1921 se lleva a cabo el IV Congreso Ordinario del PS en Bahía Blanca donde del Valle vuelve a plantear sus críticas radicales a las instituciones burguesas y a proponer la adhesión sin reservas a la III Internacional.
Su férrea defensa del marxismo y de la dictadura del proletariado genera la repulsa del sector reformista del Partido Socialista.
Increíblemente, luego de su discurso se realiza una denuncia penal en su contra encuadrada en los artículos 19 y 26 de la Ley 7029 -una ley de 1910 conocida como ley de “defensa social”, hermana gemela de otra ley tristemente célebre, la 4144, de 1902 conocida como “Ley de residencia”- que utilizada discrecionalmente por el reaccionario juez Emilio. J. Marenco, deriva en un pedido de desafuero ante la cámara de Senadores. La figura que se esgrime es “delito de opinión”. Absurdo. La burguesía no perdona a sus enemigos de clase.
En las dos sesiones clave de la Cámara, 25 y 26 de Julio, del Valle se defiende con vehemencia de los argumentos esgrimidos contra él por los senadores González, Melo y Garro, quienes logran finalmente, en uno de los tantos episodios vergonzosos de la historia parlamentaria argentina, su destitución.
Esta ignominia termina de mellar su ya debilitada salud. Fallece de una bronco neumonía el 30 de Agosto de 1921, a los 44 años de edad.
Su desaparición genera una enorme congoja en los sectores obreros y populares que ven en su muerte la mano siniestra de la reacción que se había opuesto a todos los proyectos socializantes del senador desde 1913.
Para completar esta semblanza queremos mencionar algunos otros trabajos teóricos de importancia: “Los diputados de Bs. As. en las Cortes de Cádiz” (1912), “Introducción al libro de las colonias orientales del Río Paraguay o de la Plata” (1914) y “El Socialismo Científico” (1914), una interesante polémica con Ives Guyot.
Como críticas le marcaremos, a diferencia de su amigo José Ingenieros, su poca preocupación por la cuestión latinoamericana que lo llevó, muchas veces, a un doctrinarismo genérico sin asiento en los problemas del país y del continente. Este desconocimiento le impidió reutilizar su bolchevismo a pleno frente a las nuevas necesidades locales. Por el contrario, debemos realizar una revalorización de su figura en tanto teórico del marxismo y luchador abnegado.
En el primer aspecto resulta muy interesante su crítica al economicismo histórico y fatalista de Aquiles Loria, su apoyo a Antonio Labriola y su cuestionamiento a la teoría de los factores.
Son muy útiles también sus aportes al estudio de la importancia del fetichismo de la mercancía en “El capital” y la revalorización de Hegel en la herencia de Marx.
Otro tópico interesante es su idea de que reforma legal y revolución no son formas de progreso histórico sino momentos distintos del desarrollo de la sociedad de clases. En el segundo aspecto destacamos su ética inconmovible, su preocupación permanente por los trabajadores y sus luchas y la esperanza que siempre mantuvo sobre la posibilidad de una redención social de las clases subalternas de nuestro país.
Esta lucha lo transformó en un enemigo de la oligarquía política y económica. Fueron sus personeros en el terreno de la cultura quienes lo transformaron en un verdadero “maldito”.

Maximiliano Molocznik

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