lunes, 6 de abril de 2015

“No podían devolver a los niños porque era aceptar que tenían a las madres”

El joven que fue apropiado por el jefe del grupo de tareas de la ESMA, Jorge Vildoza, revela las explicaciones que le dio el represor sobre el robo de niños. Los ajuares, las falsas cartas que les hacían escribir a las secuestradas. “Recuperar la identidad es la única forma de sanar un poco”, asegura y lamenta no poder saber la verdad sobre el destino de sus padres.

¿La conociste? ¿La viste? ¿Me elegiste? Son las preguntas que Javier Penino Viñas le hizo al represor Jorge Vildoza al enterarse de que su madre era Cecilia Viñas, una desaparecida que estuvo secuestrada en Mar del Plata y fue llevada a parir a la maternidad clandestina que funcionó en la ESMA. Vildoza eligió a Javier para confesar sus crímenes, el bebé que robó del centro clandestino y a quien se llevó del país cuando la Justicia comenzó a buscarlo. Mientras estaba prófugo, Vildoza le habló a Javier de su participación en los vuelos de la muerte, como describió este diario en su edición de ayer, pero también del robo de niños. La existencia de listas y del robo como una solución a un dilema moral. “Me dijo que era algo pragmático por la figura de la de-saparición –explica Javier–. Al haber desaparecido a los padres, no podían integrar al bebé a la familia porque con eso constaba que habían tenido a la mamá. Entonces las opciones eran: lo dejás en un orfanato, matás a la embarazada o al chico o lo hacés adoptar. Y que la adopción era la versión más cristiana y buena en el plan sistemático.”
Javier es hijo de Hugo Reinaldo Penino y Cecilia Viñas Moreno de Penino. A ambos los secuestraron el 13 de julio de 1977 en un departamento de la avenida Corrientes, en Buenos Aires, y los llevaron a Mar del Plata. Cecilia estaba embarazada de siete meses y antes de parir llegó a la ESMA, donde funcionaba la maternidad clandestina. Sara Osatinsky, que ayudó a varias parturientas secuestradas, contó que a Cecilia la visitaban altos mandos: “Venía de Buzos Tácticos de Mar del Plata y dio a luz un varón. Venían a visitarla a la pieza de las embarazadas los altos jefes. (Antonio) Vañek (jefe del Comando de Operaciones Navales y luego jefe del Estado Mayor General de la Armada); venían (Jacinto) Chamorro (el director de la Escuela) y (Jorge) Vildoza. También estuvo (el médico Jorge) Magnacco”. Como contó este diario en su edición de ayer, otra sobreviviente, Ana María Martí, afirmó que le provocó angustia enterarse de que el hijo de Cecilia Viñas había sido apropiado por Vildoza. “Me daba la impresión de ser una especie de robot satánico, un tipo de una frialdad increíble, nunca se le movía un pelo, y me dio realmente mucho dolor y mucha preocupación que ese chico estuviera en los brazos de Vildoza.”
–¿Qué te contó Vildoza sobre cómo llegaste a él?
–Me contó que había una formulación de entregar a los bebés. Y que nunca conoció a Cecilia.
–¿Eso te lo contó de adulto? ¿Cuándo fue?
–En el ‘98 nos separamos. Cuando saltó el tema del ADN, él se ultraprofugó en el sentido de esconderse más todavía. Ahí se movieron (Vildoza y su mujer Ana María Grimaldos) de donde habían estado en Sudáfrica. Hicieron otro movimiento para Paraguay. Así que no estuve con ellos por mucho tiempo. Pero cuando empecé a visitarlos de nuevo me senté con ellos a charlar, a cuestionarlos.
–¿Qué decía y qué preguntabas?
–Hablábamos mucho. Lo que me interesaba era saber si realmente Cecilia había estado en la ESMA. Obviamente si él había sido el que montó el operativo de secuestro para tomarlos a Hugo y a ella: a él le constaba que no. Y termina siendo cierto porque hay cosas que pude chequear yo por juicios que se hicieron después. La secuestran en la avenida Corrientes, pero los habían seguido desde Mar del Plata, de Buzos Tácticos. Los llevan a Mar del Plata y a ella una semana antes de parir la trasladan a la ESMA. Tienen el bebé y obviamente las cosas que le pregunté fue ¿la conociste? ¿La viste? ¿Me elegiste?
–Sin embargo, Sara Osatinsky, sobreviviente de la ESMA, dice que él iba a verla.
–Estuve leyendo las declaraciones. No figura Vildoza como alguien que estaba ahí mucho. Estaba, porque obviamente era jefe de Operaciones. Los que figuran mucho son Pedro Bolita, no sé quién era. (Jorge “El Tigre”) Acosta y (Emilio Eduardo) Massera, que estaban muy orgullosos de tener la maternidad. Aparece el prefecto (Héctor) Febres. Y Vildoza menos. La cuestión es que le cuestioné si la había conocido y me dijo que no. No me parece inverosímil porque si ella llegó a la ESMA una semana antes y después la trasladaron de nuevo a morir o a Mar del Plata es posible que no la haya podido conocer.
–¿Entre todos, por algún motivo fuiste vos con él?
–Lo que me dijo es que ya había señalado que estaría dispuesto a adoptar a un chico.
–¿Te contó si había listas de espera?
–No recuerdo si había una lista formal, pero me dijo que él había señalado a alguien, no sé a quién. A quien manejaba el proceso, no sé si a Magnacco el doctor o el prefecto Febres, que era el encargado de tener la parte de distribución de chicos. Me consta que él le había dicho a alguien que estaba interesado en adoptar. Y esperó hasta que le dieron un bebé. A mí me dieron alrededor del 12 o 13 (de septiembre de 1977).
–Hay un sobreviviente que dice que lo vieron cuando se llevaba a un bebé, un día feriado y de civil.
–Puede ser.
Vildoza, a quienes los sobrevivientes conocían como Gastón, fue jefe del Estado Mayor del Grupo de Tareas 3.3.2 de la ESMA. Estuvo destinado al CCD del 1º de febrero de 1977 al 2 de mayo de 1979, primero como teniente de Navío y luego como capitán de Corbeta. Cuando las Abuelas de Plaza de Mayo y su familia –sobre todo su tío Carlos Viñas, que motorizó la búsqueda y los reclamos judiciales– encontraron a Javier, Vildoza se lo llevó. Página/12 contó en su edición de ayer cómo salieron del país con documentos falsos, a bordo de un auto de Inteligencia de la Armada. Primero a Paraguay, luego a Brasil, Austria, Alemania y finamente se establecieron en Sudáfrica. En 2012, Ana María Grimaldos, la mujer de Vildoza y apropiadora de Javier, fue arrestada en Buenos Aires. En ese momento informó que su marido había muerto en 2005. Pero no hay forma de comprobarlo. Según declaró, falleció en su casa de Sudáfrica y lo cremaron bajo el nombre de Roberto Sedano, una identidad adoptada en esos años.
En estos momentos se está realizando el juicio a Grimaldos; por eso Javier, que vive en Londres, está en Buenos Aires. El espera que a su apropiadora no le den muchos años y tal vez también por eso acepta conversar con Página/12. Pero es abierto y franco. Le brillan los ojos cuando se imagina a su madre, Cecilia, embarazada en la ESMA, en un cuarto con sus compañeras. Le da bronca cuando recuerda que la engañaron para que escribiera una carta para su familia, a la que le iban a entregar supuestamente su bebé.
–¿Sabés si efectivamente naciste el 7 de septiembre?
–Eso es algo que le pregunté y me dijo que sí. No tengo por qué pensar que haya sido otra fecha. Porque cuando recupero la identidad, Cecilia, abuela, dice que la fecha que se esperaba de nacimiento era la del 13 o 15. Pero, bueno, es fácil que se adelante una semana un parto, más si estás estresado, que es algo que pienso mucho.
–¿En qué pensás mucho? ¿Cómo fue el embarazo?
–Sí. Cuando la secuestraron estaba de siete meses. En toda esa parte pienso mucho. De perder el esposo. Por ahí vio que lo mataron. O estuvo pensando que lo mataron. Me consta que Hugo no sobrevivió mucho tiempo, creo que lo mataron en Mar del Plata bastante rápido porque no lo vio nadie. Se perdió enseguida.
–¿Pensás que algo de eso te llegó?
–Sí. Es inevitable pensar lo que debe haber pensado y sentido en ese momento. Lo que más bronca me da es la carta que les hacían escribir.
–¿Que la engañaron?
–Eso es. Es como que a algún tarado le pareció que era una mentira blanca y que, como va a sucederle sí o sí, por lo menos la hacemos sentir bien a la chica antes de matarla. Pero cuando lo ves desde afuera es muy siniestro. Se ve muy mal.
–Es muy inglés “se ve muy mal”.
–Por ahí es muy light. Le pregunte mucho sobre eso. El me dice que me entregaron con un ajuar ya preparado. Una canastita linda con juguetitos. Ropa de bebé. Era una canasta para transportar a bebés. Y me trajo a casa con eso. Lo hizo como una gran sorpresa: finalmente se había concretado la adopción. Fue un momento de alegría, no fue un momento raro.
–¿Te dijo algo más de las entregas?
–Que lo hacían por un tema ideológico no me consta. Por ahí a Massera se le ocurrió decir eso.
–Una hipótesis es que no querían devolverlos a ningún familiar porque podían criar a estos niños como habían criado a los que ellos consideraban “subversivos”.
–Sobre eso también le pregunté. Me dijo que era algo pragmático por la figura de la desaparición. Al haber desaparecido a los padres, no podían integrar al bebé a la familia, porque con eso constaba que habían tenido a la mamá. Las opciones eran: lo dejás en un orfanato, o matás a la embarazada o al chico, o lo hacés adoptar. Y que la adopción era la versión más cristiana y buena en el plan sistemático. Era lo que consideraban. Y el hecho que los lleva a añadir un chico a la familia no es por ideología, es porque querés un chico, querés adoptar.
–Está la idea del botín de guerra.
–Tal vez en algunos casos fue así. Me parece que era para perpetuar la figura de los desparecidos. Mantenerlos desaparecidos. Que si entregaban a un chico era admitir que tenían a la madre. Cuando le pregunté dijo que era por eso y no existía la opción de devolverlo a la familia biológica. En el caso de que la persona iba a ser eliminada definitivamente, el bebé no podía volver, porque la pregunta natural es dónde estaba la mamá, y ellos sabían que a la mamá la iban a ejecutar. Entonces esos bebés tenían que pasar a ser abandonados en una Casa Cuna o algo así u organización religiosa. Asesinar, no asesinaron ninguno.
–Niños sí.
–Puede ser.
Un mes antes de que los Vildoza se fugaran, en 1984, el jefe del grupo de tareas de la ESMA había sido careado en un juzgado con Carlos Viñas, el tío de Javier. Vildoza les dijo a los jueces que no podía someter al niño a un ADN porque podía ser un procedimiento cruel. Consiguió demorar cualquier tipo de procedimiento y se fue para siempre con su esposa y el hijo de Hugo y Cecilia. Javier recuperó su identidad en 1998. Vino al país por su propia voluntad, presentó una carta ante María Servini de Cubría y se hizo un examen de ADN, pero mantiene vínculos con sus apropiadores y una relación de altibajos con su familia biológica.
–¿Por qué viniste en 1998 a hacerte el análisis de ADN? El juzgado no parecía saber dónde estaban. Ustedes estaban escondidos en Sudáfrica.
–A medida que iba cobrando más conciencia de la información que había y como me aproximaba a mi mayoría de edad, la idea era tratar de averiguar si era o no era esto que se alegaba, que yo estaba vinculado biológicamente a los Viñas para dejar en claro mi identidad, ya que en ese momento estaba viviendo con una identidad falsa. Es decir, más allá de la falsa original.
–¿Una falsa además de la falsa?
–La falsa que en ese momento tenía. Tenía un documento a nombre de Julio Cesar Sedano, pero la cosa no era sólo por cambiar el nombre, sino que llegado a la mayoría de edad no les parecía ni a mis padres adoptivos ni a mí mantener una situación de vivir con un pasaporte falso, como que la idea de ellos, era que el falso...
–¿Que el falso podía traerte problemas?
–La idea era que yo blanqueara. Y siguiera mi vida bajo Vildoza si no daba el ADN.
–¿Pero ellos decían que no iba a dar?
–Ellos no estaban seguros. Mi mamá no tenía mucha idea de nada, de si iba a dar o no. Creo que quería que no diera. Por lo que significaba para ella si realmente era Viñas y si era algo vinculado a la ESMA, porque mi padre adoptivo siempre le había dicho que mi adopción nunca tuvo que ver con su trabajo. Creo que a ella fui yo el que le fue contando de mi origen.
–¿Y vos qué creías?
–-No estaba seguro. Es algo raro. Porque mi padre adoptivo a esa altura era muy honesto conmigo. En el momento que yo me presento ya me había admitido que probablemente era hijo de desaparecidos.
–¿Que ellos no eran tus padres desde cuándo lo sabés?
–Desde los 13 años. En realidad, ella habló con un psicólogo y un cura para ver cuál era la edad correcta para plantearle a un hijo adoptivo que era adoptivo. Su idea era contarme, pero le dieron un rango de entre 8 y 12 años, o algo así. Mi padre adoptivo decía que él opinaba diferente. Que no me quería hacer sentir que no era parte de la familia, y convenía esperar. Obviamente, él hubiese esperado eternamente porque, sabiendo lo que sabía, no convenía saber que fuera adoptado porque en algún momento yo me iba a enterar del origen biológico, empezar a conocer un poco de historia argentina, más allá de que vivíamos en Sudáfrica. Lo que sí pasó es que mi papá adoptivo estuvo borrado de eso. Para mí fue como para evitar que yo le preguntara si sabía de dónde venía. Le pregunté a mi mamá. Ella me dijo que era adoptado, que según Jorge Vildoza yo era huérfano y no había sido abandonado. Esos eran los datos que tenía sobre mi origen.
–Que no habías sido abandonado.
–Claro.
–¿Y eso no te llamó la atención? ¿Que no habías sido abandonado qué significaba?
–Sí. Me dijo que no sabía. Pero que si yo quería volver a la Argentina para tratar de averiguarlo, ella me iba a ayudar. Me pareció bueno y lindo: creo que a cualquier chico adoptivo no le gusta pensar que sus padres no lo quisieron. Lo vi como algo positivo y no me preocupé más. No recuerdo si le pregunté de dónde o cómo. O si pensé en hacer una averiguación, un chequeo. En ese momento, no me llamó la atención. Después, en un momento te empieza a picar todo eso.
–¿Cómo fue?, ¿buscabas en Internet?
–Por Internet empecé a entender bien que los Viñas me estaban buscando.
–Pero ustedes se habían ido a Paraguay, a Sudáfrica. ¿No vinculabas esos viajes a que los estaban buscando por tu causa?
–No. Lo que yo sabía era que mi padre adoptivo se había fugado por su accionar en la ESMA.
Javier habla en un bar. Nunca levanta la voz ni se pone nervioso. Pero quiere explicar su posición. Repite mucho de lo que dijo en el juicio sobre Grimaldos: que ella no manejaba los documentos, que Vildoza fue el único que firmó las partidas de nacimiento falsas y que en 1977 ella no supo de dónde venía él. Describe una vida cotidiana en la que ella dependía completamente del represor, que decidía todo, sobre todo la huida. Grimaldos, de todas formas, estuvo prófuga otros siete años después de la supuesta muerte de Vildoza.
Los abogados de Abuelas de Plaza de Mayo y la fiscalía tienen otra mirada. El fiscal Horacio Azzolin pidió 12 años de prisión para ella como los abogados de Abuelas, Alan Iud y Pablo Lachtner. “Consintió en la anotación de Javier Penino Viñas como hijo biológico, lo crió como si tuviera potestad sobre él manejando su documentación falsificada, manteniendo en todo momento su capacidad de decisión respecto al plan delictivo llevado adelante en conjunto con el señor Jorge Vildoza en el desenvolvimiento de su sociedad conyugal”, señalaron en Abuelas.
Grimaldos tuvo dos hijos, Mónica y Jorge Raúl. Javier contó en el juicio que la mujer había perdido tres embarazos, en el ’68, en el ’70 y en el ’71.
–¿Entendés la búsqueda de tu familia? Si a tu hija se la hubiesen llevado cuando nació, por ahí hubieses estado toda la vida buscándola.
–Sí, más vale. Obvio. Obvio. O si le pasaba algo a mi hermana, yo estaría como Carlos, buscando. El tema es que yo creo que lo que se olvida ahora, y no es del todo correcto, es que se trata cada caso como si fuese un robo. Como que un día se les ocurrió: “Bueno, robemos un bebé”. No era así. Y eso ya consta legalmente. Había un plan sistemático. Había un aparato creado con un sostén legal y sostén moral que señalaba que estaba bien hacer eso que era cristiano y humano.
–Pero justamente Vildoza estaba en un lugar privilegiado de ese plan y aparato, no era un eslabón menor.
–No estoy acá defendiendo a Vildoza. A mi mamá sí porque es otra cosa. Ella está siendo juzgada porque estaba casada con el jefe de Operaciones de la ESMA.
–Es lo que está deliberando el tribunal ahora. Vos podés justificarla o no, pero legalmente si conocía el hecho participó en un delito. ¿Te hubiese parecido justo que lo condenen a él?
–Sí. El se hubiese defendido en el sentido de la motivación, del porqué lo hizo o lo que supo y no supo del bebé.
Cecilia Viñas llamó ocho veces a su familia entre el 21 de diciembre de 1983 y el 19 de marzo de 1984 desde algún lugar del infierno, con la voz partida, y como parte de un grupo de sobrevivientes que aún seguía cautivos. En las llamadas pedía un rescate que nunca se concretó, pero sobre todo preguntó por su hijo. “Me dijo que a Hugo no lo había visto desde el primer día del secuestro y me pidió encarecidamente que buscara a su hijo. ‘Buscame al nene’, me dijo”, contó Carlos Viñas, su hermano, durante el juicio. Esa es la única llamada que llegó a grabar la familia y la que aún puede escucharse. “Hoy, acá –dijo su hermano–, estoy comprometido con eso.”
Carlos buscó a Javier desesperadamente. Recorrió el Borda, el Moyano y la Colonia Open Door cuando la policía le dijo que buscara a su hermana entre los pacientes psiquiátricos. “La única cosa que se les ocurrió proponerme (la Policía Federal del año 1984) fue recorrer todos los centros psiquiátricos. Hasta que un día dije ‘no voy más a ningún lado, si no me voy a quedar en alguno’.” Recorrió las calles de Martínez todos los 7 de septiembre, buscando oír detrás de las puertas un festejo de cumpleaños. Lo repitió en el barrio de los militares en Asunción y en esa misma ciudad en la puerta de todos colegios privados.
–¿Estuvo bien para vos recuperar tu identidad?
–Recuperar la identidad es la única forma de sanar un poco el tema de los desaparecidos, porque obviamente los chicos apropiados son desaparecidos. Es desaparecer a los desaparecidos, reaparecer. Yo no me arrepiento para nada.
–¿Cómo fue estos días en el juicio con la declaración de tu familia? ¿Los pudiste entender?
–Los primeros tres cuartos de la declaración de Carlos me conmovieron. Me conmovió mucho la parte que relató la búsqueda; las instituciones mentales que recorría a ver si podía reconocer a Cecilia. O que iba a andar por Martínez en los días de mi cumpleaños para ver si veía algo. Eso hay que hacerlo. Y eso se lo respeto muchísimo.
–Hay una coincidencia en los tiempos: la fuga; la causa de apropiación y los llamados de Cecilia.
–Yo le indagué muchísimo sobre eso (a Vildoza). Porque eso era cómo carajo estaba viva, porque es la única. El pensaba que era alguien tratando de defraudar al abuelo. Carlos (Viñas) dice que pasó varias veces. Porque (a Vildoza) me dijo que el proceder normal era que si la mujer que daba a luz y el chico iba al plan de apropiación, la mujer supuestamente era culpable e iba a pasar a ser ejecutada o asesinada. El me admitió que como ella no estaba bajo la jurisdicción del GT 3.3.2 de la ESMA, sí que fue llevada ahí, porque estaban equipados para tener bebés y después fue trasladada, me dijo que puede ser que haya pasado algo en Mar del Plata. Que alguien se la llevó. Pero le parecía improbable. No podía decirme con seguridad que fue trasladada en un vuelo.
–Declaraste que no creías mucho en esos llamados. ¿Cambió algo en el juicio?
–Es sumamente raro. Me interesaría mucho saber el final. Lo que a veces me da cosa es pensar... fuera de joda pensé que ella podía estar viva por ahí y por cualquier razón psicológica decidió no reaparecer o no reintegrarse a su familia. Y en un cierto punto pensé que tal vez aparecería en el juicio.
–La figura del desaparecido genera cosas así. La incertidumbre. ¿Dejaste tu muestra de sangre en el Equipo Argentino de Antropología Forense?
–Supongo que lo tienen de mi ADN. No sé. Y sobre Hugo sé por Guadalupe (su tía) que se estaba haciendo el juicio de Mar del Plata, pero no salió nada. Lo que me da bronca es no poder saber la verdad. Inclusive hay cosas que se me ocurría preguntarle (a Vildoza) después del juicio. Detalles, por ejemplo, como el tema de Pertusio (Roberto Luis Pertusio, jefe de la Base Naval II de Mar del Plata). Viñas dice que figura como mi padrino y nunca fue mi padrino. Que yo sepa mi padrino fue Jorge, mi hermano. Ellos dicen que no saben ni siquiera quién era. Esa conexión con Mar del Plata, me gustaría preguntarle. Todo lo demás llegué a preguntárselo.

Victoria Ginzberg y Alejandra Dandan

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