Las medidas para aliviar las restricciones de viajes a Cuba aprobadas recientemente por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, han sido bien recibidas tanto por el pueblo como por el gobierno de Cuba, y el líder histórico de la Revolución, Comandante Fidel Castro, las calificó de positivas, aunque mínimas.
Casi todas las familias cubanas tienen parientes en el exterior, especialmente en Estados Unidos, y habían sido draconianas las restricciones impuestas en el 2004 por el gobierno de Bush a los cubanos residentes en esa nación norteña, algo insólito en la historia de ese país. Obama prometió durante su campaña electoral que levantaría esas prohibiciones, y ha cumplido su promesa con el respaldo del Congreso y la opinión pública norteamericana, con la excepción de un grupo minoritario de cubanos anexionistas radicados en Miami y que todavía tienen representación en el legislativo estadounidense.
Los viajes de los cubanos, que estaban limitados a uno cada tres años, ahora no tienen restricción alguna, como no sea la propia economía de los emigrados que viven en los Estados Unidos.
Pero hay muchos asuntos pendientes en la agenda de Washington para que pueda alcanzarse la plena normalización de las relaciones con Cuba. Obama prometió cerrar la prisión existente en la base militar que desde hace más de un siglo impuso a Cuba en el territorio de Guantánamo, y aún no ha podido hacerlo.
Cuba reclama también el levantamiento del bloqueo económico y financiero, que tiene casi medio siglo, y la eliminación de la llamada Ley de Ajuste Cubano, aprobada en 1966. En el caso de esta Ley se trata de privilegios migratorios utilizados por Washington para despojar a Cuba de recursos humanos, alentar la emigración ilegal –que tantas vidas ha costado-- y combatir a la Revolución Cubana. Ningún otro país de América Latina y el Caribe tiene estos privilegios, lo cual pone de manifiesto la selectividad de la política anticubana de Washington.
Las leyes aprobadas por el Congreso norteamericano en 1992 y especialmente la de 1996, por su carácter extraterritorial, son también graves escollos para el presidente Obama, porque agrede no solamente a Cuba, sino a todos los países del mundo y a los empresarios norteamericanos.
También ilegal es el mantenimiento de la Base Naval de Estados Unidos en Guantánamo, la cual fue impuesta a Cuba como condición para la salida de las tropas norteamericanas de todo el territorio cubano, hace más de un siglo, luego de la derrota militar de la metrópoli española.
Otra ilegalidad es la existencia en territorio norteamericano de las llamadas Radio y Televisión Martí, financiadas por Washington y manejadas durante muchos años por elementos de la extrema derecha cubana de Miami. Ambas constituyen medios ilícitos para las campañas subversivas contra la Revolución Cubana.
El nuevo presidente de Estados Unidos no es el responsable de esa larga historia de agresiones, que incluye la prohibición a los propios ciudadanos estadounidenses a viajar libremente a Cuba, como pueden hacerlo a otros países del mundo. Levantar esta prohibición, que viola los derechos civiles de los norteamericanos, fue también una promesa electoral del presidente Obama.
A estos desafíos en las relaciones bilaterales se agregan los deseos de 185 países que en Naciones Unidas han pedido el levantamiento del bloqueo, y los pronunciamientos de la inmensa mayoría de los gobernantes de América Latina y el Caribe que asistirán a la Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago, quienes piden a Obama no solamente levantar el bloqueo, sino también modificar la relación de Estados Unidos con toda Nuestra América, del Río Bravo a la Patagonia, fuertemente deteriorada durante las dos administraciones de Bush.
Pedro Martínez Pírez desde Radio Habana Cuba.
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