domingo, 26 de abril de 2009

Los que luchan y los que lloran


Palabras pronunciadas por Mara Morado, nieta de Jorge Ricardo Masetti, en la Feria del Libro de Buenos Aires, Argentina, en Abril de 2006 con motivo de la presentación de “Los que luchan y los que lloran y otros escritos inéditos”.

Quiero expresar la inmensa alegría que sentimos mi familia y yo al estar aquí, compartiendo la presentación de este libro. Nuestra profunda alegría es debido a las características singulares de esta edición, en la cual nos encontramos no con el personaje biografiado, concluido, perfectamente objetivado sino con el autor.
Mi abuelo, Masetti, es el autor, ninguna palabra que encontremos en este libro, es ajena a su conciencia, a sus intereses. Esto nos ofrece la posibilidad de comunicarnos. Entablar un diálogo con él en el cual se generen nuevos sentidos, las ideas, desprendidas de sus voces, encerradas en una única conciencia, inevitablemente degeneran, mueren. El sentido, inconcluso, se renueva en el encuentro de dos horizontes diversos, comprometidos, implicados.
Es por ello, que no se trata de comprender la voz de mi abuelo a partir de su época, tampoco de explicarla exclusivamente desde las condiciones de nuestro tiempo inmediato. Una voz jamás se reduce a las circunstancias de una época, eso sería olvidarla, encerrarla de modo indiferenciado sin advertirla, perdiéndola.
Algo similar ocurre si la explicamos desde las condiciones de nuestro tiempo, ya que perdemos la posibilidad de ampliar nuestra propia mirada, no recuperamos su voz, puesto que la concluimos desde explicaciones por completo ajenas a él, extereorizantes.
Este encuentro exige, para ser productivo, nuestra imaginación, ella nos permite penetrar en un sentido profundo; en la lectura de su crónica periodística podemos imaginar, recrear su experiencia. La imaginación de su tiempo, su mirada, nos permite separarnos de la constancia habitual de aquello que entendemos como nuestro propio presente, para imprimirle al mismo, una nueva fuerza, aquella que nos ofrece su voz.
He observado muchas veces una foto en la que mi abuelo ve al Che, es una mirada dulce, de admiración tierna.
Imagino a mi abuelo y al Che conversando mucho, en la noche. ¿Qué dicen?, ¿Cuáles son las palabras que no alcanzo a escuchar?, ¿Cuál es el sentido implícito, profundo, que compartían y no necesitaba ser dicho?
Quiero saber del mundo en que mi abuelo y el Che existían. Se que eran muy amigos, que se reunían a la noche en su despacho de Prensa Latina, y que era frecuente ver a la guardia personal del Che apostada allí, aguardando.
Al leer la crónica “Los que luchan y los que lloran”, se advierte, que el único diálogo en el que la voz de mi abuelo no aparece precedida por un guión, es en un diálogo que sostiene con el Che. Su voz aparece entre puntos suspensivos, acaso remarcando el carácter inconcluso e incompleto del diálogo referido y el lazo que surgió entre ellos.Señala Masetti “A poco de hablar nos dimos cuenta que coincidíamos en muchas cosas y que no éramos sujetos peligrosos”.
Nosotros, hoy, somos completamente ajenos a sus conciencias. Nos desconocen. Pienso que la crónica “Los que luchan y los que lloran” permite un acercamiento a la figura de mi abuelo, ya que es el relato de acciones en las que se incluye. El hecho de que no esté borrada su huella, y que esté escrita en primera persona, nos permite advertir el compromiso, la responsabilidad ante cada una de sus afirmaciones. Podemos percibir su mirada, su forma de sentir.
El relato de su experiencia no es retenido por él como memoria involuntaria, no es el resultado de la neutralización, o naturalización de los acontecimientos que narra, sino que se responsabiliza al no dejar desaparecer su huella, su mirada. Es por ello que su memoria, contenida en este libro, es productiva, no tiene un carácter involuntario, no le es ajena, no es acumulación inconexa, no son consignas vaciadas de sentido propio. Su experiencia revolucionaria se aloja en su memoria, en forma productiva, afirma su ser, su posición en el mundo, su acción revolucionaria, su deseo y decisión de emprender el proyecto de una agencia de noticias latinoamericana independiente de los monopolios informativos.
Esta edición, nos ofrece la posibilidad de encontrarnos en diálogo frente a frente con Masetti, y no que lo observemos tranquilos y distantes, como si él se encontrase en relación a nosotros de perfil, concluido como una imagen, perdiendo así la posibilidad del encuentro con su mirada. Nuestra memoria, en ese caso, no se tornaría productiva, no hay experiencia posible sino hay comunicación. Se trata de encontrarnos con quien nos interesa, de quien esperamos algo, hay allí una aproximación activa, que nos implica y nos hace ser.
Es en la comunicación con alguien que nos interesa que generamos y recreamos el sentido que nos constituye.
Espero, que en el encuentro con la voz de mi abuelo haya una mirada que los convoque, los atraiga. Se trata de recuperar el corazón que hacía ser a las ideas, el horizonte de conciencia de un hombre revolucionario. Nos separa un tiempo indiferente, nos separa su muerte, nos separa una cultura ensimismada, repetitiva, que subestima cualquier fuerza que le sea ajena. El encuentro que posibilita esta edición se ve constreñido por las formas predominantes en que nos relacionamos con nuestro pasado. En el reciente 24 de Marzo, la opinión pública, se refería en general a los desaparecidos como 30.000, y de nuestro lado como una masividad, el valor de nuestra acción estaba dado por su carácter masivo. El valor de la memoria estaba respaldado por una cantidad. Entre la masividad y los 30.000 no se produce un encuentro, sino la reproducción de un vacío, no hay voces, no hay reconocimiento, así proliferan los slogans que son reiterados, una y otra vez. La memoria es aquí involuntaria, ya que su sentido y su fuerza radican en algo que nos es ajeno.
No se trata tampoco de recuperar voces, y sostener una pluralidad en la que la renovación de sentidos pase por la sumatoria de voces sino de lograr a partir de ellas una comprensión objetiva. No se trata de uno más que se añade en una línea de recuperación que no espera nada de aquello que recupera y que sólo concibe la tarea de asimilación histórica como ciego afianzamiento de quienes ya somos. No se trata tampoco de un criticismo inmóvil, siempre igual a si mismo.
Recordar es pensar.
Lo dotado de recuerdo, es aquello que nos interesa. Y pienso en mi abuelo que murió en el año 1964, en las tergiversaciones, oportunismos, ocultamientos en los que se ha incurrido al narrar su historia, alejándolo, desterrándolo.
Creo que esta edición ofrece la posibilidad de que ustedes mismos lo conozcan. Es por ello que no he querido contarles con estas palabras quien es mi abuelo para mí. Si podría comentarles el lugar difícil que ha ocupado en la historia, dicha dificultad no radica en su propia persona sino en la forma en que esta es reconstruida.
Es curioso observar como a lo largo de los años a veces es objeto de halagos y detracciones por una misma persona en actitud claramente oportunista adjetivando a mi abuelo de personalidad suicida para en tiempos más recientes describir su carácter revolucionario.
Se lo suele encerrar en un perfil previamente delineado, el aventurero, el suicida, mesiánico, de conducta omnipotente. ¿Cómo se le puede ocurrir a alguien internarse en la selva, en condiciones inhóspitas, salvajes? ¡Cuánta falta de previsibilidad! ¡Cuánta omnipotencia!
Me he preguntado varias veces porqué la idea de vanguardia es tan aceptada en otros ámbitos, como por ejemplo el ámbito artístico y tan estigmatizada en las luchas políticas, será, tal vez, porque el arte ha sido ubicado, en general, en un lugar en el que permanece completamente ajeno a la vida cotidiana, incapaz de Se ha convertido en lugar común la idea de una vanguardia iluminada, que no comprende la necesidad de crear condiciones, de contar con un apoyo popular masivo. Me pregunto si tanta ingenuidad es posible, o si se trata de antemano, de la simple negación de un proyecto político.
El silencio carga con toda la responsabilidad.
¿Cuál es nuestro propio horizonte? ¿Qué nos interesa? Su voz hoy tiene la posibilidad de encontrarse con otras, ajenas a su conciencia, la suya permanece, persiste, aguarda. Su sentido es inconcluso, exige nuestra imaginación, demanda nuestra actividad para renovarse.
Me alegra pensar que la voz de mi abuelo tiene hoy esa posibilidad.

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