sábado, 11 de abril de 2009
La vigencia del Maese Trotamundos
Fue poeta y escritor, pero sobre todo dejó su impronta en el arte del títere, desde que en 1933 salió a recorrer el país con su teatro ambulante La Andariega. Los integrantes del grupo El Chonchón, presentes en el tributo, analizan su legado.
¿Monólogo o diálogo es el del niño y su muñeco? Quizá no importe la respuesta si ese comportamiento implica encender la imaginación y desarrollar el sentido del misterio y de la aventura, como lo hizo ante un público de niños y adultos el maestro titiritero al que se homenajea, a cien años de su nacimiento, en un programa que se inicia hoy en el C. C. de la Cooperación. Ese maestro que supo encender la fantasía de los públicos más diversos de América, Europa y Asia es Javier Villafañe, poeta, escritor y titiritero que nació en Buenos Aires en 1909 y ya en 1933 recorría el país con su teatro ambulante La Andariega. Este creador de historias fantásticas, como la del panadero que se enfrenta a un travieso diablo de tres colas, o las que hablan de romances de poetas o calles de fantasmas, dio vida a su alter ego, Maese Trotamundos, presentador de sus espectáculos. Las obras de Villafañe fueron numerosas y quedaron impresas en los libros Los sueños del sapo, Historias de pájaros, Cuentos y títeres, Circulen, caballeros, circulen, El caballero celoso, El Gallo Pinto, El hombre que quería adivinarle la edad al diablo, Historiacuentopoema y Maese Trotamundos por el camino de Don Quijote, síntesis del sendero que transitó durante su exilio y permanencia en España. Este poeta de mameluco azul y en sus últimos años poeta de barba blanca –falleció en 1996 de un paro cardíaco– recibe ahora el tributo de otros valiosos artistas en las diferentes salas de Corrientes 1543.
Inauguran el programa el grupo El Chonchón (nombre de un candil que se fabricaba con una lata de conserva a la que se le adhería un asa y colocaba una vela) y el escritor y dramaturgo Roberto Espina, también actor, director, mimo y titiritero, creador en 1956 del Teatro Los Comediantes de la Ruta y autor de alrededor de 20 piezas. El Chonchón, integrado por el chileno Carlos Piñero y el cordobés Miguel Oyarzún, presentará Los bufos de la matiné, que codirigen con el cordobés Héctor Di Mauro, quien atesora décadas en este oficio. Se trata de un tributo a los cómicos del cine mudo (entre otros un Chaplin que rescata al Pibe desde un lugar asombroso) en el que emplean títeres de guante. El mismo equipo interpreta Tresespinas, obra de Roberto Espina con personajes arquetípicos metidos en historias dominadas por el absurdo. El Chonchón inventó una segunda parte para esta obra, mostrando a sus presentadores (o comentadores): El Abuelo y Arraskaeta. El equipo se atreve además a una versión de La República del Caballo Muerto, pieza de Espina, quien a su vez recordará a Villafañe y leerá un cuento del maestro: “El investigador”. A modo de anticipo de este programa en el C. C. C., y a pocas horas de su arribo a Buenos Aires, los titiriteros Miguel Oyarzún y Carlos Piñero respondieron en nombre del grupo a algunos de los interrogantes que despierta el arte de manipular muñecos, semejantes en algún punto a la sombra que el humano descubre como propia. “El títere, al igual que su sombra –escribió Villafañe–, vivirá siempre con él y morirá con él.”
–¿Qué condición deben cumplir las obras destinadas a seducir no sólo a los niños sino también a sus acompañantes?
–En una obra de títeres o de teatro, la seducción pasa por la belleza y la poesía. Ante un movimiento logrado o una resolución inteligente, los niños y sus acompañantes responden; cada uno recibe la obra según sus posibilidades.
–¿Qué conflictos y misterios atraen a los chicos y adultos de esta época?
–Son los mismos misterios que atraparon a los grandes y chicos desde el inicio de la civilización; cambian los modos.
–¿El hiperrealismo, el humor y la sátira son esenciales al teatro de títeres?
–El hiperrealismo es para la TV. El títere es lo contrario: es un destello de humor. Los títeres se burlan del hombre a través de la sátira.
–¿El teatro de títeres sigue siendo un teatro popular?
–Explicar esto siempre ha sido complicado. Ser popular es el sueño del títere.
–¿El títere de guante es criticón?
-Los títeres de guante son los secretarios generales del gremio de los criticones; están afiliados Los Abuelos de los Muppets, Punch, El Perrito Rito, Don Cristóbal y tantos otros de diversas técnicas.
–¿Cómo y cuánto influyen en los niños personajes poderosos como el Diablo, Dios y la Muerte, que Javier Villafañe mostró en sus obras de modo pícaro?
–¡Cómo saberlo! Javier plasma en el teatro de títeres estas figuras míticas, las “titiritiza” para que los niños las tengan al alcance, para que los arrebate, los fascine y los deleite.
–¿Cómo es el espectador del teatro de títeres? ¿Los chicos son exigentes? ¿Y los adultos?
–En un hecho artístico, el público es exigente por naturaleza.
–La década del ’30 fue especialmente productiva en dramaturgia titiritesca: Javier Villafañe recorría por entonces el país con su teatro La Andariega y el arte de los títeres era revalorizado por importantes escritores, poetas y dramaturgos. ¿Qué dejó esa época y cuál fue el legado de Villafañe?
–Javier despertó a muchos jóvenes que se hicieron titiriteros. No los vamos a nombrar para no cometer la torpeza de olvidarnos de alguno. Puso la poesía en las manos de una generación de jóvenes que fueron diseminando paso a paso este hacer artístico.
–¿Qué técnicas y temas prefieren explorar hoy en sus trabajos?
–Los guantes son infinitos. Nos compramos un telescopio; seguimos investigando el infinito.
–¿Proyectan nuevas obras, nuevos estrenos o viajes?
–Seguimos mirando el infinito por el telescopio hasta que la vista se canse, y los brazos también.
Hilda Cabrera
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