jueves, 1 de noviembre de 2007

El debate popular y la atmósfera de innovación en Cuba

Por Miguel Limia David

Ahora tiene lugar un verdadero hervidero de opiniones políticas, económicas, morales, culturales y de todo tipo en Cuba, en el marco de los colectivos laborales, barriales, y núcleos del partido.
La discusión no es de carácter académico, sino existencial, y se participa en ella desde lo cotidiano y la memoria histórica. Las reflexiones barren un amplio espectro, que va desde las cuestiones más inmediatas de la producción y los servicios hasta los asuntos estructurales y normativos de base. La alerta que realizara Fidel en el 2000 con su definición de Revolución sirve de sustento metodológico para los cuestionamientos. Se produce y reproduce el consenso de forma dialógica en los marcos de la racionalidad política e institucional que expresa la ideología de la Revolución cubana, muy a pesar de los enemigos jurados del pueblo.
Las opiniones y los intereses se confrontan en un debate democrático genuino y ardiente. La unidad política se consolida y enriquece en la medida que la cooperación social para la disímil actividad cotidiana se construye dando cabida a la diferencia orgánica y sustantiva, expresada en la voz de cada uno y una. Pero los actores de este proceso no olvidan ni por casualidad que sigue existiendo una “diferencia antisistémica” heredera y continuadora “legítima” de las fuerzas antidemocráticas y mercenarias de los 60, la cual hace causa común con la política imperialista de la metrópoli del Norte.
Se discute una vez más sobre cada aspecto de la sociedad a los 49 años de Revolución socialista triunfante y a partir de la experiencia práctica, personal y social, acumulada. El diagnóstico que se viene configurando pienso que apunta a la necesidad de resolver contradicciones dialécticas de desarrollo ya manifiestas en la década de los 80 y otras nuevas o diferentes y complementarias, aparecidas producto de la coincidencia de la crisis estructural del modelo con la coyuntural, que se gestara a partir de la caída de la URSS, el recrudecimiento del bloqueo norteamericano y el cambio concomitante de la época. A ellas se sumaron asimismo los impactos positivos y negativos de las medidas de emergencia --popularmente legitimadas--, que se hizo necesario tomar para enfrentar la crisis de los 90.
Se ha producido en conjunto un determinado estado de los fundamentos de la vida cotidiana que está urgido de ser reajustado sobre cimientos socialistas consecuentes y orgánicos en todas las esferas de la vida de la sociedad, a fin de superar los malestares que engendra y hacer avanzar en profundidad el proyecto emancipatorio socialista de desarrollo sostenible, justo, equitativo y armónico con el entorno, a tono con las potencialidades humanas y culturales que ha creado la obra revolucionaria. El asunto ha dejado de ser esencialmente de cultura de resistencia para la sobrevivencia, y se ha tornado de cultura de creatividad para el subsiguiente desarrollo sustentable del país
Por eso muchos de los temas y la controversia que generan poseen una larga historia dentro y fuera de los marcos nacionales. Unos y otros tienen una incidencia directa en el entramado de relaciones e intereses sociales que se ha ido configurando en la sociedad cubana como resultado de los años de Revolución, en condiciones de un bloqueo económico sostenido e incrementado con el decursar de los años. El debate, por tanto, sigue siendo clasista e interesado desde distintos puntos de vista de género, raza, generación, localidad, etc.
El cubano y la cubana de a pie demuestran en los hechos, con su conducta y palabras, que no requieren de intermediarios ni de portavoces para expresar con toda su agudeza crítica, inconformidad con lo mal hecho, talento y energía creadora, lo que necesitan, desean, estiman y aspiran a llevar a cabo. Se responde de este modo al llamado del Partido Comunista de Cuba, que hiciera Raúl Castro el 26 de julio de este año.
A pesar de los históricamente necesarios estereotipos defensivos que se han formado en las representaciones sociales y en la política cotidiana como respuesta de resistencia a la amenaza, agresión e injerencia sistemática del gobierno norteamericano en los asuntos internos del pueblo cubano, en los debates no hay cortapisas ni limitaciones –ni quien las tolere si aparecen-, y sí la sabiduría, responsabilidad y cordura de un pueblo asediado por la mayor potencia imperialista de la historia de la humanidad y actor de su propia obra revolucionaria. Se hace crítica demoledora de las limitaciones, errores, desproporciones, medias tintas, incapacidades, inconsecuencias, mezquindades, contradicciones, antinomias, fealdades y debilidades de la obra creadora de todos y cada uno y una.
La conciencia genuinamente revolucionaria ni es ni puede ser conformista, en ello va en juego su naturaleza y el fundamento práctico que la sustenta. El ejercicio práctico de la libertad de conciencia revolucionaria va acompañado de manera indisoluble de una alta dosis de sabiduría, capacidad analítica, honestidad, valentía política, comprometimiento, sentido del momento histórico y responsabilidad cívica. Esa es la genuina cultura revolucionaria del ejercicio de la libertad política y de conciencia.
Los procesos de cambio revolucionario no transcurren en el reino “general concentrado”, aséptico, abstracto e impersonal de los objetos ideales de una teoría, sino de las relaciones humanas singulares, sostenidas entre personas reales y concretas muy bien determinadas, cuyas vidas únicas, irrepetibles, indivisas y sui generis son las que están en juego, en elección, en esta lucha de alcance universal por un nuevo mundo necesario y posible, contra la cultura y el modo de producción y de vida capitalista dominante, la política imperialista global y la crisis ecológica creciente que nos amenaza.

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