miércoles, 7 de noviembre de 2007

Noventa Aniversario de la Revolución de Octubre



El “dualismo militar” y la conquista del poder

Desde febrero, existía una situación de poder dual en las fuerzas militares del ejército ruso, tanto en el frente como en las guarniciones de las ciudades. Las decisiones militares que tomaba el gobierno provisional sólo se llevaban adelante si contaban con el visto bueno de los propios comités y soviets de soldados. Mientras los soviets estuvieron en manos de los partidos conciliadores, la burguesía pudo continuar la guerra imperialista bajo el manto de poder dual. En no pocas ocasiones los soldados se negaban a aceptar las órdenes del Gobierno Provisional, pero las llevaban a la práctica si contaban con el visto bueno de los soviets dominados por los “socialistas” que integraban el gobierno de coalición con la burguesía.

El traslado de la guarnición

La contradicción se hizo explosiva a medida que las masas se desilusionaban con los “conciliadores”, hartas de la barbarie guerrerista. Luego del fracaso de la intentona golpista de Kornilov, muchos soviets de los soldados pasaron a contar con mayoría bolchevique. En los comités del frente los conciliadores aún conservaban cierta influencia (aunque no entre los soldados rasos en las trincheras), pero en los comités de los regimientos de la guarnición, en Petrogrado, así como entre los marinos de la flota del Báltico, apostada muy cerca de la capital, la influencia bolchevique crecía día tras día.
El dualismo militar tomaba cuenta del corazón del aparato estatal, antes de que los bolcheviques procedieran al asalto de la cúpula del poder. Por eso mismo, en la segunda semana de octubre, el gobierno de Kerensky se propuso enviar al frente de batalla a los regimientos “bolchevizados” de la guarnición de Petrogrado. El gobierno justificaba la medida haciendo referencia al imparable avance de las tropas alemanas, que estaban prácticamente en las puertas de la capital. Kerensky y los suyos decían que era preciso enviar al frente a las tropas acantonadas en la capital, por motivos estratégicos. El gobierno buscó apoyo en los comités más moderados del frente, dominados por los conciliadores, que reclamaban refuerzos de la guarnición.
Se inició una fuerte campaña en los periódicos burgueses y liberales, que publicaban cartas y resoluciones de soldados que se encontraban en el frente y pedían ser reemplazados. La prensa burguesa quería presentar como héroes a los soldados del frente, que ella misma había enviado a morir en la guerra imperialista, y exigía a los soldados de la retaguardia que hiciesen un “sacrificio”, para que sus “hermanos en las trincheras no fuesen destruidos”. El órgano de los kadetes (liberales) reclamaba un inmediato golpe de fuerza para impedir que los bolcheviques “eligieran el momento para declarar la guerra civil”.
Después de la Revolución de Febrero, las tropas del frente se habían caracterizado siempre por ser más conservadoras que las de la guarnición, que estaban mucho más vinculadas al proceso revolucionario de las masas obreras de la capital. Si el gobierno conseguía sacar de la capital a los regimientos dominados por los bolcheviques, gran parte del crecimiento que éstos habían realizado en los últimos meses se evaporaría. Cobraban fuerza, además, los rumores según los cuales el gobierno y la burguesía estaban dispuestos, incluso, a entregar Petrogrado a los alemanes, para deshacerse de una buena vez de los bolcheviques. Se hizo público que Kerensky estaba ultimando los detalles para trasladar el gobierno a Moscú. En esos mismos días, Mijail Rodzianko, viejo líder de la Duma zarista, decía en la prensa: “Petrogrado está amenazada… ¡al diablo con Petrogrado! Algunos temen que nuestras instituciones centrales en Petrogrado puedan ser destruidas. Yo estaría feliz si estas instituciones son destruidas porque sólo han traído dolor a Rusia”1.

El tiro por la culata

Pero la movida del gobierno estaba destinada a ser el puntapié inicial de la insurrección. Para los soldados de la guarnición, la propuesta de ir al frente, a pocos meses de iniciarse el invierno, en pleno desastre bélico, luego de tres años de guerra, era absolutamente inaceptable. Los regimientos de Petrogrado declararon su falta de confianza en el Gobierno Provisional y exigieron el paso del poder a los soviets. Los soldados estaban ya cansados de las maniobras. Los obreros repudiaron el traslado de las fuerzas al frente, y se pronunciaron a favor de los soldados de la guarnición. “La cuestión figuraba ya constantemente en el orden del día, no sólo en los cuarteles, sino también en las fábricas.”2 Los obreros reanudaron la formación de milicias armadas, las “guardias rojas”, y estrecharon su vinculación con los soldados (ver recuadro).
El día 9 (22) de octubre, se reunió el Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado para discutir la cuestión. Los mencheviques y socialistas revolucionarios sabían que debían encontrar algún modo de legitimar el traslado con la autoridad del Soviet: las masas no aceptarían las órdenes del gobierno. El menchevique Mark Broido presentó una resolución conjunta de ambos partidos que, mientras llamaba a los soldados a iniciar los preparativos para partir hacia el frente, trataba de calmar las aguas proponiendo la formación de un comité especial para evaluar la pertinencia del reclamo de movilización de las tropas y preparar planes militares que contasen con la confianza popular. Los conciliadores pretendían extender la situación de poder dual tal como se había desarrollado desde febrero, es decir usando a los soviets como pantalla para legitimar al gobierno burgués.

El Comité Militar Revolucionario...

Para sorpresa de mencheviques y socialistas revolucionarios, los bolcheviques votaron a favor de la propuesta. “La idea de la insurrección -dice Trotsky-, empezaba a tomar una forma concreta”3. Los bolcheviques tomaban la propuesta de los mencheviques, pero para transformar al Comité en un órgano de la insurrección. Surgía así el “Comité Militar Revolucionario”. Usando los mecanismos del doble poder y de la “legalidad” soviética, hacía su aparición un órgano que se utilizaría para la insurrección. Un día más tarde, el 10 (23) de octubre, el Comité Central bolchevique, con la presencia de Lenin, votaba por la insurrección.
La dirección bolchevique del Soviet formó de inmediato una comisión encargada de fijar las atribuciones del recién creado “Comité”. Se estableció que sus objetivos serían ponerse en contacto con el Estado Mayor del frente y con los comités centrales de los soviets regionales del Báltico, analizar la situación militar, contar las fuerzas disponibles en la guarnición de Petrogrado y en sus alrededores, tomar medidas para asegurar la disciplina de obreros y soldados. “Estos fines eran universales y, al mismo tiempo, equívocos: casi todos ellos oscilaban entre la defensa de la capital y el levantamiento armado.”4 Pero precisamente de eso se trataba: la ambigüedad encubría el auténtico rol insurreccional que se guardaba al Comité, oculto detrás de la fachada de una lucha defensiva.
Para desarrollar aún más esta “ambigüedad”, los bolcheviques decidieron poner a un socialista revolucionario de izquierda, llamado Lazimir, al frente del Comité. En el Comité estarían incluidas las direcciones del Soviet, así como delegados de la flota, del Comité regional de Finlandia, del sindicato ferroviario y de los gremios, las organizaciones militares del partido y la Guardia Roja. Era el Estado Mayor de la insurrección. Los mencheviques, que habían propuesto la formación del Comité, votaron ahora en contra. Ya era tarde.

… y la Conferencia de la guarnición

Junto al Comité Militar Revolucionario, la dirección bolchevique del Soviet promovió la creación de otro organismo: una Conferencia permanente de la Guarnición, que reunía a delegados de cada comité de regimiento. Esto permitía a la dirección revolucionaria tomar el pulso de las masas de soldados a través de un vínculo directo. El 13 (26) de octubre, la formación del Comité Militar Revolucionario y de la Conferencia de la Guarnición se puso a consideración de la sección de soldados del Soviet. Era una sesión clave: hasta pocas semanas antes la sección de soldados de Petrogrado estaba en manos de los conciliadores.
Trotsky recuerda que el principal protagonista de esta notable reunión fue el marino bolchevique Dibenko, que se presentó como invitado en su carácter de dirigente del Soviet de los marinos del Báltico. Dibenko puso las cosas blanco sobre negro: su intervención sacudió a la asamblea y la hizo consciente de que lo que estaba en juego era la ruptura con el mando militar, es decir la insurrección armada. La sección de soldados del Soviet votó a favor de la conformación del Comité Militar Revolucionario y de la Conferencia de la Guarnición con 283 votos a favor y uno solo en contra. Quedaba ya claro que los soldados de Petrogrado se negaban a ir al frente: “la votación significaba que la sección de soldados quitaba resuelta y oficialmente de las manos del Estado Mayor gubernamental la dirección de la guarnición, para transmitirla al Comité Militar Revolucionario”5. Tres días más tarde, la sesión plenaria del Soviet de Petrogrado se pronunciaba en el mismo sentido. A los ojos de todo el mundo, la insurrección estaba en marcha.

Notas

1. Rabinowitch; The Bolsheviks Come to Power.

2. Trotsky; Historia de la Revolución Rusa.

3, 4 y 5. Idem.

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