Por Manuel E. Yepe *
Deben haber sido muy pocos los medios de prensa en todo el mundo que no recordaran, a inicios de octubre, el cuadragésimo aniversario de la caída en combate y asesinato en Bolivia del revolucionario Ernesto Che Guevara.
No solo en Argentina, donde nació; o en Cuba, donde fue uno de los más cercanos colaboradores de Fidel Castro en la lucha guerrillera y en la etapa por la consolidación y defensa de la revolución en el poder, o en Bolivia, donde entregó su vida a la causa de la independencia y la unidad de América Latina, sino en todo el mundo fue recordado el Che.
Se rindió homenaje o evaluó críticamente, -desde la óptica y las proyecciones e intereses económicos y políticos de cada medio- la trayectoria combatiente y la repercusión en todo el planeta de su figura, su ejemplo y su ideario, a cuatro décadas de su muerte física.
Los más, exaltaron su humanismo, pasión por la justicia, su desprendimiento y la armónica estructuración que alcanzaron sus ideas políticas, económicas y militares con su actuación, en el espacio de una vida breve, dedicada siempre a predicar con el ejemplo.
Quienes conocieron más de cerca sus virtudes personales, enaltecieron su iconoclasia, su estilo riguroso de dirigir basado en la autoexigencia, sus críticas punzantes que todos asimilaban por la honestidad que trascendía en ellas, el respeto que inspiraba su entrega total y apasionada al trabajo, y su lealtad a la guía de Fidel Castro.
Algunos recordaron la complejidad irreverente de su pensamiento, su antidogmátismo intransigente y su condición de marxista convencido, en lucha por despojar el marxismo-leninismo de ataduras doctrinarias y tendencias burocráticas, congelantes de la revolución.
La prensa corporativa estadounidense no fue excepción. Aunque la mayor parte de ella se limitó a reportar algunas actividades conmemorativas expresando sus intereses mediante la selección de los entrevistados y de las preguntas a éstos, hubo también expresiones de grave resentimiento contra todo lo que ha significado el Che en la lucha contra el presente orden social injusto del mundo, haciendo ver el peligro que sus ideas -asimiladas por la juventud a escala mundial- siguen representando para tal ordenamiento global.
La expresión más "objetiva" de este resentimiento la encontré en el Wall Street Journal, periódico neoyorquino de gran circulación que es tenido por vocero del gran capital estadounidense y del sistema corporativo transnacional del capitalismo mundial.
Con la firma de Martin Hutchinson, John Foley y Simon Nixon, este diario insertó un trabajo titulado "Cuarenta años después, la sombra del Che aún pende sobre América Latina," en su número del 11 de octubre de 2007.
Luego de una introducción dedicada a la satanización del "ideólogo del comunismo del Tercer Mundo y de la revolución armada contra occidente", afirma que el Che era demasiado revolucionario hasta para Cuba, razón por la cual Fidel Castro, "que prefería integrar su economía a la de la Unión Soviética y su Consejo de Ayuda Mutua Económica de los países socialistas", envió a su colaborador revolucionario a promover la revolución en otras tierras.
"En vida, el Che tenia escasa influencia directa fuera de Cuba, pero su leyenda ha hecho mucho más que vender camisetas a descontentos jóvenes ricos -se lamenta el WSJ.
"Las paranoicas doctrinas económicas anticapitalistas del Che tienen un atractivo considerable entre los electores latinoamericanos. Muchos países en la región han elegido gobiernos con simpatizantes del Che – desde el Chile de Salvador Allende en 1970 hasta la Bolivia de Evo Morales y el Ecuador de Rafael Correa, hoy", deplora la publicación.
A continuación, el articulo del WSJ señala los efectos "negativos" que los principios inculcados por las luchas del Che han traído a la región: "El resultado habitual ha sido un rápido desastre económico y una reacción electoral. Pero la posibilidades de triunfo de gobiernos Cheistas han convertido en extremadamente inciertos los derechos de propiedad."
Seguidamente explican los autores su propia concepción acerca del bienestar continental que, a juicio de ellos, el ejemplo del Che ha impedido:
"El crecimiento de la productividad en América Latina era medio, según consideración mundial, cuando el Che terminó su vida en 1967. Pero desde entonces ha caído por debajo de otras regiones. Solo Brasil y Chile han tenido desempeños aceptables, básicamente gracias a los extensos períodos de gobiernos militares de derecha en los que el Cheismo fue reprimido."
Luego argumentan: "Sin la leyenda del Che, la tasa anual de crecimiento habría sido un uno por ciento más elevada. De haber sido así, lo que este revolucionario ha costado a la región sería alrededor de $1.3 trillones (1.3 mil billones) de crecimiento interno bruto anual."
Y solemnemente concluyen: "Las camisetas son baratas, pero el Che ha sido un icono caro."
Creo que, no obstante su intención detractora, por venir de donde viene, ningún otro trabajo periodístico de los publicados en todo el mundo con motivo del 40 aniversario del asesinato del Che describe con tanta elocuencia los motivos por los que el imperio persiguió con tanta saña al heroico guerrillero y le asesinó con tanto odio.
Es evidente que las afectaciones, que según el WSJ, América Latina ha sufrido por culpa de las ideas del Che, son en realidad resultado del desastre económico y social provocado por dos décadas de neoliberalismo impuestas en la región luego de otras dos de tiranías militares, unidas al Plan Cóndor de masivos asesinatos y desapariciones de patriotas revolucionarios.
Es apenas ahora que el sistema de corporaciones transnacionales de Estados Unidos comienza a sentir de veras los reclamos de soberanía de los pueblos a partir de la nueva realidad que el Che vislumbró, con la revolución cubana imbatida en el poder durante casi medio siglo y los triunfos electorales de un sucesión de candidatos progresistas con programas antioligárquicos y protectores de la soberanía nacional de sus naciones.
Si América Latina, para lograr las tasas de crecimiento económico a que alude el WSJ debe soportar a los Pinochet y demás militares que ensangrentaron sus países, si tiene que sufrir genocidios como el Plan Cóndor y someter la soberanía y la dignidad de sus naciones a los dictados de las corporaciones transnacionales y la política imperialista de Washington, los pueblos de la región continuarán rechazando tales pírricas ganancias.
Las ideas del Che son las de una América Latina unida e independiente que ya no está en el futuro como cuando la vislumbraba el guerrillero heroico sino en un presente, todavía de lucha pero ya palpable.
Octubre de 2007
* Manuel E. Yepe Menéndez es periodista y se desempeña como Profesor adjunto en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales de La Habana.
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