sábado, 3 de noviembre de 2007

Un libro y la denuncia contra el terrorismo.


Por María Luisa García Moreno

El III Coloquio Internacional sobre los Cinco Héroes sesionará a partir de hoy y hasta el 3 de noviembre en la provincia de Holguín, auspiciado por el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP). Se espera la presencia de numerosos participantes, incluidos los abogados y familiares de los cinco antiterroristas presos injustamente en cárceles de Estados Unidos.
En estos días en que el reclamo por la libertad para los Cinco se hace grito y canción en la voz de miles y miles de hombres y mujeres dignos en todo el mundo, la editorial Capitán San Luis ha publicado un libro que es una verdadera obra de arte y, a la vez, un combate en esta lucha que toma ribetes internacionales, el cual será presentado en el evento: Desde la soledad y la esperanza, un hermoso volumen al servicio de una causa justa.
El trabajo cuenta con un prólogo del director de la Casa de las Américas, Roberto Fernández Retamar, quien alude a Cicatrices en la memoria, también publicado por esta casa editorial y que, como este, denuncia las agresiones de que ha sido víctima nuestro pueblo en esta larga lucha contra el terrorismo. Además, ambos textos tienen en común la concepción básica de incorporar a los elementos que concretan la denuncia, textos y pinturas, escritos o dibujados por sobresalientes figuras de nuestra cultura.
Desde la soledad y la esperanza reúne los alegatos de nuestros Cinco Héroes y también las palabras que escribieron cinco años después, textos que nos producen extraordinarias emociones y, sobre todo, una profunda admiración por esos seres humanos, que han sabido defender, de manera muy especial, su dignidad.
Hace ya nueve años que estos cinco hombres guardan prisión en las cárceles norteamericanas. Pero para ellos, como dijera Antonio en su alegato, el tiempo son las largas “[…] horas de soledad y de esperanzas, de reflexión ante lo injusto y ruin; eternos minutos donde arden los recuerdos […]”, largas horas añorando a sus seres queridos y a la tierra que los vio nacer y en la que crecieron, convencidos de que todos los sacrificios del mundo son pocos para depositarlos en el altar de la Patria, pues, como apuntó Fernando, “Todo hombre que se respeta a sí mismo se debe antes que nada a su patria. En los años de presidio me acompañará siempre la dignidad que he aprendido de mi pueblo y de su historia […]” o como manifestó Gerardo citando a Natan Hale “Solo lamento no tener más que una vida para entregar por mi patria”, con la certeza, expresada por Ramón cuando aceptó la injusta condena convencido de que era también una forma de servir a Cuba: “¡Llevaré el uniforme de recluso con el mismo honor y orgullo con que un soldado lleva sus más preciadas insignias!” y la tremenda confianza en lo mejor de la humanidad y en el pueblo norteamericano, que brota en las palabras de René: “[…] yo no pierdo las esperanzas en la raza humnana y en la capacidad de guiarse por estos valores (de los próceres de la historia norteamericana), después de todo tampoco creo que Washington, Jefferson y Lincoln fueran mayoría en la época en que les tocó dejar sus huellas en la historia de esta nación”.
Algunas de las claves del sucio proceso judicial aparecen en una entrevista a Leonard Weinglass, abogado de Antonio Guerrero, quien asegura que “los Cinco no fueron acusados de espionaje. En vez de eso, tres de ellos —Gerardo, Antonio y Ramón— fueron acusados de conspiración para cometer espionaje. La conspiración ha sido siempre un cargo utilizado por la Fiscalía en los casos políticos […] La sentencia para el cargo de conspiración es la misma que si el espionaje hubiera sido realmente cometido y probado […]”.
Todo eso y mucho más aparecen en este libro, en el cual hallamos un testimonio gráfico de los Héroes y sus muy dignas familias, y los poemas o dibujos que han creado durante sus horas de encierro.
Entre las figuras de la intelectualidad cubana que aparecen en el libro, se encuentran Cintio Vitier, Miguel Barnet, Marta Rojas, Jesús Orta Ruiz, Lisandro Otero, Marilyn Bobes, Pablo Armando Fernández, César López, Daniel Chavarría y otros. Cada uno de ellos ha escrito un poema, un cuento, un relato, un comentario…
La representación de nuestros plásticos es también extensa; en el texto aparecen obras, entre otros, de Adigio Benítez, Roberto Fabelo, Ever Fonseca, Flora Fong, Nelson Domínguez, Alicia Leal, Alexis Leyva Machado (Kcho), Eduardo Roca Salazar (Choco), Ernesto García Peña y Ernesto Rancaño, cuya pintura —en la que, en el centro de una estrella de cinco puntas se alza una palma— ha sido utilizada para la bella cubierta.
Pluma y pincel, armas esenciales de la cultura nacional al servicio de uno de los reclamos más dignos y, a la vez, enérgicos de estos tiempos.
Por último, el libro cuenta con un epílogo, en el cual crece la denuncia. Está escrito por Ricardo Alarcón de Quesada, nuestro viril presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, quien es una figura clave en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Pero Alarcón declara en su trabajo que “[…] El verdadero epílogo de esta historia lo escribirán muchos. Lo escribirán cuando regresen Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René. Cuando podamos abrazarlos, ya libres, aquí en la tierra por la que sacrificaron sus vidas […]”. Porque, como dijera Fidel, “Volverán”.

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