sábado, 11 de marzo de 2017

Yo, tú, él; uno de los tres es pobre

2,7 millones de personas que sufren hambre y tienen ingresos menores a 2.200 pesos.

Según el relevamiento del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA), el 33 por ciento de la población argentina está sumergida en la pobreza. Creció 4 puntos porcentuales desde que asumió Macri. Son los niveles más altos de los últimos años.
La Universidad Católica Argentina (UCA) publicó este jueves el último informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina (OSDA) que estudia los niveles de pobreza y desigualdad por ingresos en la población urbana de Argentina.
Según indica el reporte anual, en menos de un año, del cuarto trimestre de 2015 al tercer trimestre de 2016, la pobreza pasó del 29 al 32,9% por ciento, casi cuatro puntos porcentuales más. Esto implica que hay más de 1,5 millones de nuevos pobres en el país.
Sumado a esto, el porcentaje de personas debajo de la línea de indigencia pasó de 5,3% a 6,9%, alrededor de 600 mil nuevas personas en la indigencia. Según la UCA, una persona necesita $2.200 para no ser indigente.
Así, en el país se estima que hay 2,7 millones de personas que sufren hambre y 13 millones de pobres. Se trata en ambos casos de los mayores niveles registrados desde 2010.
Las tasas de pobreza experimentaron una importante reducción entre 2010 y 2011, en el marco de un proceso de reactivación económica y mejoras en las políticas laborales y sociales. Luego, estas tasas evidenciaron una tendencia ascendente entre 2012 y 2015, con relativo estancamiento durante ese último año. El impacto inflacionario de la devaluación, sumado a los efectos recesivos de las medidas de ajustes adoptadas, elevaron nuevamente las tasas de pobreza en 2016, sobre todo en el primer trimestre de ese año.
“En la fase reciente -a partir de 2016- el impacto de la devaluación, las medidas anti-inflacionarias, el contexto internacional adverso y el rezago de la inversión privada y pública habrían generado un escenario crítico, aún más recesivo y adverso en materia de empleo y poder adquisitivo para amplios sectores sociales. El proceso habría generado especialmente un deterioro laboral y en el nivel de ingresos de los empleos de sectores informales (ODSA, 2016c)”.
ODSA señala que los niveles actuales de pobreza se asemejan a escenarios como los de 1983, 1987, 1994 o 2009. La actual coyuntura parece remitir a procesos recesivos generadas por efectos de crisis financieras (“Crisis del Tequila”) o dinámicas inflacionarias post-devaluación como en los ochenta o en 2014.
A modo de conclusión, la UCA indica que durante el período del Bicentenario “los indicadores laborales muestran la persistencia de la pobreza y desigualdades estructurales” y que “todavía estamos lejos de garantizar los derechos mínimos de inclusión social para una parte importante de la sociedad”. Existe una dificultad histórica de “perforar” un piso estructural de pobreza del 25 por ciento.
“La evolución de distintos indicadores de las condiciones materiales no ha sido equitativa al interior de la estructura social. Los más perjudicados en lo que respecta a las capacidades de subsistencia fueron los hogares de estratos muy bajos y de espacios segregados”, concluye.

La Tinta

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