domingo, 26 de marzo de 2017

24M: Organización, lucha y represión en Propulsora Siderúrgica



En un nuevo aniversario del golpe de Estado y en medio de un gobierno de empresarios y el desprestigio de la cúpula sindical, recuperamos la historia de los trabajadores de una de las fábricas más combativas del gran La Plata.

En la madrugada del 24 de marzo de 1976 más de cuarenta trabajadores de Propulsora Siderúrgica corrieron a través del inmenso predio de la empresa y escaparon saltando los alambrados ante la noticia del golpe. Habían sido advertidos por un miembro de la oficina de Relaciones Laborales: el que estuviera comprometido, que raje. La empresa mantenía un doble juego, mientras avisaba a los trabajadores para que puedan escapar, evitando ensuciarse con la detención de un gran número dentro de la planta, entregaba a los militares los legajos del personal, señalaba a los trabajadores que debían ser detenidos y mantenía a las Fuerzas Armadas dentro del predio, realizado requisas personales, revisando taquillas, etc. La represión a los trabajadores de la empresa fue enorme. Gracias a un informe reciente (Responsabilidad empresarial en delitos lesa humanidad) hoy sabemos que hay por lo menos 19 desaparecidos entre trabajadores y ex-trabajadores, 3 asesinados durante el golpe, al menos 11 detenidos o presos que luego fueron liberados y que 4 lograron exiliarse. El golpe cívico-militar buscaba terminar con el desarrollo del sindicalismo combativo que se había conformado dentro de la empresa.
Propulsora Siderúrgica comenzó a funcionar a fin del año 1969, el gran proyecto de Techint era lograr instalar una acería integrada en Ensenada, pero la lógica militar no vio con bueno ojos que SOMISA tuviera competencia. Este obstáculo no detuvo a Agostino Rocca: con créditos nacionales y del Vaticano, puso en práctica los conocimientos adquiridos en la gerencia de Finsider (acería desde donde se desarrollo el proyecto siderúrgico de la Italia fascista) construyendo una planta de laminación en frío que contaba con tecnología de punta. No había en la zona obreros capacitados para ese tipo de procesos productivos por lo que se optó por contratar gente joven y capacitarla en los puestos de trabajo.
En los primeros años se conformó una comisión interna que respondía a los lineamientos de la UOM y que mantenía buenas relaciones con la empresa, hasta que en 1973 un conjunto de trabajadores con militancia en distintas organizaciones e ideologías (Peronismo de Base, Juventud de Trabajadores Peronistas, Montoneros, Partido Comunista, Partido Comunista Revolucionario y Partido Socialista de los Trabajadores; posteriormente se sumó el Partido Revolucionario de los Trabajadores) conformaron la Lista Blanca. Estaban convencidos de que contaban con el apoyo de la gran mayoría de sus compañeros de trabajo y así fue. El sindicato recurrió al fraude en las elecciones, robando las urnas y cambiando los votos para que triunfe la Lista Azul. Nada se pudo hacer para impugnar la elección, pero la legitimación de los triunfantes era nula: la Blanca sólo tenía que encontrar la oportunidad para ponerse en movimiento.
El momento clave surgió en mayo de 1974. Los salarios en Propulsora tenían fama de ser los mas altos de la zona, pero el Pacto Social estaba erosionándolos a pasos agigantados y la demanda de un aumento fue el escenario perfecto. Tras una asamblea en la planta que no contó con el apoyo gremial y de la cual los delegados se escaparon para no ser repudiados, los trabajadores tomaron el establecimiento. Al reclamo salarial se sumó la demanda al sindicato por el fraude y el reconocimiento de la comisión interna organizada durante el conflicto y en la que se encontraban los miembros de la Blanca. Durante cinco días permanecieron dentro de la fábrica hasta que el desalojo por las fuerzas policiales se volvió inminente y decidieron abandonarla. El conflicto se mantuvo por más de cien días, de ahí que se la conociera como la huelga grande y culminó con el triunfo de los obreros. Si bien la empresa accedió a los reclamos a partir del secuestro de uno de los ingenieros de la empresa por parte de Montoneros, su derrota y la de la UOM fueron el resultado de la fortaleza colectiva que mantuvo el conflicto hasta el final. Hay que señalar una particularidad de los dirigentes obreros de Propulsora: la capacidad para mantenerse unidos a pesar de las diferentes estrategias que tenían, producto de sus distintos espacios de militancia partidaria.
La lucha dejó un importante saldo organizativo: un cuerpo de delegados y una comisión interna elegidos por los trabajadores (si bien no estaba reconocida por la UOM, actuaba de hecho como tal y era reconocida por la empresa) y un mecanismo asambleario que garantizaba la solidez de los reclamos y la alta movilización en las luchas. Sobre esos cimientos la comisión interna de la empresa fortaleció los lazos con los trabajadores de los establecimientos cercanos y organizaron la Coordinadora de Gremios en Lucha en La Plata, Berisso y Ensenada en 1975, que enfrentó al rodrigazo.
Pero no todo fueron triunfos y la represión los alcanzó mucho antes del 24 de marzo. El 13 de enero de 1976 fueron asesinados por un comando de la CNU el Pampa Delaturi y Juan Carlos Scafide, ambos delegados de la fábrica, reconocidos dirigentes por sus compañeros y militantes partidarios. El Pampa, de larga tradición en el Partido Comunista se había desplazado al PRT-ERP por el rechazo a las posturas de su partido y Scafide era un importante miembro del PST. La experiencia de lucha y organización que los trabajadores desarrollaron en unos pocos años hicieron inevitable la respuesta: cese de actividades en la planta y movilización al cementerio. Sin embargo no pudieron cumplir con la expectativa. La policía los estaba esperando con gases lacrimógenos y el objetivo claro de no permitir esa manifestación. Apenas un mes después, Daniel Midon, otro compañero fue asesinado junto a un obrero del Astillero Río Santiago.
Estos acontecimientos fueron el punto máximo de la represión previa al golpe, pero no fueron suceso aislados. Desde la gran huelga de 1974 los trabajadores fueron víctimas de distintos hechos de violencia de la mano de las organizaciones para-policiales. El efecto de estos ataques, entre los que las amenazas personales era moneda corriente, fue la clandestinidad para muchos militantes. Si bien gran parte de los referentes dejaron la planta la organización interna se mantuvo firme.
En este escenario, el golpe de estado era imprescindible para la empresa: tras los asesinatos de principios de 1976, el 24 de marzo fue el golpe de gracia que logró desarticular el sindicalismo de base en Propulsora y desarmar los lazos de solidaridad que imperaban entre los trabajadores. Durante más de cuatro años no pudieron organizarse nuevamente ni encontrar vías de expresión para sus reclamos. En esos años la empresa mantuvo los salarios deprimidos y avanzó sobre varias conquistas laborales. La UOM aprovechó el escenario y unos años después, con el terreno allanado, designó a un reducido grupo como delegados, creyendo que finalmente lograría controlar la planta. La decepción debe haber sido enorme.
En los últimos años de la dictadura fue surgiendo un nuevo activismo dentro de la planta con trabajadores que ingresaron después de 1976, que lentamente logró superar el miedo instalado a través del terror. Una asamblea en los talleres de mantenimiento puso a girar la rueda nuevamente. En pocos años lograron recuperar el cuerpo de delegados y hasta se presentaron a las elecciones de la UOM con la posibilidad de triunfar. Este nuevo cuerpo de delegados fue heredero de las formas de organización desde abajo que se construyeron en los setentas y gracias a ello logró representar a los trabajadores por diez años y obtener grandes triunfos.
La historia de los trabajadores de Propulsora Siderúrgica es más compleja que lo que estas ajustadas líneas permiten reflexionar. Pero permite comprobar los objetivos de clase del último golpe de estado y del poder de la represión articulada entre militares y empresarios. No obstante, también es la comprobación de las capacidades de los trabajadores para superar esa derrota y organizarse colectivamente para defender sus derechos.

Felipe Venero
Historiador UNLP – CONICET

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