martes, 28 de marzo de 2017

CFK, la UIA y su candidatura



Las nuevas escuchas telefónicas entre Cristina Kirchner y su secretario Oscar Parrilli revelan, en primer lugar, cuáles son las “herramientas” del gobierno “Cambiemos” para dirimir sus disputas con los partidos del régimen. Los ex empleados de Milani se han pasado al campo del nuevo espionaje oficial, bajo la batuta de los servicios macristas y la camarilla de jueces que investiga a CFK. Si estos son los métodos que valen entre gobernantes y ex gobernantes, es fácil imaginarse de qué modo actúan los ´servicios´ contra los docentes, los trabajadores en lucha y todo el movimiento popular.
Dicho esto, la “conversa” telefónica es verdaderamente aleccionadora, en relación al kirchnerismo, su historia y sus propósitos políticos. CFK le propina una sonora puteada a la cúpula de la UIA, a la que desea una quiebra en masa como resultado de la importación masiva. Los recuerda como los que “fugaron capitales”, sin decir que esa fuga se desarrolló masivamente bajo la década nacional y popular. El de Cristina fue un reclamo despechado contra los que constituyeron su principal base social hasta 2013, gracias a la devaluación de la moneda, los bajos salarios, la precarización laboral y los subsidios que se sostuvieron a costa de impuestazos y del presupuesto público. Cuando ese régimen se agotó, los “hijos de puta” (sic, Cristina) cambiaron de frente, y se pasaron al campo de Massa y Macri. La jefa del gobierno de los que la “juntaron con la pala” les reprocha ahora su abandono.

Todos unidos

Pero más interesante todavía es la referencia a los líderes del Pejota. La “conversa” muestra, por un lado, los vínculos privilegiados que CFK continúa sosteniendo, por ejemplo, con Gildo Insfrán, el jefe de los terratenientes sojeros de Formosa y sus patotas criminales. En relación a los Gioja y Pichetto, los líderes parlamentarios del pejota y el FPV, su mensaje es claro: les pregunta si quieren “un bloque de cien o dividirse en varios bloques de veinte o treinta”. CFK le atribuye los intentos divisionistas a la “bandita” (sic) de Pichetto, Gioja y Urtubey. En consecuencia, pide la unidad con quienes acompañaron, desde el parlamento o las provincias, toda la agenda del ajuste durante 2016.
El planteo es revelador a la hora de considerar las maniobras en torno de la meneada candidatura de CFK. Un comentarista de Clarín señalaba que para la ex presidenta, “la pelea ahora es por la birome”, en relación al esfuerzo por “integrar al peronismo tradicional de la provincia con los sectores kirchneristas, dentro y fuera del PJ” (28/3).
De parte del PJ, sus jefes han insistido en el carácter distrital de las elecciones, anticipando que promoverán los acuerdos más variados en las provincias. El arco de alianzas va desde los representantes locales del PRO (como se está pergeñando en Salta) hasta La Cámpora. La “birome” de la provincia de Buenos Aires no escaparía a esta consideración: mientras discuten la inclusión de sabbatellistas y camporistas, los jefes del pejota negocian la participación en las PASO de Florencio Randazzo, quien tramita para su lista el apoyo político y financiero del gobierno. En la Ciudad de Buenos Aires, los socios de CFK discuten un frente electoral con los agentes del clero, el massismo y varios de sus principales burócratas sindicales, como el triunviro Héctor Daer.
Esta ‘integración’ política explica qué está en juego en el debate respecto de si CFK se postula o no como candidata. Un elemento del riñón K, el ex ministro Axel Kicillof, acaba de ‘aconsejarle’ en público que no se presente, ello, porque la elección debe ser “un plebiscito sobre Macri, no sobre Cristina”. Es la posición de quienes no quieren explicitar un programa antagónico al macrismo en el curso de la campaña, y prefieren mimetizarse entre los socios directos de la ‘coalición del ajuste’. Mientras los “hijos de puta” (la UIA) mantengan los pies dentro del plato del gobierno, el kirchnerismo carece de mandantes y financistas electorales de peso. Ni qué decir que los nac & pop rechazan hacer de la campaña un factor de agitación popular contra el ajuste, lo que ya ocurre hoy con sus dirigentes sindicales adaptados a la “tregua” de la CGT. La política pejota-kirchnerista es dejar hacer a los ajustadores, y prepararse para el 2019.
Pero estas mismas razones explican el carácter impostor que tendría una eventual candidatura de CFK: si se postula, la ex presidenta lo hará como mascarón de proa de los Espinosa, Insfrán y todo el arco de intendentes que participan cotidianamente de los acuerdos ajustadores con el gobierno de Vidal. Proyectada nacionalmente, la figura de Cristina serviría como elemento encubridor de todo el elenco de senadores y diputados que contribuirán con su voto a los pactos parlamentarios, más o menos estables, con el macrismo.

“Volveremos”

El kirchnerismo se ha empeñado en rodear con una impronta de gesta política a la eventual candidatura de su jefa, como si ella –y la década K- no hubieran sido una expresión del nacionalismo patronal en su etapa de decadencia. En la balanza de la presentación electoral, CFK continúa sopesando la conquista de los fueros parlamentarios, en medio de las causas por lavado de dinero en complicidad con los Báez y López. Mientras se debatía la candidatura de CFK, su vocero Kicillof salía a defender al genocida Milani, a quien el kirchnerismo le encomendaba las mismas tareas de espionaje que hoy practica el gobierno “Cambiemos”. En manos de los Yasky y otros, el “volveremos” es una excusa para no llevar adelante una lucha a fondo contra el ajuste, y postergarla en nombre de futuras contiendas electorales.
La izquierda debe poner de manifiesto el carácter reaccionario de estas maniobras políticas, dirigidas contra la actual irrupción de luchas y, principalmente, contra el camino que la clase obrera ha comenzado a recorrer con fuerza en pos de su independencia política. Unamos esas tendencias de lucha con el esfuerzo por desarrollar una alternativa política en un Congreso del movimiento obrero y la izquierda –este es nuestro planteo.

Marcelo Ramal

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