sábado, 18 de marzo de 2017

Barrick Gold: cuando la tercera no es la vencida

El tercer derrame producido por Barrick Gold en San Juan junto a la violación de la ley de glaciares debe ser el impulso para llevar la discusión de la minería a un plano mayor.
Durante el mes de enero, Barrick comunicó un nuevo derrame en San Juan, nada más ni nada menos que el tercero en menos de un año y medio. Esto debería demandarnos serias acciones en pos de terminar con los severos daños que se le está ocasionando al ambiente debido a la actividad minera. Sin embargo, pareciera que las grandes masas urbanas solo nos mantenemos tímidamente expectantes, gracias al pequeño e insuficiente lugar que los medios hegemónicos le dan a este tema.
A este nuevo derrame debemos sumarle la solución cianurada previamente dispersada en el ambiente, que se estima de al menos un millón de litros en cada uno de los anteriores eventos que tuvieron lugar en septiembre de 2015 y 2016.
Frente a estos hechos hay quienes creemos insuficientes las medidas tomadas por el Estado argentino, entre los que podemos mencionar la multa por 9 millones de dólares tras el primer derrame, o la denuncia presentada en la justicia de la provincia. Por este motivo, acompañamos las exigencias de las asambleas locales, la Asociación de Abogados Ambientalistas, Greenpeace, entre otras organizaciones, que reclaman el cierre definitivo de las operaciones de la Barrick en la zona, que no significa otra cosa que la simple aplicación de la ya sancionada ley de glaciares.
Sin embargo, la situación amerita llevar la discusión a un plano mayor.
¿Cuáles son los beneficios de continuar sosteniendo la actividad minera?
La minería no genera trabajo, ya que es una actividad capital intensiva que genera entre 0,5 y 2 empleos por cada millón de dólares invertidos. Esto explica como en 2014 solo el 1% del empleo en San Juan era producto de la minería. Además, como bien explican Maristella Svampa y Enrique Viale, importantes referentes a nivel nacional en esta temática, la promesa de la minería como el motor del desarrollo y el puente de las poblaciones locales hacia una mejor calidad de vida no se ha cumplido en ninguna de las provincias que desarrollaron esta actividad. Por el contrario, luego de muchos años los índices de pobreza e indigencia siguen siendo más altos que la media nacional, a lo que debe sumarse los pasivos ambientales generados.
Entonces, se arruina el espacio en donde vivimos simplemente por desarrollar una actividad que no genera empleo, que genera un 3% de ingresos para el Estado (de lo declarado por la misma empresa a boca de mina) y que solo beneficia en términos económicos a un reducido número de personas.

¿Qué sucede con el Estado?

Las señales que emite el Estado argentino no son esperanzadoras ya que, a contraposición de lo que refleja la realidad, se manifiesta que el sector minero puede ser una solución al desempleo y el progreso. Esto se ve reflejado en sus declaraciones, cuando promete a los gobernadores de empresas mineras trabajar para generar más proyectos, pero también cuando decide eliminar las retenciones a esta actividad, siendo ésta una de las primeras decisiones de la actual gestión.
Si bien se ha cobrado una multa a la empresa Barrick y se ha presentado una denuncia ante la justicia, la seriedad con la que se toma el tema en el gobierno no parece ser suficiente, o al menos así se puede entender mientras, selfie de por medio, el presidente Macri se reúne con el primer ministro de Canadá y se acepta una insignificante muestra de preocupación por parte del ministro sobre lo que está provocando la empresa canadiense en nuestro país.
No se debe olvidar que esto se da en el marco de la gestión de un ministro de ambiente y desarrollo, Sergio Bergman, que nulos antecedentes posee en el tema, lo que no deja de ser un indicio de la importancia que se le da a este Ministerio. Entre las primeras declaraciones que se recuerdan del ministro, podemos mencionar la siguiente: “No tengo demasiado conociendo técnico en el área del medio ambiente; es más sentido común”.
¿Cuánto falta para lograr una ciudadanía sostenible en la Argentina?
Hablando de sentidos comunes, el debate sobre la minería y la insostenibilidad ambiental de nuestras producciones y formas de consumo todavía se mantiene postergado.
Aun manteniendo grandes deudas sociales, durante el siglo XXI se han generado avances positivos en términos de derechos en nuestro país, no sin haber provocado grandes debates y disputas de sentidos. Lamentablemente la insostenibilidad ambiental de ciertas actividades productivas y, sobre todo del estilo de vida occidental que se ha adoptado como sinónimo de progreso, no ha tenido el lugar necesario en la agenda pública urbana.
Esto no es algo menor, ya que entre los responsables de esta situación debemos mencionar al gobierno anterior, que ha alimentado la proliferación de ciudadanos consumidores que mediante sus prácticas y proyectos están muy lejos todavía de acercarse a las problemáticas ambientales.
En términos de minería basta con mencionar al ex gobernador de San Juan, Jose Luis Gioja, actual presidente del partido justicialista, quien tiene la misma concepción que el presidente Macri sobre la minería: “hay que promover la minería, que da más plata que la soja”, “soy un fervoroso defensor de la minería” o “No hay ninguna actividad humana, para tener las cosas mínimas que necesitamos, que no produzca algún efecto o que a algunos les guste más que otros”.
Estas declaraciones no solo están erradas, sino que tampoco son menores ni circunstanciales, ya que el actual presidente del partido justicialista las ha mantenido durante toda su trayectoria política, desde que fue electo legislador hasta sus tres gobernaciones. Esto nos permite pensar que hoy en día esta postura tiene un gran peso en el peronismo, en parte porque el debate aún se mantiene alejado de los sectores populares del movimiento peronista.
Sin embargo, más allá de que no todas las actividades económicas generan los mismos impactos ambientales, la insostenibilidad ambiental de nuestro estilo de vida no se acota solo al sector minero y cruza de lleno los valores y principios que se han instalado en la sociedad actual. El acceso al consumo, desde un libro a una cerveza en un bingo, sin discriminación, se ha tomado como un avance en la inclusión, y sobre esta premisa se ha avanzado. El consumismo se enraizó en nuestra sociedad, reflejo de la cultura occidental, y ha creado ciudadanos que solo conciben la prosperidad o el progreso como el consumo de bienes materiales alimentando un modelo de desarrollo económico insostenible. En este punto el anterior gobierno tuvo como objetivo crear nuevas clases medias a partir del consumo, sin tener en cuenta, como explica Álvaro García Linera, la necesidad de volverlo consciente. Por el contrario, solo se crea una nueva clase media con capacidad de consumir, pero portadora del viejo sentido común conservador, y en este caso, economicista e insostenible.
Desde las ciencias económicas la respuesta solo puede venir desde la economía ecológica, que hace de la discusión de la equidad, la distribución, la ética y los procesos culturales, un elemento central para la comprensión del problema de la sustentabilidad. De aquí que debe comenzar a darse la discusión y el debate por disputar, en el sentido común de los argentinos, el modelo de país y de actividades económicas alternativas a la minería. Esto debe lograr involucrar a las grandes masas urbanas en la lucha política que acompañe a las admirables puebladas en el interior, y que siente las bases para que esta vez efectivamente la tercera sea la vencida.

Florencia Fernández y Juan Carlos Travela
Marcha

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