domingo, 26 de marzo de 2017

Bullrich contra la salud de docentes: habló de “curro” y “abusos” de licencias


El ministro de Educación de la Nación sigue responsabilizando a los docentes de la crisis de la educación pública.

El jueves 23 de marzo, el Ministro de Educación de la Nación advirtió sobre la necesidad de "cambiar" el sistema de licencias médicas de los docentes. Y aseguró que el mecanismo de control médico está asociado al "curro" y al "abuso".
"El problema de las licencias médicas no es tanto el estatuto (docente) sino el curro en el control médico", declaró. Sobre el mismo, expresó que "está tercerizado", a excepción de las escuelas de la ciudad de Buenos Aires, y que es necesario cambiarlo. En una entrevista radial, habló de "curro" y de supuestos favores médicos "a cambio de plata".
"El curro es que a cambio de plata, vos vas, tenés un dolor de cabeza y te dan 15 días de licencia, entonces ahí tenés que pagar un segundo maestro por esos 15 días", detalló. Así es como redujo el problema de la salud de la docencia en todo el país. Y agregó: "lamentablemente se malgasta mucho la inversión educativa en la Argentina en estas ineficiencias, como el ausentismo o el abuso de la licencia y demás".

Hablemos en serio

El Censo Nacional de Personal de los Establecimientos Educativos realizado por el Ministerio de Educación de la Nación en 2014, dio como resultado que 1.057.136 docentes se encuentran en actividad en el país. Tres de cada cuatro son mujeres, más de la mitad (55%) tiene entre 25 y 44 años. Y el 89 % del total que trabaja en las escuelas no vive sólo y de esta proporción, el 59% lo hace con sus hijos menores de 18 años.
Como ya habíamos publicado en La Izquierda Diario, en 2004 un estudio de la UNESCO mostró las enfermedades más comunes y específicas del trabajo docente: padecimientos como las várices, disfonía, lumbalgias, hasta manifestaciones psicosomáticas como el estrés, gastritis, hipertensión arterial, disfonía, llegando a la angustia y la depresión. El síndrome de Burnout, o de “estar quemado”, también es muy común y se expresa en un agotamiento emocional, sensación de estar sobrepasado, despersonalización o endurecimiento emocional. (Christina Maslach, ”Burnout”, en Enciclopedia de Salud y Seguridad en el Trabajo, OIT, 2001). Algunas de estas enfermedades laborales no están contempladas en la legislación actual y el “esfuerzo extra” nunca tuvo reconocimiento salarial.
Los trastornos ginecológicos, por la feminización del trabajo docente, también ocupan un lugar destacado. Así lo demuestra un estudio de años atrás de CTERA, en el que los datos de padecimientos de mujeres son alarmantes: el 15,4% soporta trastornos ginecológicos; el 24,5% perdió un embarazo y el 14,5% tuvo un parto prematuro. En dicha encuesta, más del 80% de las maestras y profesoras consultadas reconoció ir a trabajar estando enfermas.
Las largas jornadas laborales, permanecer muchas horas de pie, forzar la voz, sentarse en un mueble incómodo, realizar esfuerzo físico excesivo, temperatura inadecuada, ambiente ruidoso, junto con el trabajo que se realiza en la casa, más las tareas domésticas que siguen recayendo mayoritariamente en las mujeres, configuran un cuadro de insalubridad laboral en donde las docentes suelen ser las más afectadas.
Inclusive, por las consecuencias sociales de que el propio sistema capitalista genera, y más aún en tiempos de crisis, las docentes también abordamos situaciones que exceden lo escolar: como el trabajo con niños, niñas y jóvenes que atraviesan situación de pobreza, violencia, que sobre todo dejaron las políticas neoliberales de desempleo y precarización laboral posdictadura y desde los años ´90 en adelante. De esta cruda realidad derivan enfermedades propias de un trabajo donde hay un “alto componente de experiencias de intercambio emocional”.
Este contexto hace que el trabajo docente sea “de riesgo”, porque la escuela va transformándose en un ámbito insalubre, para quienes trabajan en ella y para quienes asisten.

¿Ausentismo o enfermedad laboral?

El gobierno de Cambiemos, como lo hiciera el propio kirchnerismo a través de Cristina Fernández, junto a los medios de comunicación, insisten en demonizar a los docentes, y hacerlos responsables de manera individual de cada una de las problemáticas que atraviesan a la educación. Incluso en la actualidad, provincias como Mendoza, cuentan con un “ítem aula” que castiga a los docentes que por cualquier razón, necesitan faltar a la escuela, inclusive cuando esas “ausencias” sean por enfermedad. Hablan de ausentismo, para no hablar de las enfermedades laborales en la educación.
Como lo demuestra la investigación “Trabajo docente, ¿hoy como ayer?”, de María Eugenia Grandoli y Carolina Ambao, desde la fundación del sistema educativo nacional esta práctica gubernamental ha sido recurrente: “es evidente que el ausentismo docente constituye una problemática que se viene dando desde la misma existencia del sistema educativo, sólo que en los últimos años aparece con mayor ahínco en la prensa escrita (generadora de opinión pública) y es un tema que suele reavivarse en épocas de discusiones salariales. Sería interesante cuestionarse sobre las razones de dicha problemática, considerando que no se supedita a una etapa histórica determinada y mucho menos a una condición propia del “ser docente”. Sería adecuado quizás, profundizar el estudio de las características estructurales del trabajo docente para comprender el complejo entramado de condiciones materiales, regulaciones de las relaciones laborales, expectativas y mandatos sociales que operan en la concepción y en las prácticas concretas del trabajo diario de los docentes”.
Sobre la base de este relato gubernamental contra los trabajadores, se levanta un sistema de salud laboral que no está construido sobre la base de la atención y la prevención de diferentes enfermedades relacionadas con el ámbito educativo, sino sobre la base de la “continuidad” del trabajo, la estigmatización y la sanción.

Una salida por izquierda

Por las propias condiciones de trabajo, desde las bancas del PTS en el Frente de Izquierda, Myriam Bregman y Nicolás del Caño, propusieron reformar la jornada laboral docente a 6 horas, con un salario mínimo igual a la canasta familiar y un tope de 4 horas frente al curso, destinando el resto de las 2, a tareas de corrección, preparación de clases y capacitación en servicio. Junto con adecuar los establecimientos educativos y aumentar el presupuesto para educación, como primera vía para mejorar las condiciones de trabajo que atentan contra nuestra salud. Para esto es necesario enfrentar los ataques del gobierno de Cambiemos, que no sólo no quieren debatir la paritaria nacional, sino que a su vez culpabilizan a los docentes de sus propias enfermedades relacionadas con su trabajo.

Virginia Gómez
@mavirginiagomez

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