martes, 8 de marzo de 2016

Sin bajar la guardia



Un amplio rechazo se extendió ante los graves ataques políticos que se sucedieron en distintos puntos del país. Se inscriben en un clima reaccionario instalado desde el gobierno.

Un local de Nuevo Encuentro en Villa Crespo atacado a balazos; otro local de La Cámpora en Mar del Plata que sufrió el mismo tipo de agresión; trabajadores en lucha del Casino de Mendoza golpeados por una patota. Son los hechos que, en pocos días, saltaron a la escena política nacional y se dan en medio de un clima reaccionario que el gobierno nacional ayuda, como pocos, a instalar.

De Mar del Plata a Mendoza

En la madrugada del pasado sábado, en pleno centro de Mar del Plata, un local de la agrupación kirchnerista La Cámpora fue atacado con cinco disparos de una escopeta itaca. Se trata de un hecho que podría estar vinculado a reiteradas acciones de violencia protagonizadas por grupos neonazis en esa ciudad, de los cuales ya se ha informado en La Izquierda Diario.
Días atrás, poco casualmente, también desvalijaron la casa de Adolfo Pérez Esquivel en esa localidad. El dirigente de Serpaj señaló a los grupos neonazis como posibles responsables y afirmó que decenas de esos hechos permanecen impunes en “la Feliz”.
Horas más tarde, a balazos -aparentemente desde el piso 24 de un edificio cercano- atacaron a los militantes que se congregaban para inaugurar un local de Nuevo Encuentro, partido que lidera Martín Sabbatella. Ocurrió en el barrio porteño de Villa Crespo. El resultado fueron dos jóvenes con heridas. El repudio fue inmediato y extendido.
El hecho tomó rápidamente ribetes nacionales. Este lunes Martín Sabbatella fue recibido por la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. Ésta, obligada por las circunstancias, debió repudiar lo sucedido y declarar que se investigaría. “De ninguna manera podemos aceptar que exista violencia política en el país”señaló. Pocas horas después, en un breve comunicado, se afirmaba que existía un (moderado) repudio de Macri a los hechos.
No habían transcurrido 24 horas del ataque al local de Nuevo Encuentro cuando, en Mendoza, los trabajadores estatales del Casino y dirigentes de ATE sufrían el ataque de una patota. Una clara represalia por la lucha que están llevando adelante contra los despidos que son parte de la política de ajuste el gobierno del radical Cornejo.
El ataque ocurrió cuando realizaban una actividad en el Hipódromo para difundir su lucha. Los trabajadores denunciaron que la zona fue liberada por la policía. Debido a las heridas tuvieron que ser hospitalizados.
En el mismo fin de semana se producía un nuevo ataque, por parte de un grupo de encapuchados, contra la murga “Los auténticos reyes del ritmo” del Bajo Flores. Se trata de la misma murga que fuera reprimida por Gendarmería con balas de plomo pocas semanas atrás.

Instalando un clima reaccionario

El clima político e ideológico que el macrismo ha venido empujando desde que asumió en el gobierno es el que habilita este tipo de agresiones. Se trata de hechos gravísimos, que atentan abiertamente contra el elemental derecho a hacer política y organizarse.
Aquí no cabe distinción, el repudio debe ser enérgico y extendido. Pero las declaraciones contra la “violencia política” o comunicados de la Casa Rosada donde no encontramos ni una frase del presidente, no tienen mayor sentido si la política del gobierno, sus funcionarios y medios de comunicación es la de demonizar a la militancia o, para ser más precisos, a toda la militancia opositora, desde el kirchnerismo hasta la izquierda.
Es eso lo que se viene evidenciando en las últimas semanas. El ataque macartista que todos los días se sufre en las dependencias del Estado, donde el activismo sindical y los militantes son tratados de “grasa militante”, no sin antes haberles dicho “ñoquis”, “vagos” y todo tipo de descalificación, aporta a ese clima.
Ese discurso es el plafón que el gobierno brinda a bandas de patoteros o sicarios que, a los tiros o con palos, pretenden atemorizar a los luchadores y activistas. Esto ocurre en medio de una enorme ola de despidos que, tanto en el Estado como en las empresas privadas, es argumentado con el mismo desprecio.
Parte de esa política es la detención de Milagro Sala, a quien se encarceló por ser la dirigente de un movimiento social que Cambiemos y Morales en Jujuy estaban decididos a escarmentar. Las pretendidas imputaciones por corrupción aparecen con Sala ya en prisión, y cuando no pudieron llevar adelante el plan de condenarla por “usurpación” ni “tumulto”.
Pero el discurso bajo el que se justifica su detención, es parte de instalar ese clima reaccionario que criminaliza la protesta social y descalifica a la militancia.

Doble discurso

En Mar del Plata, el intendente Arroyo repudió, algo cínicamente, la agresión al local de La Cámpora. Sin embargo esas declaraciones son papel mojado. Arroyo es el mismo que le ha dado aire a agrupaciones y referentes neonazis y de ultraderecha como Carlos Pampillón, que estuvo al frente de las agresiones a las mujeres que participaban del último Encuentro Nacional de Mujeres.
La Presidencia de la Nación también difundió un tibio comunicado de repudio a la agresión en Villa Crespo. Pero es el mismo gobierno el que, todos los días y por todos los medios, ataca a la militancia opositora.
La demonización del activismo y de los luchadores, centralmente de izquierda, también fue patrimonio del kirchnerismo. No hace falta esforzarse mucho para recordar los ataques de Aníbal Fernández contra los trabajadores ferroviarios y contra Rubén “Pollo” Sobrero entre ellos. La constante demonización contra la lucha de los trabajadores tercerizados del ferrocarril Roca, por ejemplo, terminó siendo el terreno fértil sobre el que se montó la burocracia asesina de Mariano Ferreyra, con la activa complicidad policial que, otra vez, liberó la zona.
No hace falta tampoco esforzarse mucho para recordar cómo, en un discurso de apertura de las sesiones legislativas, Cristina Fernández defendió la falsa acusación contra los trabajadores petroleros de Las Heras, avalando la campaña reaccionaria que existía contra ellos.
Estos ataques sólo pueden enfrentarse con más organización y lucha. El conjunto de las organizaciones obreras, populares y de DDHH tienen que ser parte activa de una fuerte denuncia y campaña que rechace el clima político reaccionario que el gobierno pretende instalar y que exija al gobierno el completo esclarecimiento de los mismos.

Redacción LID

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