sábado, 12 de marzo de 2016
Los cambios de la historia
Son increíbles los cambios de las sociedades. Especialmente de la sociedad argentina. Por mi libro Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia sufrí sesenta y tres días en la cárcel de mujeres, previa prohibición del libro en el gobierno del fugaz presidente peronista Raúl Lastiri. Esa prohibición se convirtió luego, durante la dictadura militar, en ocho años de exilio para mí y mi familia. Al libro pude verlo otra vez editado durante la presidencia de Raúl Alfonsín. Después de la prisión y del exilio el libro fue el principal protagonista de un acto de homenaje nada menos que en una cooperativa de producción de mieles, productos rurales y de herrería en la provincia de Buenos Aires, donde se ha levantado una figura alegórica a Severino Di Giovanni y a su compañera Josefina América Scarfó.
Increíble mi alegría. Recuerdo mi enorme tristeza cuando el libro fue quemado y tuve que abandonar el país en tiempos de la presidencia de la señora de Perón. Luego fue denostado por la dictadura militar en términos más que vergonzosos y ahora lo homenajea una cooperativa de trabajadores. Increíble. Para escuchar música y coros. Más todavía cooperativa de mieles y el hermoso producto artístico que tanto nos hace pensar. Recordatorios al arte, a los comunitarios, a la paz, a la justicia social. Los trabajadores, conscientes del producto artístico como expresión del trabajo y de la historia. Ahí, en medio del gran Buenos Aires, se recordó a un hombre fusilado por una dictadura militar, mientras el pueblo guardaba silencio y miraba para otro lado.
Para el acto de muerte, el fusilamiento, fueron invitados todos los notables del Barrio Norte. Increíble. Vieron caer al luchador social con satisfacción. Una dictadura militar.
Ninguna democracia argentina se atrevió a criticar la barbaridad del fusilamiento. El autor del libro fue perseguido hasta el extremo y ahora en plena tierra bonaerense al fusilado se le realiza un recordatorio. Increíble por cierto. La verdad en la historia finalmente siempre triunfa. En ese acto, hablé de la muerte del revolucionario.
Leí el acta de su muerte: “Cuando avanzó el pelotón que había de fusilarlo miró detenidamente a todos los soldados. Una vez sentado y el pelotón a su frente, se acercó a él un soldado con la venda en las manos. Llegó hasta él por la espalda. Le puso la venda sobre los ojos pero Di Giovanni le dijo:
–No quiero que me pongan la venda.
Pero como el soldado insistiera, hizo un gesto brusco con la cabeza. Entonces el soldado se retiró después de haberlo atado al banquillo con una soga que le cruzaba el pecho a la tercerola.
Cuando el pelotón estaba listo para disparar y el sargento dio por señas la orden de apuntar, Di Giovanni se afirmó fuertemente contra el respaldo del banquillo. Levantó la cabeza. Puso todos los músculos en tensión y luego, irguiéndose todo lo que le fue posible concretó en un grito su último pensamiento. Y fue así que en el angustioso silencio del momento, un grito agudo partió de su garganta.
–¡Evviva l’anarchia!
En su crónica, el cronista del diario en inglés Buenos Aires Herald escribió “La descarga fusiladora terminó con el más hermoso de los que estaban presentes”.
Tal vez lo más bello que escribió Severino en su vida son las cartas de amor a América Scarfó. Un verdadero fresco de esa relación como lo exhibe este párrafo:
“Domingo, 19 de Agosto de 1928. Amiga mía: Tengo fiebre en todo mi cuerpo. Tu contacto me ha atestado de todas las dulzuras. Jamás como en estos larguísimos días he ido bebiendo a sorbos los elixires de la vida. Antes, viví las horas intranquilas de Tántalo y ahora, hoy, el hoy eterno que nos ha unido, vivo –sin saciarme– todos los sentidos armoniosos del amor tan caro a un Shelley y a una George Sand. Te dije, en aquel abrazo expansivo cuánto te amaba, y ahora quiero decirte cuánto te amaré. Porque el pan de la mente que sabe materializar todas las idealidades elegidas de la existencia humana, nos será la guía más experta para resolver nuestros problemas; y debo decirte con toda la sinceridad de un amigo, de un amante y de un compañero, que nuestra unión será bella y prolongada, gozosa y plena de todos los sentimientos; grande e infinitamente eterna. Y cuando te hablo de eternidad (todo aquello que el corazón a querido, gozado y amado, es eterno) quiero aludir a la eternidad del amor. El amor jamás muere. El amor que ha germinado lejos del vicio y del prejuicio es puro, y en su pureza no se puede contaminar. Y lo incontaminado pertenece a la eternidad.”
Osvaldo Bayer
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