sábado, 26 de marzo de 2016

A los 40 años



Qué increíble. A pesar de todo se demuestra que la ética triunfa en la historia. Puede ser que los casos que sucedieron esta semana y se recuerdan en estas líneas sean particulares o específicos, pero me parecen suficientes para marcar esa línea.
El martes de 22 de marzo fui invitado a dar una charla debate sobre “Genocidio, a los 40 años del golpe”, en el Bachillerato de Adultos ubicado al lado de la estación Chacarita. Llegué hasta el cuarto piso donde me esperaban estudiantes adultos mayores y profesores jóvenes que, entre todos, realizaron preguntas sobre la última dictadura militar y el exilio, la quema de mis libros y la experiencia vivida en los años transcurridos en democracia.
El día 23 de marzo, en Olivos, concurrí a una escuela pública, Paula Albarracín de Sarmiento. Cuando llegué me encontré con una cantidad enorme de adolescentes, sentados en el piso del aula magna para conversar juntos. De pronto, me comenzaron a preguntar sobre el último golpe militar, por qué pasó y qué significó la desaparición de personas. Al poco rato, me enteré que en el colegio el libro La Patagonia rebelde es uno de los de lectura permanente en cuarto y quinto año de la secundaria, lo mismo que la película de igual nombre que se proyecta siempre para los estudiantes. Les conté entonces sobre mis amigos entrañables, Rodolfo Walsh, Paco Urondo y Haroldo Conti. Y de mis recuerdos de las redacciones donde trabajé con ellos, cuando hablábamos del riesgo que estábamos corriendo por escribir y luchar por un país más justo e igualitario. También les comenté a los estudiantes sobre las ideas de los hombres de mayo de 1813, de esos hombres que pedían la igualdad en libertad, y discutimos sobre dónde quedaron esos valores en los diversos gobiernos que les continuaron, hasta llegar a la actualidad.
Los jóvenes estaban por doquier, algunos hasta colgados de las ventanas. Con gratitud, contesté sus inteligentes preguntas. “¿Qué sintió cuando tuvo que irse obligado de su país y dejar todo?”, me interpeló un estudiante de secundario. Le contesté que tuve una gran angustia y desazón por lo injusto de esa persecución. Yo solamente había escrito la verdad histórica, todo estaba investigado y siempre tuve las pruebas de todo lo escrito en mis libros. Ya sabíamos lo que estaba pasando, de a poco empezamos a ver esas prácticas autoritarias y criminales que empezaba a ejercer ese gobierno militar, desaparición de personas, torturas, represión y muerte.
Otra pregunta: “¿Qué piensa del futuro de la Argentina?” Respondí que el futuro depende de nosotros, que lo debemos construir entre todos. Por eso son tan importantes las asambleas, porque las decisiones las tenemos que tomar en común, el diálogo es lo más importante, hay que sostener una verdadera democracia, cueste lo que cueste. No existe democracia sin diálogo, discutir pero siempre en términos respetuosos, y la decisión de todos es la que cuenta. Por último les dije que sería bueno que los profesores los lleven a visitar las “villas miserias”, para que puedan ver que no hay derecho a que unos tengan tanto y otros nada. Tenemos que comprender que no puede haber niños con hambre, ni casas precarias; es importante que todos podamos vivir con la misma dignidad. Para eso tiene que existir la verdadera democracia, para no repetir lo que se hizo mal y llegar a la igualdad en libertad.
Para mi asombro ahí no terminaba la cosa. Me esperaban dos sorpresas más. Estaba en la sala la nieta de Severino Di Giovanni, Gisela Di Giovanni, que se acercó y nos abrazamos profundamente. Me embargó la alegría, nada menos que una descendiente directa de aquel anarquista cuya vida investigue y volqué en el libro Severino Di Giovanni, el más perseguido de la historia argentina. Pero no dejaban de aparecer sorpresas. Estaba también el hijo de Haroldo Conti, Alberto Conti. Otra gran alegría y emoción; su padre, mi amigo, el gran escritor, el gran poeta, asesinado por esos miserables dictadores que no hicieron otra cosa que perseguir y matar a los mejores.
Me despedí, tenía que estar en el Obelisco para hablar sobre “40 años del último golpe militar y la llegada de Barack Obama a la Argentina” junto a Nora Cortiñas y Pablo Pimentel, un encuentro al aire libre organizado por el Encuentro de los Pueblos. Allí dije que “Estados Unidos debe tener un cargo de conciencia sobre nuestra Patria y el imperialismo debe someterse a pedir perdón de una vez por todas...”
Por último llegó el día 24, en que se conmemoró los 40 años del último golpe militar en Argentina. Llegué con mis amigos a Avenida de Mayo y San José, donde esperamos a Adolfo Pérez Esquivel y a Norita Cortiñas. Marchamos en parte juntos por la Avenida de Mayo, cruzamos grupos de niños y anduvimos con ellos, después seguimos camino y nos encontramos con grupos de artistas, con militantes de todas las corrientes. Seguimos andando y de pronto quedamos adelante de grupos políticos partidarios, seguimos y estuvimos con gente de derechos humanos y gran cantidad de grupos independientes; hasta que volvimos a reunirnos con Norita Cortiñas y Adolfo, en un café, a tomar algo. Es que mis 89 años a veces me lo hacen notar. Pero no importa, lo verdadero fue ver con gran alegría que la Plaza de Mayo, nuestra Plaza de Mayo, la del pueblo, estaba colmada de gente, colmada de memoria recordando a nuestros desaparecidos y recordando también a los poderes de turno. NUNCA MAS, pase lo que pase, vamos a dejar que vuelvan gobiernos dictatoriales.

Osvaldo Bayer

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