sábado, 12 de marzo de 2016

Tres meses, pocos dólares y cada vez menos alegría



A noventa días del gobierno de Macri, se diluye la ilusión de una “lluvia de inversiones”. El acuerdo buitre, y los obstáculos a vencer hasta que este rinda frutos para el plan de ajuste oficial.

Pasados los noventa días del gobierno de Macri en el poder, se hace cada día más palpable que la ilusión de que bastaba el cambio para que se registrara una lluvia de dólares de inversiones, era simplemente eso, una ilusión. Se viene aclarando la perspectiva de que se irán concretando algunos desembolsos, pero en 2017 más que este año. Un futuro demasiado lejano para las urgencias de la administración de los CEO.
La importancia de la radicación de nuevos proyectos productivos no pasa sólo por la necesidad de que haya algún motor que empuje la economía ante tanto ajuste dando vueltas. Tiene que ver con la urgencia de conseguir dólares. Y ante el poco alentador panorama de la inversión extranjera (que en realidad trae más trastornos que los beneficios con los que quiere ilusionarnos el liberalismo económico), superar los obstáculos para el endeudamiento se hace cada día más acuciante.

En la “cuestión del dólar”, no cambiamos tanto

En los momentos de éxtasis apenas ocurrida la victoria electoral en el balotaje del 22N, varios referentes de Cambiemos llegaron a plantear que desde diciembre, gracias a algunos sencillos cambios “market friendly”, a la economía argentina dejarían de faltarle dólares y pasaría a nadar en la abundancia de verdes. No sabemos cuánto había en estas afirmaciones de ingenuidad, autoengaño, o puro verso en estos planteos. Pero la realidad muestra que, ahora sin cepo, los dólares no dejaron de faltar. Es que, mal que le pese a Cambiemos, en esto no cambiamos; los determinantes estructurales que explican el faltante de dólares, hacen caso omiso a la vocación pro empresarial del nuevo gobierno.
Durante el primer mes y medio, pareció que podría durar el dólar a 13 pesos. Pero esto estuvo condicionado por las tasas de interés inicialmente muy altas (casi 40 %), por el levantamiento parcial del cepo, y por el acuerdo con las cerealeras, que aunque menor que lo esperado sirvió para crear un clima durante las primeras semanas, y el endeudamiento externo del BCRA con el pase pasivo. Una columna de Federico Furiase y Martín Vauthier (estudio Bein & Asociados) en El economista plantea que “esta salida casi sin costos del cepo estuvo ayudada por algunos factores (el acuerdo con las cerealeras, la baja estacionalidad de las importaciones, las escasas necesidades de pesos del Tesoro en el primer bimestre, el exceso de efectivo de los bancos en el BCRA durante diciembre y la considerable cantidad de futuros vendidos durante la gestión anterior, que ponía un techo al costo de cobertura) que no necesariamente tuvieron que ver con la “confianza” y que operaron para ayudar al BCRA a estabilizar el tipo de cambio a la salida del cepo y al mismo tiempo presentar semana a semana una fuerte contracción de base monetaria combinada, paradójicamente, con bajas continuas en la tasa de pesos, llegando a hacerlas converger incluso a los niveles previos al levantamiento del cepo”.
Pero esta baja de las tasas de interés de las Lebac, que impacta sobre todas las tasas de la economía, disminuyendo la rentabilidad de invertir en pesos e “invitando” así a apostar al dólar, fue un elemento que empujó la nueva depreciación que sufrió el peso frente al dólar, llegando a superar la barrera de 16 pesos el 1 de marzo. No fue el único elemento que lo explica: pesa también el aprovechamiento de empresas extranjeras de todos los vericuetos para sacar dólares, y el paralelo retraimiento de la oferta privada de dólares, que tiene además un componente relativamente deliberado de los sectores que apuestan a mover el dólar más arriba, lo que volvió a hacer subir la moneda.
Todo esto muestra que se aventuraron en cantar victoria sobre la salida “ordenada” del cepo. El “orden” cambiario sólo se consigue, precariamente, con tasas de interés que son equivalentes al hundimiento de la economía.
El gobierno hoy está forzado a decidir entre dos malas opciones, como resultado directo del impacto de las políticas que aplicó y que aceleraron la espiral de precios (en diciembre-febrero superan el 12 %), espiral que además volverá a retroalimentarse con la suba del dólar. Desde el martes de la semana pasada, cuando subieron 7 puntos en un día las tasas de las Lebac, el Banco Central mostro que pesar de que no le sobran dólares (las reservas están en algo más de 29 mil millones de dólares gracias a la emisión en dólares que negoció la Provincia de Buenos Aires esta semana, pero las reservas netas utilizables son algo así como 11 mil millones y medio), con las tasas hay algo de poder de fuego, suficiente para tirar hasta que entren algunos dólares. Se trata de algo costoso: el BCRA se endeuda, y el costo que esto genera es el déficit cuasi fiscal. Por eso esta receta no puede sostenerse de forma indefinida, además de los efectos que tiene sobre la actividad económica. El enfriamiento monetario recortó el crédito, y esto es parte de lo que explica el parate económico con su correlato de despidos, que ya van para más de 100 mil si además de los del sector privado contamos el ataque a los trabajadores del Estado.

Todos unidos endeudaremos

A pesar del rechazo planteado por la bancada de diputados del FPV, que presentó dictamen de minoría firmado por Kicillof, el proyecto presentado por el gobierno para despejar el camino del acuerdo con los buitres, una verdadera entrega en toda la línea, estaría relativamente despejado. Aunque para terminar de despejarlo en el Senado los gobernadores peronistas se subieron el precio aprovechando la urgencia de Macri, lo cierto es que ellos tienen el mismo interés en que se despeje el camino del endeudamiento. Pero, siempre hay un pero, la decisión del gobierno bonaerense de endeudarse pagando 9,3 %, sugiere que existe una gran urgencia de Vidal para oxigenar las cuentas, o no hay una gran confianza en que las tasas bajarán demasiado después de cerrar con los buitres. La zanahoria con la que desde las finanzas internacionales se viene presionando a la Argentina para cerrar todos los litigios dejados por el default, podría terminar siendo otro espejismo, al menos en parte. Como sea, gobernadores y presidente tienen la misma apuesta al endeudamiento, para ir tirando. El gobierno nacional tiene tanto interés como los gobernadores en que estos también se endeuden: los dólares de las emisiones provinciales también mejoran la disponibilidad de reservas del BCRA.
Ante la ausencia de inversiones internacionales significativas y la continua degradación del balance comercial (o mejoramiento mediocre en el mejor de los casos) que probablemente continúe todo el año, sumado a la perspectiva de que seguirán yéndose dólares por todos los pasivos virtuales acumulados durante los años de cepo, el plan es “aguantar” con deuda. ¿Qué tienen a favor para hacerlo? Que la argentina tiene deuda en dólares muy baja (12 % del PIB, es decir algo más de un cuarto de la deuda total). El gran servicio hecho por el kirchnerismo fue dejar un país con baja exposición en dólares. Esto es también parte de la herencia, costosamente lograda regalando a los usureros internacionales los dólares que hoy tanto faltan, con la ilusión de que la abundancia que permitió el hoy extinto ciclo de altos precios de los commodities (aunque la soja mantiene cotizaciones mejores que otros productos) no se terminaría nunca.
Por supuesto, este plan no lo salva de la contradicción que tiene que seguir administrando en la coyuntura, que pasa sobre todo por el problema de los precios e impacta en el tipo de cambio, aunque le agregue sí un elemento para aliviarla. Tendrá que seguir definiendo que dosis de enfriamiento y que dosis de aceleración de precios tolera, lo cual seguramente seguirá imponiendo marchas y contramarchas, “desinteligencias” e internas en el gabinete, etc., pero con más espaldas financieras.

No future

Que recurrir al endeudamiento no es una receta sostenible, y a la larga tiene más costos y beneficios, ya que, como nos recuerda el economista Anwar Shaikh el recurso al endeudamiento para aliviar las contradicciones de la economía atrasada y dependiente (lo que aquí y ahora incluye conseguir dólares para que se los lleven los capitalistas extranjeros y los fugadores empresarios argentinos al exterior), significa que se “tendrá que pagar finalmente no sólo el préstamo original sino también los intereses” (Valor, acumulación y crisis, Ediciones RyR, 2006, p. 233). Por la acumulación de estos últimos los pasivos terminan siendo impagables y en estas condiciones, por efecto de los déficit crónicos y las deudas acrecentadas, la economía “debe sucumbir” (Shaikh, ídem). En esta triste historia terminó la Argentina en numerosas ocasiones en los últimos 40 años. Los costos del quebranto fueron para el pueblo trabajador, los beneficios logrados en el mientras tanto fueron para un puñado, los mismos hoy ilusionados con la nueva vuelta a los mercados, y bien guardados están en cuentas en el exterior.
Al revés de apuntar a cerrar el capítulo buitres para ingresar en una nueva espiral de endeudamiento, es urgente para el pueblo trabajador pelear para terminar con el saque de una deuda cuyos costos caen sobre nuestras espaldas. No pagarle ni a ningún buitre: no al pago de la deuda, la nacionalización de la banca y la imposición del monopolio del comercio exterior para poner fin al saqueo de los usureros y los pulpos imperialistas.
Para que no se decida de espaldas al pueblo, el FIT, con Myriam a la cabeza, propone que el pueblo trabajador decida si quiere este acuerdo o no con una consulta popular vinculante.

Esteban Mercatante
@estebanm1870

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