El país ha ingresado a una nueva etapa política cuyo objetivo no es otro que implantar un nuevo modelo de acumulación y reproducción de capitales. Hay un paso previo que es el ajuste, el reendeudamiento y el redireccionamiento de las relaciones internacionales.
No se trata solo que la derecha empresarial logro acceder al poder político por el voto popular, sin necesidad de recurrir a los militares y sin el concurso del peronismo. Esto marca una diferencia con los regímenes implantados en 1976 y en 1990. Con un plus diferencial, tanto la Junta Militar como Carlos Menem eran simples personeros del capital más concentrado, Mauricio Macri no solo lo expresa sino que forma parte.
Se trata entonces de una nueva etapa que, como en el fútbol, está trazada en dos tiempos. El primero del ajuste, del reendeudamiento, de la búsqueda de un nuevo equilibrio de las principales variables macroeconómicas y de una nueva inserción internacional. El segundo tiempo está centrado en un objetivo excluyente: un nuevo modelo de acumulación y reproducción de capitales centrado en la agroindustria, la minería de exportación y la construcción de obra pública ligada a la infraestructura para la circulación de mercancías y bienes de exportación, y el sector financiero, veremos qué sectores industriales pueden adaptarse a este esquema. Esto implica la reconfiguración del país en función del bloque de poder y del comando que se constituya para dirigirlo.
Pero el primer tiempo, de ajuste y reendeudamiento, es un período de transición del que el gobierno del PRO debe salir triunfante y llegar en condiciones de ganar las elecciones parlamentarias en el 2017, para así jugar a fondo sus objetivos de largo plazo.
En lo inmediato
Reendeudamiento: marcha superando inconvenientes con el sencillo recurso de aceptar casi todas y cada una de las condiciones impuestas por el juez Griesa y los fondos buitre. Resta levantar las leyes Cerrojo y de Pago Soberano, que todo indica el Congreso aprobará, sin importarle demasiado la lesión de soberanía que implica sea una condición impuesta desde el exterior y que el acuerdo es claramente lesivo para el país. Ya está en curso, debe ser aprobada, una emisión de bonos por 15.000 millones de dólares para pagarles y en perspectiva un acuerdo con el FMI tal vez por unos 10.000, en carpeta siguen el BM, el BID y otros, todo para financiar déficit fiscal y obra pública.
Ajuste: conviene aclarar que desde la crisis del primer peronismo todo ciclo expansivo de la economía termina inexorablemente en un ajuste. Esto es así porque Argentina es un país capitalista dependiente que desde aquellos años ostenta un desarrollo insuficiente y deformado de sus fuerzas productivas. Son estas deformaciones e insuficiencias las que en un período de crecimiento provocan los desequilibrios –restricción externa, déficit fiscal, inflación, atraso del tipo de cambio- que, salvo se transgredan los límites del capital, terminan trabando el proceso de acumulación como se ha verificado numerosas veces y también ahora. La administración Kicillof hizo lo imposible por postergar el ajuste y logró llegar al 10 de diciembre sin hacerlo pero al costo de exacerbar los desequilibrios y sin que pueda demostrar que si hubiera seguido al frente de la economía saldría de la encrucijada en que se habían metido sin hacerlo.
En nuestro país todo ajuste comienza por una devaluación. Pero como el tipo de cambio es desde hace cuatro décadas, el eje alrededor del cual se distribuye el excedente económico se comprende porque la transferencia de ingresos beneficia claramente al sector exportador –más si se tiene en cuenta que fueron anuladas y rebajadas las retenciones a productos agrarios y a la minería y eliminados los derechos de exportación a los industriales- en detrimento de los sectores obreros y populares. Ocurre además que nosotros no solo exportamos lo que comemos sino que la matriz insumo/producto tiene un alto componente importado, por lo tanto el traslado a precios es inmediato, como se ve en estos días y realimenta la inflación. La situación se emparenta así con la del 2014, cuando por la devaluación los trabajadores convencionados perdieron entre 5 y 7 puntos de sus ingresos reales y los jubilados cerca de 10.
La devaluación encarece las importaciones pero en las actuales condiciones del mercado mundial no necesariamente estimula las exportaciones, porque la caída de estas no es por precio sino por falta de demanda, especialmente en los productos industriales y regionales que van a Brasil, cuya crisis es muy profunda y amenaza continuar también en el 2017.
Para los teóricos del neoliberalismo la causa de la inflación es el exceso demanda por sobre la oferta. Por eso buscan reducir la capacidad adquisitiva de los salarios y la emisión monetaria bajando el gasto público. Enfriando la economía buscan reequilibrar oferta y demanda, no se les ocurre pensar que las altas tasas de ganancia y la desregulación de los mercados puedan tener algo que ver con la espiral alcista de los precios. La actual oleada de despidos en el sector público, que todo indica continuará en marzo, no tiene como objetivo bajar el gasto público sino enviar un mensaje con dos destinos: hacia los empresarios de que es el Estado el que habilita los despidos, hacia los trabajadores que privilegien el empleo sobre el salario.
El límite al ajuste está en la reacción de los ajustados
Así las cosas este año será recesivo y con inflación alta, tal vez 5 o 10 puntos arriba de lo estimado por el gobierno. La idea original del ministro Prat Gay de que el primer semestre sería difícil pero que en el segundo se recuperaría la actividad está siendo descartada por los principales gurúes de la City porteña, que por si fuera poco se quejan del gradualismo en bajar la emisión monetaria. Las primeras estimaciones indican que la caída podría estar en dos puntos del PBI, de ser así impactará en el 2017. Esta parece ser la razón de porqué el presidente Macri cambió a último momento el tono de su discurso –de las ondas de amor y paz al ataque directo- para tapar que la inflación no cede, que el dólar se escapa y que la actividad económica está en descenso.
La ola de despidos en el sector público está siendo continuada, por ahora en forma dispersa, en el privado, con eje en la construcción y parcialmente en los servicios, pero ya en petroleros, metalúrgicos y en las automotrices están sonando voces de alerta. El Secretario General de la UOM, y de una de las fracciones de la CGT, acaba de pedir que el Congreso declare la emergencia laboral y que se reinstale la doble indemnización por despidos, por su parte los diputados del FIT presentaron un proyecto de ley para que se suspendan los despidos y suspensiones por un año.
El Gobierno Macri solo responde que una vez concretado el arreglo con los fondos buitre lloverán dólares, nadie parece creerle, incluso si sucediera serían préstamos financieros, pero difícilmente de ampliación de la capacidad productiva, que es lo que se supone crearía empleo. Por otra parte, como señala un reciente documento sobre los acuerdos de libre comercio firmado por numerosas organizaciones internacionales “…nadie puede garantizar que las exportaciones y la inversión externa redunden en más y mejores empleos, buenos salarios y respeto a las condiciones laborales”.
Se sabe, la intensidad y extensión del ajuste depende de la resistencia de los ajustados. El paro de estatales del 24F y la multitudinaria movilización en su apoyo, con fuerte presencia de varios sindicatos no afectados aún por el desempleo y los bajos salarios, es una muestra de solidaridad de clase y también de que el movimiento de los trabajadores está embrionariamente tomando conciencia de la gravedad de la situación y de la centralidad de su propio movimiento en el mundo del capital.
Frente a la inacción de las conducciones burocráticas de las CGT, es imprescindible y urgente que las conducciones combativas y clasistas se pongan al frente de la resistencia y convoquen al conjunto de los trabajadores y sectores golpeados por las medidas de ajuste en curso.
Eduardo Lucita. integrante de EDI – Economistas de Izquierda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario