martes, 7 de julio de 2015
Grecia después del No
El juego de Alemania, Francia, Estados Unidos y el FMI. Los riesgos económicos y políticos de un Grexit. Nuevos y complejos escenarios. Una depresión deliberada. Reestructuración, quita y ajuste. La posición de Stiglitz.
El amplio triunfo del “No” en el plebiscito griego es una clara expresión de hastío de los trabajadores y el pueblo frente a la prepotencia de la denominada “Troika” (Unión Europea, Banco Central Europeo y FMI). La mayoría de los representantes de la UE, bajo el liderazgo de Alemania, trabajaron insistentemente durante los últimos días por un triunfo del “Sí”, atemorizando a la población con el discurso de que un voto negativo conduciría a la salida de Grecia de la Eurozona.
Cuestión que se convirtió en una amenaza de expulsión a la vez que en un intento de voltear al gobierno de Syriza. Mientras tanto Francia –aún cuando mostró su preferencia por un triunfo del Sí-, Washington y más veladamente el FMI, con intereses imperialistas propios, advirtiendo serios riesgos económicos, políticos y geopolíticos, presionaron para morigerar el discurso de la UE.
Los economistas norteamericanos y premio Nobel, Stiglitz y Krugman, se manifestaron abiertamente por el triunfo del “No” y abogaron por una restructuración de la fraudulenta deuda griega. En una línea similar, el FMI que cumplió un rol macabro durante los peores momentos de las negociaciones, publicó hace dos días un informe –ocultado a fin de sostener hasta el instante justo la presión de la UE- en el que manifiesta la insostenibilidad de las finanzas públicas griegas, apoyando una quita y un período de gracia de veinte años para las deudas existentes. Casualmente, lo mismo que pedían Tsipras y el gobierno de Syriza.
Escenarios
Habrá que esperar los próximos días para ver cómo evoluciona la situación aunque el triunfo del “No” inaugura nuevos escenarios complejos. En principio Tsipras -y el renunciante Varoufakis- se propone terminar de acordar las reformas exigidas por la Troika a cambio de la reestructuración de la deuda. Dice el diario El País que los referéndums no levantan los corralitos, no abren los bancos, no pagan los sueldos públicos, ni garantizan la permanencia en el euro. Y que a decir verdad, estas posibilidades están en manos de la Troika o sea, de los perdedores, siendo esa la paradoja. El referéndum es una victoria contra la Troika pero el problema es que la Troika es quién debe moverse para evitar la salida del euro. Por otro lado y contradictoriamente, la victoria sobre la Troika, creó saludables ilusiones en las masas griegas que probablemente compliquen el propósito de Tsipras de ceder hasta el límite, mucho más allá del deseo de quienes acaban de otorgarle otro voto de confianza.
Según el editorialista de Financial Times, Edward Luce, tanto el gobierno de Obama como el Fondo Monetario Internacional –herramienta norteamericana del poder financiero mundial-, instaron insistentemente a Europa por una quita y reestructuración de la deuda, pero no lo lograron, dejando en evidencia la mayor debilidad del rol de Estados Unidos en el mundo. El autor señala que la desesperación norteamericana por evitar el Grexit, tiene fundamentalmente dos componentes: uno económico y uno geopolítico.
El económico es que la salida de Grecia del euro podría afectar tanto el crecimiento de los principales socios comerciales de Estados Unidos –debilitando las exportaciones norteamericanas- como extenderse afectando seriamente a los mercados globales. Aunque nadie puede predecir cómo y en qué medida, el riesgo de contagio del Grexit, pesa sobre la Reserva Federal de Estados Unidos y sus intenciones de elevar las tasas de interés. El geopolítico es que una salida de Grecia del euro podría fortalecer a Rusia que tiene en los Balcanes un objetivo natural. Grecia podría salir del euro y permanecer en la Unión Europea, cuestión que representaría el escenario menos malo. Pero eventualmente, este escenario también podría iniciar una reacción en cadena, expulsando a Grecia de la UE y de la OTAN. Resulta impredecible el camino que podría seguir una Grecia desestabilizada. Por otra parte y por ahora, Merkel y Hollande sólo dijeron que era necesario “respetar la decisión del pueblo griego” y que se organizaría una cumbre el martes para discutir las consecuencias del referéndum. Alemania salió dañada de esta contienda y pierde fortaleza interna. Una vez más no está descartado que su debilidad relativa la impulse a romper sus propias “líneas rojas” e impulsar el desencadenamiento de lo que podría transformarse en una nueva catástrofe. No obstante, Europa también necesita la integridad del euro y una Grecia adentro de la Unión Europea y la Alianza Atlántica. Cuestión que hace imposible descartar un acuerdo que busque imponer a Grecia el brutal ajuste buscado a cambio de algún tipo de reestructuración de deuda. También el Banco Central Europeo quedó con menor margen y legitimidad para seguir tirando de la cuerda. Toda la prensa imperialista cae con virulencia sobre Syriza y el Primer Ministro Tsipras a quien le recuerdan que escapó del riesgo de ser “humillado” y que “el orgullo griego fue salvado”, con la intención de evitar que se “deje influenciar” por la sensación de triunfo interno para que se disponga a aceptar todas y cada una de las exigencias de la Troika. Una tarea compleja para Tsipras: toda vez que los trabajadores y el pueblo griego se sienten apenas más fuertes, su misión conciliadora y redentora del capital, se vuelve más compleja.
Depresión deliberada
La deuda griega alcanza alrededor del 177% del PBI. Desde el estallido de la crisis de 2008 y tras los dos mal llamados “rescates” -mediante los cuales la Troika le facilitó a Grecia dinero a cambio de ajustes-, el monto de la deuda se incrementó desde el 112% del PBI hasta alcanzar su valor actual.
Durante el mismo período el PBI se derrumbó en un 25% y el desempleo alcanzó el 27%. Stiglitz, ex economista jefe del Banco Mundial, un conocedor -si los hay- del funcionamiento de este tipo de mecanismos señaló “No se me ocurre ninguna otra depresión, ninguna, que haya sido provocada de forma tan deliberada y haya tenido unas consecuencias tan catastróficas” (The World Post). Para agregar que las políticas previas “resultaron beneficiosas para Alemania y otros rescatadores, que se aprovecharon de la angustia griega al aplicarle una tasa de interés mucho, muchísimo más alta que el coste de su capital” (El Huffington Post). Agrega que “después de años de chantaje a Grecia y de insaciables exigencias de austeridad, que han conducido a una depresión económica catastrófica, la Troika ha conseguido empujar al país al abismo del impago”.
La reestructuración de 2012, según Stiglitz, no sólo no fue lo suficientemente profunda sino que además modificó la composición de la deuda, que pasó de manos de acreedores en su mayoría privados a acreedores públicos, cuestión que dificulta nuevas reestructuraciones. Justamente el pasaje de la deuda de manos privadas a públicas fue la resultante de la gran operación de rescate de los bancos privados por parte de los Estados desde 2008, con el aditamento de que este mecanismo centraliza mucho más la posesión de la deuda, dificultando su reestructuración. Lo notable es que tras esta serie de denuncias, a Stiglitz no se le ocurra la posibilidad de que Grecia rechace definitivamente el pago de semejante fraude. Tampoco se le ocurre a Tsipras, a pesar de haber encargado la investigación de la deuda, a una comisión integrada por 15 expertos extranjeros y 15 nacionales. Tras una extensa evaluación, la comisión determinó el carácter “insostenible”, “ilegal”, “ilegítimo” y “odioso” de la deuda, recomendando su impago.
El FMI, Stiglitz y Syriza
Si bien las instituciones europeas y el FMI, revelan, hasta cierto punto, intereses encontrados, su esencia los unifica y en parte juegan el juego del “policía bueno” y el “policía malo”. El fin consiste en ahogar a los trabajadores y al pueblo griego hasta el máximo posible pero evitando el estallido. Aunque, y como ya señalamos, tanto por la divergencia de intereses como por la compleja situación que atraviesa Grecia, el juego puede fallar. La propuesta de reestructuración de deuda que reveló el FMI en los últimos días, tiene alta probabilidad de transformarse en factor clave de discusión en las mesas de negociación. Aún no fue publicada en detalle pero su contenido consistiría fundamentalmente en que los organismos europeos apliquen una leve quita del 30% a la deuda, un aplazo de los pagos por 20 años y una “ayuda” a Grecia de alrededor de 50 mil millones de euros a cambio…del plan de ajuste de la Troika. Esto era lo que no casualmente recomendaba el ex Secretario del Tesoro Norteamericano, Larry Summers, en Financial Times hace más de 15 días. Stiglitz, por su parte, se ubica como una suerte de ala “ultra izquierda” de este programa.
Rechazando el ajuste “explícito” y señalando que la economía debe crecer, para luego poder pagar. Aunque reconoce diferencias entre Grecia y Argentina del 2001, sugiere –de forma timorata y sin demasiada convicción- que este último podría eventualmente ser el camino. Se trata de otro tipo de ajuste distinto del modelo de la Troika, es el ajuste de la devaluación. En Argentina, donde el default de otra deuda impagable se impuso por la vía de los hechos en 2001, la devaluación al año siguiente profundizó largamente la recesión que entre otra perlas provocó una caída del 40% -en términos reales- de los ya maltrechos salarios. La recuperación económica en Argentina comenzó en 2003. Pero incluso en un escenario en el que los trabajadores y amplios sectores de masas se sentían con la fuerza de haber volteado a un gobierno y aún tras un canje que redujo la deuda en alrededor del 75% -casi toda la deuda reestructurada estaba en manos de acreedores privados-, los ganadores resultaron ser, por muy lejos, los dueños del capital y los acreedores. A muy poco de comenzada la recuperación, Argentina retoma -luego del canje- el pago de la deuda en 2005 y las ganancias de los dueños del capital –al menos de los más concentrados- crecen en términos relativos mucho más que los salarios, cuestión indica un incremento de la explotación del trabajo. Mientras tanto y como promedio, recién en el año 2007 los salarios pudieron recuperar el ya deprimido valor real de que gozaban en 2001. A la par -y como dice la presidenta CFK- los dueños del capital se la llevaban “en pala” y Argentina se convertía en un “pagador serial” de deuda externa. Y aún así el problema más profundo es que el capitalismo no funciona de manera evolutiva sino disruptiva. No es que como norma los trabajadores avanzan lento aunque a paso firme hacia una mejora cualitativa y duradera de su nivel de vida, mucho menos cuando el fantasma de los limitados espacios para la acumulación asola al capital internacional.
No, los pequeños avances logrados por los trabajadores se los fagocita la próxima crisis. Por eso, en términos generales –y más aún en las últimas décadas-, la desigualdad en el modo capitalista de producción crece. Y, salvo escasas excepciones, los trabajadores no se convierten en dueños del capital sino que en un perpetuo trabajo de Sísifo intentan ciclo a ciclo mantener el valor de sus salarios. Amén de que la situación de Grecia es cualitativamente distinta de la de Argentina en 2001, no es progresista el aliento de la devaluación contra el ajuste, simplemente porque se trata sólo de un cambio en las formas. Y lo que suele obligar al capital a ciertas concesiones no son precisamente las distintas “mecánicas” económicas aplicadas, sino las relaciones de fuerza entre las clases.
Por último Syriza ya había expresado su estrategia en la voz de su Ministro de Finanzas, Varoufakis, quien horas antes del plebiscito dijo estar dispuesto a aceptar medidas duras a cambio de una reestructuración de deuda e inversiones. Su reciente renuncia –aparentemente demandada por la Troika- es una nueva ofrenda de Syriza. Indica que, postulados para apaciguar y redimir al capital, harán todo lo posible por transformar en un SÍ, el determinante NO que los trabajadores y el pueblo griego exclamaron contra la Troika. La salida está en otra parte. NO al pago de la fraudulenta deuda, NO al ajuste, por la ruptura de las negociaciones con la Troika y un plan integral de emergencia.
Viva la bronca de los trabajadores y el pueblo griego, NO a la conciliación con sus verdugos, por la más amplia movilización de los trabajadores y pueblos de Europa en apoyo a Grecia contra la Troika y contra el pago de la deuda.
Paula Bach
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario