jueves, 30 de julio de 2015

Ese palito para abollar ideologías



En la noche del 29 de julio de 1966, la dictadura de Onganía reprimió brutalmente en la Facultad de Ciencias Exactas y de Filosofía y Letras de la UBA, además de intervenir las facultades de Arquitectura, Medicina e Ingeniería, ante la resistencia pacífica de estudiantes, docentes y decanos que defendían la autonomía universitaria. Su objetivo, la emergencia de normalizar las universidades.

A un mes del golpe a Illia, Onganía decretó la disolución de los Consejos Superiores y Directivos de las facultades y decidió que a partir de ese momento la Universidad estaría controlada por los Decanos y el Rector, que funcionarían a las órdenes del Ministerio de Educación, bajo la ley 16.912. Además, “los centros o agrupaciones estudiantiles deberán abstenerse de realizar actos políticos. La violación de esta prohibición autoriza al Ministerio de Educación a disolver el centro responsable” [1]. A los Decanos y al Rector se les dio 48 horas de plazo para aceptar esto, pero respondieron emitiendo una declaración en la cual se negaban a aceptar la supresión de la autonomía universitaria.
Para el año ’66, la universidad estaba pasando por un proceso de modernización con la facultad de Ciencias Exactas y Naturales a la cabeza. Esto se materializó a partir de la formación de centros de investigación científica, una renovación en los planes de estudio, y por el lado de las Ciencias Sociales, con la incorporación de la carrera de Sociología y Psicología. Se abrieron secretarias de extensión y se organizaron campañas de alfabetización. Se creó la editorial Universitaria de Buenos Aires, que publica en menos de una década 12 millones de libros. En Exactas, se crea el instituto del Cálculo y la Computadora Clementina. Todo esto es producto de la recuperación del co-gobierno tripartito universitario y una participación activa y política de la juventud que ligaba la universidad a los distintos fenómenos de la realidad y la actualidad, tales como la revolución cubana o la guerra de Vietnam que interpelaban a la discusión, a la disputa y al posicionamiento político.
"Sáquenlos a tiros, si es necesario. ¡Hay que limpiar esta cueva de marxistas!"- Mario Fonseca, Jefe de la Policía Federal.
El operativo a cargo del jefe de la SIDE, Eduardo Señorans, y el Jefe de la Policía, Mario Fonseca, comenzó cerca de las 22 hs. La infantería había rodeado el edificio de Ciencias Exactas, donde estudiantes, docentes y decanos habían tomado la facultad con barricadas de pupitres para evitar el ingreso de las fuerzas represivas. Allí realizaron una reunión de Concejo Directivo extraordinaria para ratificar el rechazo al decreto de Onganía.
Warren Ambrose, docente norteamericano, relata de esta manera el hecho en su famosa carta al New York Times el día 30 de julio: “Entonces entró la policía. Me han dicho que tuvieron que forzar las puertas, pero lo primero que escuché fueron bombas, que resultaron ser gases lacrimógenos. Al poco tiempo estábamos todos llorando bajo los efectos de los gases. Luego llegaron soldados que nos ordenaron, a los gritos, pasar a una de las aulas grandes, donde nos hizo permanecer de pie, con los brazos en alto, contra una pared. El procedimiento para que hiciéramos eso fue gritarnos y pegarnos con palos. Los golpes se distribuían al azar y yo vi golpear intencionalmente a una mujer –todo esto sin ninguna provocación.” [2] La infantería ocupó el edificio, y a bastonazos arreó a los estudiantes para llévarselos detenidos.
La policía también se encargó de desalojar la Facultad de Filosofía y Letras, Arquitectura, y Medicina, y se llevó detenidas alrededor de 500 personas (entre estudiantes y docentes). La persecución política hacia la academia produjo 1.378 docentes que renunciaron o partieron al exilio, además de las renuncias de los decanos de Filosofía, Ciencias Exactas y Arquitectura. Al día siguiente, Onganía clausuró todas las universidades por tres semanas y designó como rector interventor de la UBA a Luis Botet, quien se encargó de mantener un régimen policial interno dentro de las facultades.
El objetivo trazado por la dictadura: poner fin a la autonomía universitaria, el co-gobierno y la libertad de cátedra, es decir, el ataque sobre las conquistas de la reforma del ’18, fue el intento preventivo de “normalizar” la Universidad, en base a una correcta caracterización política sobre ese caldo de cultivo para la “subversión” que históricamente fueron las facultades. Apuntaban a ese sector estudiantil que emergía nuevamente y salía de la "isla democrática" influenciada por la Revolución Cubana del ‘59, y que también había batallado, años atrás, contra el ataque clerical de Frondizi sobre la educación pública en el año 1958. Beba Balvé y Beatriz Balvé, definen que “el gobierno de Onganía, formaliza por medio de una ley, lo que se venía desarrollando en la práctica: la crisis de la reforma. Trató de frenar lo que se venía desarrollando: la profundización de la reforma hacía otra forma” [3]. El año `69 demostró que la lógica militar no pudo contener las fuerzas de la historia. El Correntazo, el Rosariazo y el Cordobazo de mayo, esas "explosiones" semiinsurreccionales, definirán que la noche de los Bastones Largos, lejos de conducir el cauce de la juventud hacia el orden, colaboró en gran medida a que se desataran esos fenómenos de unidad obrero-estudiantil que hirieron de muerte al régimen militar.
Todas estas experiencias son las que forjaron al movimiento estudiantil actual. Son los estudiantes quienes continúan peleando por la libertad de cátedras y de pensamiento; y son (como en aquella época) quiénes cuestionan la realidad y el orden establecido para luego, transformarlo.

Lautaro Pastorini

Notas

[1] El 69 huelga de masas. Beatriz y Beba Balvé. Ediciones RyR.
[2] Warren Ambrose: carta al editor del New York Times, 30/07/1966 http://archivohistorico.educ.ar/sites/default/files/VII_16.pdf
[3] Ob. cit.

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