martes, 7 de julio de 2015
El surgimiento de las Coordinadoras en el 75: su significado
En las jornadas de junio-julio de 1975, surgieron en los principales centros industriales las Coordinadoras. En la Zona Norte del Gran Rosario, se conformó la “Coordinadora de Gremios en Lucha” y los Petroquímicos.
A través de su Boletín, sintetizaron esos momentos:
“Los trabajadores petroquímicos, ante la noticia de que no se homologarían las convenciones colectivas de trabajo y se daría un aumento por decreto del 50%, ganamos la calle para defender con nuestra lucha lo que la clase dominante pretendía quitarnos con la lapicera. En esas jornadas nos encontramos en la calle con miles de trabajadores de distintas ramas de la producción y codo a codo luchamos hasta abortar la política económica, arrancando de los resortes del poder a los ministros del hambre popular”.
“Pero los salarios conseguidos en las paritarias van perdiendo día a día su poder adquisitivo ante el incesante alza del costo de la vida, que se refleja en el aumento de tarifas e impuestos, gas, electricidad, materiales de construcción, ropa, útiles escolares, y todos los artículos de la canasta familiar, etc. Se nota también en la quiebra de los pequeños productores, en la paralización de los planes de vivienda, en el estado calamitoso de los hospitales, desabastecimiento, en la inflación que ha alcanzado porcentajes que van desde el 200% al 450%; en la gran cantidad de desocupados, que genera una mayor oferta de mano de obra y por consiguiente una constante desvalorización de la misma; en la supresión de las libertades democráticas; manteniendo el Estado de Sitio, que hace que compañeros como Piccinini, Ongaro, Zamboni, etc. deban permanecer presos o irse del país sin haber cometido otro delito que defender los intereses de la clase trabajadora. En la intervención a sindicatos democráticos –Luz y Fuerza, Smata (Córdoba), UOM (Villa Constitución), Cetera (Nacional), etc.– se aprecia que nuestra victoria fue parcial en nuestros compañeros más representativos y honestos que han regado con su sangre el camino de nuestra emancipación definitiva, mudos testigos de la represión y la barbarie a la que nos somete la clase dominante”.
“Todo lo expuesto deja medianamente claro que la crisis social, política y económica día a día se agudiza. Por ello se hace necesario que los trabajadores coordinemos nuestras luchas, que nos unamos a los efectos de que unidos y organizados demos por tierra con todos los intentos del gobierno, burocracia sindical, milicos y explotadores de sumergirnos en la miseria física y social que han programado para nuestra clase, y que se viene cumpliendo tal cual lo detallamos sintéticamente en los párrafos anteriores”.
“Con ese pensamiento y esa necesidad y como consecuencia de las luchas de julio, la C.D. del Sindicato Petroquímico, junto al frente gremial docente, compañeros de John Deere, Hanomag, Construcción, UPCN, Judiciales, Municipales, Bancarios, Mercantiles, Metalúrgicos, Sanidad, Duperial, Ceramista, Vilver (Villa Constitución y Rosario), Sulfacid, etc., constituyeron la Mesa Provisoria de la ‘Coordinadora de Gremios en Lucha’ y sigue trabajando para la conformación definitiva de la misma.
“Si los patrones coordinan para explotar, los trabajadores coordinamos para erradicar la explotación” [1].
Los Gremios de la Zona Industrial volvían a parir una nueva Organización, como lo habían hecho cuando se conformó la Intersindical en 1969. La “Coordinadora de Gremios en Lucha” estuvo integrada por algunas conducciones sindicales, comisiones internas de varias fabricas, agrupaciones obreras y activistas gremiales. Su funcionamiento se caracterizó por un amplio ejercicio de la democracia obrera en todas las instancias [2].
Fueron quince días en que el país estuvo prácticamente paralizado, con masivas y permanentes marchas obreras en todo el territorio nacional, especialmente en los cordones industriales. Las concentraciones en Plaza de Mayo y en las principales plazas del país, a pesar de la burocracia, adquirieron un claro contenido político, exigiendo y logrando la anulación del “decretazo” de Isabel Perón y la renuncia de sus ministros Rodrigo y López Rega.
Se fue dando un espacio donde surgieron las Coordinadoras, formas organizativas de la clase obrera, sustentadas en la acción conjunta, la solidaridad, los principios de la democracia de base y la defensa de sus intereses.
“Las gloriosas jornadas de julio muestran lo poderoso que somos cuando nos decidimos a luchar por nuestros intereses. La producción del país, en esos días, bajó considerablemente y cuando al gobierno se le ocurrió sacarnos lo que habíamos conseguido en la lucha, salimos a la calle y como un solo hombre expresamos nuestra bronca contra nuestros circunstanciales enemigos López Rega, Rodrigo, etc. Patrones, burócratas, milicos y gobierno temblaron, marcha y contramarcha, comunicados, reuniones, trataron de parar esta incontenible demostración de fuerza y combatividad. No lo consiguieron. Triunfo parcial de la clase obrera. Fue parcial porque el enemigo está asustado, pero en pie. Ya están reacomodándose: licencia presidencial, cambio de ministros, arreglo entre partidos, discursos, palabras y más palabras. Con un solo objetivo: que la crisis la paguen los obreros”.
“Fuertemente unidos, junto al resto de la clase obrera, discutiendo y decidiendo en asambleas democráticas, sin delegar en otros lo que nosotros mismos debemos resolver, nos fortaleceremos cada vez más para responderle a la patronal ante cada atropello y a las bandas armadas ante cada amenaza. Los petroquímicos hemos demostrado lo que somos capaces de hacer: recordemos la presencia masiva en el Ministerio de Trabajo, la recorrida de las fábricas, las manifestaciones en Rosario. Por ese camino iremos marchando, hasta derrotar a nuestro enemigo, haciendo pagar la crisis a los verdaderos culpables: los patrones” [3].
En el caso de la “Coordinadora de Gremios en Lucha de la Zona Norte del Gran Rosario”, a diferencia de otras surgidas en distintos puntos del país donde las organizaciones fabriles desbordaron a los dirigentes sindicales, ésta estuvo integrada e impulsada por varias conducciones sindicales combativas y clasistas.
Adolfo Gilly afirmó: “El control por el Estado desde arriba, a través de los dirigentes peronistas, el empuje y la organización de los trabajadores desde abajo marcó desde entonces (1945) a los sindicatos industriales de masas argentinas. En el ‘Cordobazo’ de 1969, pero sobre todo en la huelga general de julio de 1975, la tensión permanente entre estas dos determinaciones entró en conflicto antagónico. En ambas ocasiones, el factor decisivo de organización de las luchas fueron los organismos de fábrica. Pero en 1975 éstos desbordaron durante varios días a la alta dirección sindical, se coordinaron independientemente de ella y entraron en contradicción directa con el gobierno peronista y con el Estado” [4].
Coincidimos con la apreciación que plantea Gilly: “cuando el consejo sale de su fábrica y se une a los de otras fábricas en una red que se extiende al cuerpo social, inevitablemente entra en un conflicto con el poder del Estado (...) Cada vez que un acontecimiento similar se ha presentado o ha amenazado presentarse, ha coincidido con un alto nivel de la actividad huelguística, social y política del proletariado, y ha provocado la inmediata reacción del Estado para recuperar sus prerrogativas amenazadas y restablecer la autoridad del capital –o del Estado– en las fábricas” [5].
En los meses posteriores a junio-julio, comenzaron a aparecer frecuentemente en el discurso de militares, empresarios, políticos y sindicalistas las apelaciones a la lucha contra la “guerrilla fabril”, “las huelgas salvajes” y los “infiltrados en el movimiento obrero”, tras lo cual “toda la potencia represiva del Estado se concentró furiosamente sobre las fábricas, los trabajadores y sus aliados con todos los medios a su alcance”.
El SOEPU denunció la represión desatada en esos días a través de un pronunciamiento –Contra la Escalada de Terror y Matonaje– en el cual plantearon: “La escalada terrorista que invade el país y que invariablemente ha quedado impune (jamás se encontró un asesino a sueldo del imperialismo), los asesinatos, cárceles, invención de falsos complots. Secuestros, amenazas a auténticos exponentes del arte popular, a políticos, etc. Las amenazas a nuestro asesor letrado y a uno de nuestros dirigentes, las amenazas a un dirigente de los obreros de Sulfacid y su familia, la inmolación del joven compañero José Polenta. No podríamos comprender la existencia del terrorismo y el matonaje impune sin entender el poder que lo nutre” [6].
Desde 1969 se fueron dando formas organizativas democráticas, con gran participación de las bases obreras, estableciéndose así profundas relaciones interfabriles con innumerables contactos regionales y nacionales. A esto se sumó la intensificación de los vínculos y debates en el interior de las plantas industriales, de una fábrica a otra, de las zonas industriales a los barrios obreros. Por eso, el principal objetivo de la Dictadura Militar del ‘76 fue frenar ese proceso en ascenso, destruir y paralizar toda esa organización que se venía gestando. La represión más violenta fue contra los dirigentes, militantes y cuadros obreros. Los militares genocidas continuaron lo que desde hacía un tiempo venían llevando a cabo las bandas parapoliciales: asesinar delegados de fábrica.
Las limitaciones de esas luchas de junio-julio de 1975 pueden ubicarse en que las Coordinadoras no pudieron evitar que la burocracia sindical negociara con la fuerza de las movilizaciones, a lo que se sumó la posterior derrota infligida al proletariado por parte de la burguesía, con la represión desatada en los meses siguientes. Por otra parte, numerosos protagonistas de esas jornadas, destacaron la falta de formas organizativas de autodefensa, para la protección de los activistas, militantes y miembros de comisiones directivas.
Desde esos días hasta el golpe de 1976, los fenómenos que caracterizaron la situación del país fueron los siguientes:
- Imposibilidad de mantener la conciliación de clases en el terreno de la producción.
- Se puso al rojo vivo la contradicción entre economía y política.
- La burguesía se debatió en su impotencia para gobernar, que se expresó en: debilitamiento del ejecutivo, ruptura de la prescindibilidad de las Fuerzas Armadas y necesidad del reforzamiento de sus instituciones.
- Indisciplina social y productiva. La indisciplina fabril y la anarquía social carcomían el “cuerpo social”.
Reflexiones sobre las luchas de junio-julio de 1975
La lucha por el derecho a la organización sindical del proletariado, en tanto vendedor de fuerza de trabajo y organizado en sindicatos, signó toda una etapa de la historia de la clase obrera en la cual se dispuso a discutir con la burguesía el valor de cambio de su mercancía.
La clase obrera se organizó en los Sindicatos para resistir bajo una forma que se destaca porque el proletariado pugna para que dinero-mercancía se pague por más dinero. Por supuesto que la mercancía es fuerza de trabajo. Pero, para entender mejor esto, ¿cómo resiste el proletariado? Igual que el tendero, porque regatea con su mercancía: como libre vendedor de su fuerza de trabajo exige más dinero; en el caso que se lo nieguen, no vende y hace huelga.
En todo ese largo camino de resistencia del proletariado a la burguesía, los libres vendedores de fuerza de trabajo fueron necesitando de una organización externa a las fábricas. Porque: ¿Quién organiza al proletariado dentro de la fábrica? La burguesía. ¿Dónde y cómo se organiza el proletariado?, en los sindicatos, en las asambleas.
Estar dentro o fuera de las fábricas no consiste simplemente en un hecho geográfico; fuera están los libres vendedores de fuerza de trabajo y dentro están los obreros desposeídos de su fuerza de trabajo. Dentro de las fábricas, la fuerza de trabajo es posesión del capital y el salario se ha convertido en capital variable. El vendedor de fuerza de trabajo está siendo desplazado por el desposeído, en la que el libre ciudadano, en el plano del intercambio, está siendo reemplazado por el esclavo asalariado en el plano de la producción.
La Organización Sindical, organización de los libres vendedores de fuerza de trabajo, no se proponía –por lo menos en su surgimiento– más que el papel de resistencia a la explotación capitalista, ya fuere en lo concerniente a las condiciones de trabajo como en el plano salarial. Y la organización sindical por rama de la producción pasó a ser estimulada por la propia burguesía, que necesitaba planificar la producción y, por ende, necesitaba planificar el precio de la mercancía fuerza de trabajo. Surgieron así los Contratos Colectivos de Trabajo, que inclusive fueron incorporados por la legislación del Estado burgués y pasaron a ser la forma más difundida del contrato de trabajo.
Los contratados ya no eran los obreros individuales sino el conjunto de los obreros en cada rama de la producción. Es decir, se constituía el monopolio de los propietarios de la mercancía fuerza de trabajo, en oposición a los intentos de monopolización de la fuerza de trabajo por parte de la burguesía. Esto era expresión también de que se terminaba la etapa de libre cambio entre los propios obreros y era equivalente, en lo atinente a la venta de la fuerza de trabajo, de lo que es la expansión capitalista en la fase de los monopolios.
El contrato colectivo de trabajo, por ley, no es ley para el conjunto, pero sí es ley para las partes. El Estado se limita al papel de “guardián” para que lo acordado entre las partes se cumpla. O sea, hay una injerencia del Estado, el cual si bien no toma parte en la libre contratación, sí vela por su cumplimiento. Pero en realidad, ¿qué es lo que se está haciendo al firmar el convenio colectivo de trabajo? Se está planificando la venta de la fuerza de trabajo a tiempo fijo por rama de la producción.
Con las Paritarias, como órgano de discusión, continuaron afirmándose los convenios colectivos, conteniendo la posibilidad que arbitrase el Estado en caso de desacuerdo entre las partes. El Estado aparece así reglando “por encima” de las clases, claro está, de las clases “compradora y vendedora”. Esto evidencia una contradicción mayor entre el proletariado y la burguesía –que ya no podían ponerse de acuerdo– aunque más no sea en la esfera del intercambio. Por eso, el guardián del “interés general” –el Estado burgués– debió comenzar a intervenir, decidiendo lo que las partes no podían conciliar.
La contradicción entre “compradores” y “vendedores”, aunque las partes aparecen como iguales ante la ley, se expresa primero en la esfera del intercambio, pero termina por introducirse en la esfera de la producción: el valor de cambio de la fuerza de trabajo, vía Convenios Colectivos y Paritarias, progresivamente se transformó en una limitación al uso capitalista indiscriminado de la fuerza de trabajo.
Así, “los vendedores” le fueron arrancando a la burguesía una serie de derechos laborales bajo la forma de derechos especiales de los trabajadores, lo que significaba una profundización del reconocimiento de que el obrero es un ser humano. Esto no representaba otra cosa que la tan mentada “humanización” del capitalismo.
Y relacionando esos conceptos con las luchas de junio-julio de 1975 debemos preguntarnos: ¿Por qué se desató el conflicto?, ¿Cuál fue el conflicto?, ¿Qué tipo de respuesta tuvo la clase obrera ante la No Homologación por parte del Gobierno Nacional de los aumentos salariales acordados en Paritarias?, ¿Qué expresó la lucha en esas jornadas?
Durante esos días, el Estado no homologó lo acordado entre los compradores y los vendedores; el Estado “reguló por encima de las partes, por sobre las clases”. Los obreros reaccionaron como ciudadanos “libres vendedores de su fuerza”, ante una medida política del gobierno. La lucha fue de lo económico a lo político, se enfrentó la disposición política de “regular por encima de las parte, por sobre las clases”. Se pasó de la discusión en Paritarias, de los acuerdos entre “las partes”, no sin conflictos y amenazas de huelgas, a enfrentar el Decretazo de la Presidenta Isabelita y su Gobierno Nacional. Se produjeron grandes movilizaciones contra esa medida, en una lucha política contra el mismo Gobierno y surgieron las Coordinadoras, como nuevas formas organizativas de la clase obrera.
El resultado fue el logro de la homologación de lo convenido en las distintas Paritarias y las renuncias pedidas de los Ministros Rodrigo y López Rega.
En esas jornadas se consiguió un nexo activo y articulador entre los Comités de Fábricas, Comisiones Internas, delegados de fábrica, algunas Comisiones Directivas con mandatos de Asambleas y activistas gremiales, lo que dio lugar al surgimiento de las Coordinadoras de Gremios, como la de la Zona Norte del Gran Rosario, La Plata, el Gran Buenos Aires y Córdoba.
Fue el vínculo de los obreros entre sí, la conexión de los libres vendedores de su fuerza de trabajo fuera de las fábricas, la cual enfrentó una medida arbitraria del gobierno que laudaba por sobre las partes, por encima de las clases.
Leónidas Ceruti
Historiador
CITAS:
1 El Petroquímico Nº 33.
2 El Petroquímico Nº 33.
3 El Petroquímico Nº 33.
4 Gilly, Adolfo. “Los Consejos de Fábrica: Argentina, Bolivia, Italia”. En: Coyoacán-Revista Marxista Latinoamericana Año II Nº 5 pág. 51. Ediciones El Caballito, 1978.
5 Gilly, Adolfo. op cit..
6 El Petroquímico Nº 33.
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