jueves, 9 de julio de 2015

El panorama después de las elecciones

Los datos del 5 de julio –Ciudad de Buenos Aires (CABA), provincias de Córdoba y La Rioja- indican que los candidatos de extrema derecha, derecha y centroderecha, sumados, reúnen más del 90 por ciento de los votos contra una pequeña minoría muy dividida formada por el centroizquierda y diversas izquierdas.
En las provincias donde hasta ahora se ha votado, el Frente para la Victoria (FpV), oficialista, aparece –incluso cuando gana-con menos votos que en elecciones anteriores y como primera minoría frente a una mayoría liberal y proimperialista que está dividida y difícilmente pueda unirse antes de las elecciones presidenciales de octubre. Mauricio Macri, que arrasó en la ciudad de Buenos Aires con sus candidatos, fracasó en Santa Fe, en Córdoba y en Mendoza y fracasará en la provincia de Buenos Aires, principal distrito electoral del país y principal reducto del FpV oficialista.
Éste, por otra parte, acentuó el carácter conservador y reaccionario de sus dirigentes y presenta como candidato a presidente a Daniel Scioli, actual gobernador bonaerense, muy poco popular entre la izquierda y la juventud del kirchnerismo.
El Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) aumentó el número de diputados en Córdoba (dos más) y en la Capital Federal (uno) y acrecentó también ligeramente el porcentaje de sus votos a legisladores, e incluso, aunque en menor proporción, a jefe de gobierno de la CABA pero eso fue en el orden de un dos por ciento más, lo cual no autoriza ninguna ilusión sobre “un giro a la izquierda” ni sobre la conquista masiva de votos obreros (ya que los aumentos más importantes en el FIT –un 10 por ciento más en Flores con respecto a abril- se dan en sectores de clase media culta y trabajadora).
La pelea de comadres, sin hacer públicas ni ventilar seriamente las diferencias reales entre el PO y el PTS, y las maniobras sucias de ambos sectores del FIT sin duda alejaron de éste a votos de la izquierda social e impidieron que, como propuesta partidaria, superase a Luis Zamora que no tiene ni partido ni programa y que pese a ello sacó más votos para gobernador de la Ciudad que Myriam Bregman, del FIT, aunque menos que el FIT para diputados. De modo que, ante la inexistencia del gran éxito previsto y esperado desde hace tiempo, es muy probable que aumenten las tendencias sectarias y centrífugas en el FIT en vez de que éste sea un centro aglutinador de las diversas izquierdas antiimperialistas y ex espontaneístas y de sectores más vastos de la juventud obrera.
Porque para los obreros el PTS aparece en todos los conflictos sociales pero con una política sobre todo obrerista, sindicalista clasista, pero no ofrece políticas para hacer frente a los problemas fundamentales del país y el PO, en cambio, aparece como un partido preocupado sobre todo por su crecimiento electoral y tan ajeno como el PTS a una visión internacionalista y sensata de la realidad mundial y a las exigencias de la educación política socialista de los trabajadores en la demostración de que hay políticas alternativas para todos los grandes problemas nacionales.
Un ejemplo de esto lo dio el tratamiento que le dieron los partidos del FIT a la crisis griega. Mientras la mayoría de los trabajadores vieron como propia la victoria del NO (y Cristina Fernández se subió a esa ola para presentar como propio el histórico OXI), los periódicos de los partidos del FIT relegaban Grecia a un puesto secundario y dedicaban la mayoría del espacio de los artículos sobre el tema a atacar a Syriza en vez de poner el centro en una victoria del NO para derrotar al imperialismo e impedir concesiones de Syriza. Al mismo tiempo prácticamente callaban sobre los intentos de Washington y de la derecha local en Venezuela, poniendo sus diferencias con el gobierno de Nicolás Maduro por sobre los intereses nacionales y sociales de los trabajadores del continente.
La ruptura del FIT sería criminal. La política autista, autoreferencial, del PTS que se niega a realizar alianzas electorales con varias agrupaciones de izquierda que no pertenecen al FIT, es también muy dañina para el FIT y tendencialmente suicida para el propio PTS. Lo que enseñan nuevamente estos comicios del 5 de julio es que es necesario poner los intereses de los trabajadores antes que los del FIT y los de éste antes que los de los partidos que lo integran y que es urgente abandonar la vacía frivolidad del electoralismo y sus spots para utilizar las elecciones como laboratorio político, probando el eco de las propuestas serias sobre los problemas reales.

Guillermo Almeyra

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