En base a la figura de un Papa sudamericano, la Iglesia busca consolidar su influencia en la región, en el marco de una mayor intervención internacional. El giro hacia la derecha de los gobiernos “progresistas” latinoamericanos les permite encontrar una “agenda” común con el Vaticano.
El encuentro de Papa Francisco con las presidentas de Chile y Argentina, y sumando la postergada entrevista con el presidente de Venezuela, mostraron que desde el Vaticano se “juega fuerte” para recuperar la influencia en la región. La gira del Papa por Ecuador, Bolivia y Paraguay en pocas semanas es parte de esta iniciativa por ganar protagonismo y no menos importante, frenar la sangría de fieles de la Iglesia católica.
Como ya hemos analizado en La Izquierda Diario, Francisco I ha utilizado sus gestos, discursos y llamados a “los fieles” buscando recuperar la autoridad del Vaticano y la diplomacia de la “Santa Sede”, en varios casos alineada con la política exterior del gobierno norteamericano, no es una excepción en este intento de restauración. El éxito que significó su gestión en el avance de las relaciones entre Cuba y EEUU, sobre el que hemos realizado una lectura propia desde La Izquierda Diario, y el apoyo al líder palestino Abbas contrastan con la poca efectividad en sus intentos por mediar en las crisis en Medio Oriente o Ucrania, y el revés por la votación a favor del matrimonio igualitario en Irlanda.
La figura del Papa podría obtener en Latinoamérica una efectividad que refuerce su intento por transformar al Vaticano en un actor a escala internacional. El terreno parece propicio, no solo por que el Papa nació en Argentina un hándicap a la hora de intervenir en la política regional, también porque surge una “visión común” a los problemas que tienen que enfrentar los gobiernos de la región en un marcado giro conservador y, en varios casos, enfrentando crisis de legitimidad producto de la aplicación de medidas de ajuste ante el fin del ciclo económico favorable.
Esto se hizo evidente en las declaraciones, de las presidentas de Argentina y Chile, luego del encuentro con el Papa. La reunión con Cristina Fernández de Kirchner oficio de aval, no a la presidenta en sí misma, sino al rol que cumple en la transición política en curso como analizamos en La Izquierda Diario.
En un tono diferente fue el encuentro con la presidenta chilena, Michell Bachelet. Si previamente se veía la cita, en el Vaticano, como una forma de calmar tensiones luego del apoyo de Francisco al reclamo boliviano de salida al mar, la agenda estuvo marcada por los temas que vienen generando crisis al gobierno chileno: la crisis de legitimidad producto de los casos de corrupción y las crecientes movilizaciones estudiantiles. El interés de Francisco por “ayudar en la solución” de estos temas iba acompañado del pedido de un “compromiso por la vida”, léase, que el gobierno chileno de marcha atrás con su proyecto de despenalización del aborto.
Mención aparte merece el frustrado encuentro entre el presidente venezolano y el Papa, por una conveniente otitis de Maduro. La entrevista en el Vaticano generaba más perdida que ganancia para Maduro, ya que hubiera recibido de parte del Francisco un fuerte reclamo por la situación venezolana y en especial por la detención de los dirigentes de la derecha. Esto hubiera sucedido al mismo tiempo que el sector duro de la derecha en ese país recibía el apoyo de varias figuras políticas internacional como el ex presidente español Felipe González. La política del Vaticano parece seguir la línea norteamericana y de un sector de la derecha, presionar y desgastar al gobierno chavista. Maduro no ve con malos ojos recibir la ayuda de la Iglesia ante la crisis venezolana. Pero recibir el reclamo por los presos de la derecha de manos del Papa hubiera significado un revés para el mandatario venezolano.
El acercamiento de los denominados gobiernos “pos neoliberales” y el Vaticano, no es casual. La crisis internacional ha comenzado a repercutir en la región y vemos como los gobiernos de Brasil y Venezuela comienzan a aplicar medidas de ajuste. Al tiempo que las protestas comienzan a configurar un escenario de mayores tensiones sociales, en Argentina el martes asistimos al quinto paro nacional contra el gobierno kirchnerista, hace pocas semanas sucedió lo mismo en Brasil y en Chile el movimiento estudiantil a tomado las calles.
Afrontar esos escenarios de mayor crisis social o de lucha de clases más abierta es la “agenda común” entre los gobiernos y la Iglesia. El recorrido que hará Francisco en el próximo mes, por varios países de la región, buscan apuntalar ese lugar que le permita convertirse en un factor de peso para impedir o limitar la movilización independiente de los trabajadores y el pueblo pobre. De este oficio conoce la milenaria Iglesia católica y el pasado reciente en la región la vio actuar apoyando a las dictaduras y luego a los gobiernos neoliberales.
Diego Sacchi
@sac_diego
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