martes, 21 de julio de 2015
El PRO y la crisis de la “nueva derecha”
Las ideas en política pueden tener vida efímera. Cuando se empezaba a definir al PRO como modelo de una nueva “derecha”, la elección en Ciudad de Buenos Aires propina un golpe al concepto.
A esta altura de los acontecimientos, los análisis y los datos sobre el balotaje en la Ciudad de Buenos Aires abundan. Dejemos de lado entonces los números para tratar de analizar más allá de la coyuntura.
Se ha definido al PRO y a Macri como exponentes de una “nueva derecha”: moderna, no neoliberal, promotora de la intervención estatal. Sin embargo, la marca de agua de esta derecha estaba dada por la renuncia explícita a la ideología en pos de la gestión. “Eficiencia” era el leitmotiv macrista que pretendía exportarse a todo el país. Bicicletas gratuitas y plazas enrejadas desde La Quiaca a Ushuaia. Eso es lo que fue (altamente) cuestionado este domingo. Allí debe buscarse el giro discursivo macrista de esa noche.
Según la tradición bíblica Pedro negó a Jesús tres veces en una noche. Macri solo necesitó algunos minutos para negarse a sí mismo. La reivindicación de Aerolíneas Argentinas, de la (semi) estatización de YPF y de la AUH fungió como confirmación de los límites de cualquier “relato” político que no tome en cuenta lo conquistado por las masas en esta década.
Si la gestión “pura” (gestión al servicio del gran empresariado) no alcanza para ampliar la hegemonía política en territorio propio, menos aún puede hacerlo a escala nacional. Permite batacazos en Recoleta pero La Matanza o Jujuy están a años luz.
Transversalidades
El voto masivo a Lousteau de sectores que habían votado a Recalde en la primera vuelta, evidenció ese límite a la “ciudad macrista”.
Con esta elección Lousteau se erige como una nueva figura política, que pivotea entre referenciarse como parte de esta derecha no neoliberal -expresado en la idea de “Evolución” que desarrolló en la campaña- y un perfil socialdemócrata que reivindicó nuevamente por estas horas.
Más del discurso político construido, Lousteau expresa en su proyecto el mismo contenido social que el macrismo. De allí que puedan converger en la alianza nacional Cambiemos. Su ligazón al viejo aparato de la UCR de la CABA y sus lazos con sectores del empresariado confirman ese contenido.
Su ventaja en la elección radicó, en parte, en su estilo informal y desencajado. Su discurso vacuo le permitió colarse en el balotaje. Enfrentó además a una fuerza que ejerce el poder estatal desde hace más de 8 años y ya sufre el desgaste que ocasiona esa gestión. Pero el verdadero salto lo permitió el extendido rechazo a Macri y su gestión. No fue mérito propio, sino una suerte de “significante vacío” que desbordó oposición al oficialismo local.
Ese rechazo al macrismo, le impuso modificar su perspectiva hacia las elecciones de octubre. Este lunes se definió por Sanz hacia las PASO y por Stolbizer en octubre, confirmando que se ubica como un opositor a Macri. No podía obrar de otra forma después de la elección de este domingo, si quiere avanzar en estrechar mayores vínculos con quienes lo votaron como el “mal menor”.
La elección también evidenció que la frontera política entre Recalde y Lousteau se volvió permeable a la hora de enfrentar a Macri. Esto pone en cuestión la afirmación que decía que, en las PASO y en octubre, los votos de PRO y ECO sumaban para Macri. El techo de Recalde no es, necesariamente, el techo de Scioli, lo que puede originar un voto cruzado en agosto. La llamada de felicitación de Scioli intenta empujar en ese sentido.
El partido es el Estado
Este domingo apenas 55mil votos impidieron el inicio del declive del PRO como partido. Es el control del aparato estatal lo que garantiza su existencia como fuerza, lo cual estuvo a punto de extinguirse.
La figura de Macri mide bien en las encuestas pero son los votos los que confirman la potencia de una figura política. Esos votos, a escala nacional, aún no se han conquistado. En el terreno de la construcción política en todo el país, el PRO flaquea en demasía y los recientes fracasos en Santa Fe y Córdoba –ésta última en alianza con la UCR y Juez- determinan su confinamiento a escala local.
La pérdida del aparato estatal en la Ciudad de Buenos Aires hubiera sido el inicio de una crisis estructural, solo superable por la conquista de la presidencia, algo cada vez más improbable. El PRO ha logrado sobrevivir al cataclismo pero a costa de acumular fuertes tensiones en el futuro próximo. La consagración de Rodríguez Larreta -en caso de un triunfo presidencial de Scioli- pone al actual y al futuro jefe de gobierno porteño en tensión por el liderazgo en la capital del país y en su partido. La “nueva derecha” asoma con fuerte competencia interna a futuro.
Scioli, el custodio de la Doctrina
Macri debió profesar fe “estatista” para remontar el golpe de la elección. No es el primer converso, sino el segundo. Otro “hijo político de Menem”, Daniel Scioli, ya había hecho profesión de fe del “proyecto” hace meses.
Por eso desde el domingo a la noche pudo salir a criticar el “oportunismo” de Macri que ahora revindicaba medidas a las que se había opuesto. “Genera desconfianza” dijo el ex motonauta y se inscribió a sí mismo como el garante de la continuidad del modelo, su representante legítimo. Para los kirchneristas “puros” que aún no entregaron el alma al diablo, debió haber sonado como una definición punzante.
La izquierda y el voto en blanco
Después del ajustado triunfo de Rodríguez Larreta surgieron críticas hacia la izquierda, en particular hacia el FIT y Zamora, por haber llamado a votar en blanco.
Como ya se señaló, tanto el ausentismo como el elevado porcentaje de voto en blanco –record histórico para la Ciudad- marcaron un elemento importante de disconformidad con ambos candidatos, que carecen de diferencia programática o política realmente sustantiva.
Un triunfo de Lousteau hubiera implicado una crisis importante para el PRO. Pero el desplazamiento del macrismo se habría hecho por una lista que comparte lo esencial de la gestión estatal -al servicio del empresariado- que realiza esa fuerza; estrechamente vinculada a las mafias de la UBA, como lo denunció el periodista Alejandro Bercovich –por lo que sufrió amenazas-; y cuyo candidato presidencial será Sanz, el dirigente que ató el destino de la UCR al PRO.
Como se señala aquí, la lógica de votar al “mal menor” puede ampliarse al infinito. En este caso, Losteau y Rodríguez Larreta eran dos caras del mismo “mal”, con matices de diferencia.
Eduardo Castilla
@castillaeduardo
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