Ramon Cardona (Federacion Sindical Mundial)
La madurez lograda por los grupos sociales y numerosos sindicatos en la lucha de oposición al paradigma neoliberal, es irrefutable.
Transitando del juicio crítico a la demanda y de esta a la acción más organizada, estructurada y concertada, los pueblos de esta “América Nuestra”, en rechazo a la catástrofe que agobia a la región, enfrentan a los paladines del “libre comercio” que con sus nefastas políticas e ineptitud, conducen a nuestras naciones a un despeñadero.
Pero desafiar al neoliberalismo es retar al Sistema, a la oligarquía financiera transnacional, al gobierno de los Estados Unidos, a sus aliados y por supuesto, a la pretensión de eternizar la “supremacía del Capital”.
La resistencia de las fuerzas progresistas de la región, aunque no logra sepultar el modelo, ha inmovilizado las estrategias, planes y proyectos concebidos para extender y perpetuar la hegemonía del imperio en el Continente.
Son ejemplos concluyentes de ello, la suspensión de las negociaciones para el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), las enérgicas protestas contra los TLC y la ofensiva obrera sindical contra las privatizaciones y prebendas a las Transnacionales. El apoyo popular a los Sistemas de Democracias Participativas que se expanden, evidencia también la voluntad de cambios.
Es lógico que las reacciones a esta ola no se hagan esperar. En aras de que el Capital subsista, permanezca y se reproduzca a partir del reciclaje reiterado de sus crisis, se aprecia que el consorcio transnacional, con la complicidad de apodados “líderes demócratas”, claramente subordinados a las estrategias anexionistas, recurren a métodos radicales basados en el miedo, entroncados con el terrorismo de Estado y dirigidos a frenar los vientos de lucha, cambio y renovación.
A la globalización implantada del “terror económico” en el Continente fomentando la inseguridad de millones de ciudadanos sin empleo y obligados a laborar en condiciones de precariedad, con salarios insuficientes para la subsistencia familiar y sin Seguridad Social, suman, ante la frustración por no satisfacer sus ansias expansionistas y coloniales, la opción de amenazar, perseguir, secuestrar, torturar y asesinar por medio de la fuerza pública o recurriendo a organizaciones paramilitares.
En Colombia, además de la ya indefinida predilección por resolver los conflictos obreros y sindicales acosando y exterminando a líderes y trabajadores, el gobierno lleva a cabo una campaña difamatoria contra el Movimiento Sindical para desacreditar su dirigencia y contrarrestar la oposición presentada a la firma y aplicación del tratado Comercial con los Estados Unidos.
En esta embestida, el fallido intento de vincular a las organizaciones sindicales con el movimiento insurgente, es un nuevo subterfugio para bloquear la permanente y creciente solidaridad nacional e internacional con un sindicalismo de vanguardia y de ésta manera tener las manos libres y criminalizar su actividad y acción.
En Panamá se ha desatado igualmente una ola de violencia contra los trabajadores y dirigentes sindicales de SUNTRACS y CONUSI, organizaciones combativas y clasistas cuyo enfrentamiento decidido a las políticas de las Transnacionales, ha costado la vida a dos de sus miembros y sobre sus más destacados dirigentes el gobierno ha librado injustificadas ordenes de detención manteniéndolos hostigados.
En el Salvador, entre los más recientes actos de represión, se destaca la detención ilegal de 13 personas participantes en un acto celebrado en oposición a las medidas impulsadas por Antonio Saca y el arresto policial de tres compañeras que asistían a un acto de censura por la privatización del agua y de la Salud en ese país. El Frente Sindical Salvadoreño (FSS), la Central Autónoma de Trabajadores Salvadoreños, (CATS) y la Central de Trabajadores Democráticos (CTD), han sido victimas de la coacción y de la coerción que persigue frenar las protestas populares por el elevado costo de la vida, la tasa de desempleo, la pobreza, la inseguridad ciudadana, la corrupción y la violación de las libertades sindicales.
En Perú se utilizan cientos de agentes policiales, técnicas y medios de comunicación para doblegar a un pueblo que se ha declarado contra un TLC impuesto contra su voluntad. Los dirigentes de la CGTP han sido acusados de “conflictivos”, de “aristócratas laborales” y hasta de “traidores”; una campaña de descrédito que pugna con el prestigio y reconocimiento de una Central Sindical con un pasado y presente de lucha a favor de los intereses y derechos de los trabajadores que hoy se levanta vigorosamente contra las regulaciones dictadas que limitan la libertad de expresión y legalizan la represión a las protestas populares.
Los mineros y líderes sindicales de Chile, que se lanzaron a la Huelga contra la patronal de la Corporación Nacional del Cobre (CODELCO), fueron acusados por los voceros oficialistas de delincuentes y reprimidos por el cuerpo de Carabineros que también atacó las manifestaciones convocadas por la CUT.
En Costa Rica se registran casos de despliegues policiales y uso de la fuerza pública contra los ciudadanos y dirigentes de organizaciones sociales defensores del No al TLC, restringiéndose y obstaculizándose además el acceso a las actividades y utilizando el dominio sobre los medios de comunicación a favor del SI al TLC.
Todo este entorno, del que solo se citan algunos ejemplos, registra como rasgo típico el antagonismo de las cúpulas gobernantes y las opresivas Transnacionales contra el sindicalismo y las masas populares, en lucha frente al Tratado Comercial con Estados Unidos, las privatizaciones, la corrupción y la violación de las libertades sindicales.
El conflicto es una consecuencia directa del “abuso de representación”, notoria en estos sistemas de “Democracia Representativa”, en las que una cosa anuncia el candidato en su campaña y otra cosa muy diferente hace cuando el voto les da el Poder pisoteando los intereses del pueblo que se dice encarnar.
Pero más allá del consabido problema de la representatividad y el engaño al elector, la cruzada antisindical de violencia, descrédito y difamación, apunta a un totalitarismo de tono fascista enmascarado tras los valores de la Democracia con una notable presencia en los países firmantes del TLC con Estados Unidos donde se gobierna sin el apoyo del pueblo, con restricción de las libertades políticas, utilizando la fuerza y coactando la libertad de conciencia con la mentira y la manipulación.
La Secretaría América de la Federación Sindical Mundial, considera oportuno y necesario reflexionar sobre esta realidad y alertar a las organizaciones sindicales de la Región y al Movimiento Sindical y Organismos Internacionales dada la gravedad que supone el paso del terrorismo económico al terrorismo de Estados tiránicos manipulados por los Estados Unidos, sus aliados y las cerca de 200 Empresas Transnacionales que controlan la tercera parte de la producción mundial y las dos terceras partes del comercio global.
La hostilidad desatada está siendo dirigida no contra el sindicalismo subvencionado y aliado del Capital, sino contra las organizaciones y dirigentes sindicales verdaderos genuinos representantes de los trabajadores, que han extendido sus luchas más allá del ámbito laboral a favor de los excluidos y de toda la sociedad.
Ellos y los líderes de los movimientos sociales de vanguardia, son los nuevos “enemigos surgidos de la fabrica de etiquetas del imperio”.
Nuestra capacidad movilizativa tiene que sensibilizar a los organismos internacionales que en la región se supone amparen nuestros reclamos, para que se decidan a actuar en correspondencia con la razón de su existencia. Nuestra voz debe y tiene que ser escuchada.
La Federación Sindical Mundial no se ha extinguido ni marchitado, se consolida en nuestra región con fuerza y empuje.
Llamamos al Movimiento Sindical Clasista que agrupa la FSM en la región y a sus organizaciones amigas, a consolidar la lucha permanente y combativa por nuestros derechos y el derecho a defenderlos.
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