viernes, 7 de septiembre de 2007

Cuba el 5 de septiembre de 1957.



El levantamiento del 5 de septiembre, hace 50 años, fue la sublevación de todo un pueblo para derrocar a la tiranía batistiana

05/09/2007

Por: PEDRO ANTONIO GARCÍA
cultura@bohemia.co.cu

Cinco de septiembre de 1957. 5:20 a.m. Llovía. El cabo Santiago Ríos y el marinero Eleuterio Arquet Calaña entraron por la posta uno al Distrito Naval del Sur, en Cienfuegos. Se dirigieron al Cuerpo de Guardia. En un descuido del suboficial, Lapido Duray Ríos se apoderó de una ametralladora. "Esto es un levantamiento contra el Gobierno", dijo. Al no sumarse a la sublevación, el suboficial fue detenido.

Ríos ordenó a Arquet Calaña y a otro marinero más que relevaran las postas y despertaran al personal del Distrito. Convocados todos al Cuerpo de Guardia, los que no se incorporaban al levantamiento eran conducidos al calabozo. Uno de los conspiradores, en la entrada de acceso al Distrito, levantó en tres ocasiones su ametralladora. Era la señal convenida para que dos autos entraran a la instalación. En ellos iban Julio Camacho Aguilera, designado por el Movimiento 26 de Julio para dirigir la acción en Cienfuegos, y el teniente Dionisio San Román, escogido por el grupo de jóvenes oficiales antibatistianos como jefe militar.

El cabo Ríos rindió parte ante Camacho y San Román. Todo el distrito estaba en manos de los revolucionarios. La sublevación, en Cienfuegos, de todo un pueblo contra la tiranía, había comenzado.

La conspiración

Como señalara Fidel en su discurso conmemorativo sobre estos hechos en 1977, "el origen de la sublevación de Cienfuegos databa de muy atrás. Ya desde el año de 1956, un grupo de marinos, soldados y cabos de la Base de Cienfuegos había entrado en contacto con el Movimiento 26 de Julio. Y el 30 de noviembre (de 1956), cuando se aproximaba el desembarco del yate Granma y cuando tuvo lugar el alzamiento de Santiago, existía desde entonces la idea de producir el alzamiento de Cienfuegos. Pero no fue posible en esa ocasión.


"Más adelante, cuando nosotros estábamos en la Sierra Maestra, persistió la idea de producir un levantamiento en Cienfuegos con el apoyo del grupo de marinos revolucionarios, para organizar después un frente en las montañas del Escambray. Es decir, tomar las armas de Cayo Loco y avanzar hacia el Escambray para constituir un segundo frente guerrillero".

Inicialmente, se planificó la sublevación para el 28 de mayo de 1957. Cuando todo estaba listo para las seis de la tarde de ese día, se pospuso para la mañana siguiente. El aplazamiento fue fatal. La policía batistiana detectó la casa donde estaba acuartelado un numeroso grupo de revolucionarios y detuvo a 35 de ellos. Fidel aclaró en 1977: "A pesar de que fueron torturados y maltratados por las fuerzas represivas, ninguno de ellos dijo una sola palabra. Y así pudo preservarse el secreto del grupo de marinos revolucionarios que conspiraban con el Movimiento 26 de Julio".

Los contactos continuaron. A finales de junio de 1957, Frank País se entrevistó con Orlando Fernández García, Saborit, quien obraba en nombre de los oficiales jóvenes opuestos a la tiranía. Frank determinó enviar a la antigua provincia de Las Villas a Julio Camacho Aguilera, para que se hiciera cargo de la Jefatura de Acción, y a Octavio Louis, Cabrerita, para que reorganizara el Frente Obrero.

"Por otro lado –afirmó Fidel en 1977–, el Movimiento 26 de Julio había entrado en contacto con un grupo de aviadores de la Fuerza Aérea, algunos oficiales del Ejército y sobre todo, sargentos y soldados del Ejército, entre ellos un núcleo de la base de San Antonio".

Por distintas vías habían contactado con el Movimiento 26 de Julio tres grupos diferentes: el de Cienfuegos, los jóvenes oficiales antibatistianos y el de La Habana. El 30 de agosto se reunió la Dirección del Movimiento con los representantes de estos grupos y acordaron como fecha para el levantamiento el 5 de septiembre.

"A última hora, se sumó un grupo de oficiales de mayor graduación de la Marina –prosigue relatando Fidel-. Ese grupo de oficiales se reúne el 4 de septiembre... y surgen las vacilaciones... Y en esa reunión, de manera unilateral, deciden posponer el levantamiento."

Ni Camacho ni San Román fueron avisados del aplazamiento. El primero parte para Santa Clara; el marino, para Cienfuegos. Y en esa ciudad, ambos volvieron a reunirse en la madrugada.

Cienfuegos en armas

La inmensa mayoría de la guarnición del Distrito se sumó al levantamiento. Un grupo de sublevados se dirigió hacia la Policía Marítima. Los conspiradores allí ya habían ocupado las postas y la instalación cayó en poder de los revolucionarios sin disparar un tiro. Otro destacamento tenía la misión de tomar la estación de Policía. El jefe batistiano, para ganar tiempo, pidió una tregua para consultar la rendición con sus subordinados. Al terminar esta, se generalizó el tiroteo y los sitiados se rindieron. Las armas capturadas se distribuyeron entre la población y se organizaron grupos de instrucción para enseñar su manejo.

Entretanto, según testimonio del combatiente Faustino Pérez, un oficial de la Marina "consideró el 4 (de septiembre) por la noche que (el levantamiento) no podía ser el día 5 sino el 6 y sembró al confusión enviando la contraorden a los del Ejército. Por eso nadie actuó aquí (en La Habana)... A la una de la tarde tuvimos la primera noticia de lo de Cienfuegos. Ordené movilizar de nuevo a los hombres... En La Habana se produjeron varios choques con la policía con el saldo de tres compañeros muertos y dos máquinas y algún equipo perdido. De la otra parte, un cabo muerto y un soldado herido".

En Santa Clara, los grupos del Movimiento se lanzaron a la calle y hubo enfrentamientos y tiroteos. Tres revolucionarios, capturados por la policía fueron cruelmente torturados y luego asesinados. En Santiago, la detención de Saborit dejó acéfalos a los conspiradores y no hubo levantamiento alguno entre los marinos.

En Cienfuegos, ya cerca de las diez de la mañana, Camacho y San Román tenían pocas esperanzas de que se hubiese producido una sublevación nacional. El primero propuso recoger todas las armas disponibles y dirigirse hacia el Escambray, pero el marino se opuso, alegando que serían blanco fácil de la aviación batistiana.

En los momentos en que Camacho era asistido en la enfermería, San Román abandonó el Distrito en un guardacosta. En alta mar, elementos batistianos se apoderaron de la nave y sometieron al revolucionario. Luego lo entregaron a los aparatos represivos de la tiranía. Su cadáver fue arrojado al mar, meses después, en una fecha no precisada.

"Es incuestionable que Dionisio San Román cometió un error y cometió una falta –puntualizó Fidel en 1977-. Él no debió de tomar una decisión sin consultar con el compañero Camacho... Pero es lo cierto –por lo que se sabe-, que Dionisio San Román no denunció a uno solo de los compañeros del 26 de Julio con los que había tenido contactos. El mejor ejemplo es el caso del compañero Camacho. Algunos meses después, en noviembre de ese mismo año 1957, lo arrestan... Si San Román hubiera mencionado el nombre de Camacho y su papel en el levantamiento, Camacho hubiera sido irremediablemente asesinado."

Resistencia popular

Contra Cienfuegos rebelde, el tirano Batista envió efectivos del regimiento de Santa Clara y de la Guardia Rural de Camagüey; una compañía de fusileros de la provincia de Matanzas, una columna mixta de tanques y una compañía de artillería de La Habana, además de un número aún no precisado de efectivos de la Marina, encabezados por un célebre asesino, el capitán Alejandro García Olayón.

En el centro de la ciudad, la avanzada batistiana encontró inesperada resistencia. Revolucionarios y gente de pueblo abrieron una cerrada descarga y durante dos horas impidieron el avance enemigo. Un segundo ataque de las tropas de la tiranía, que culminó en el costado del colegio San Lorenzo, fue también neutralizado. Se calcula que las fuerzas gubernamentales sufrieron unas 90 bajas, entre muertos y heridos.


Al atardecer, al ver que la tropa batistiana retrasaba el próximo ataque hasta la llegada de refuerzos, los revolucionarios apostados en el colegio aprovecharon para escapar y, de azotea en azotea, descendieron a una casa de huéspedes aledaña cuyos moradores los ayudaron a salir de uno en uno. En San Lorenzo quedó un grupo de marinos y militares, para resguardar la retirada.

Mientras se combatía en el centro del pueblo, la aviación de la tiranía atacaba sin misericordia al Distrito Naval. Bajo el bombardeo, un camión lleno de armas y parque salió de la instalación rumbo a San Lorenzo para pertrechar a los revolucionarios que allí combatían. Junto con el camión, Camacho y la mayor parte de los sublevados abandonaron el lugar. Solo allí quedó un reducido grupo, dispuesto a defender esa posición hasta el final.

Tras abastecer a los combatientes del centro del pueblo, a los apostados en la Policía Nacional y en la Policía Marítima, Camacho y su grupo intentaron regresar pero ya el enemigo había tomado las calles. Tuvieron que retroceder hacia el litoral.


La situación de los defensores del colegio San Lorenzo se hizo insostenible. Los blindados y las armas pesadas hicieron fuego contra el centro. Amparados en la noche, logró escapar un grupo de militares y marinos revolucionarios. Los restantes, encabezados por el teniente Dimas Martínez, confiados en la palabra empeñada por un comandante batistiano de que sus vidas serían respetadas, permanecieron en el edificio y se rindieron cerca de las 11 de la noche. Alineados contra la pared, en un patio interior de la escuela, fueron ametrallados a mansalva.

Igual suerte corrieron los sublevados apostados en el Ayuntamiento. En cambio, los militantes del Movimiento 26 de Julio que habían combatido desde la azotea del café El Sol lograron esconderse. Desde su refugio, oyeron los fusilamientos perpetrados por la tropa batistiana. Al anochecer del día siguiente, con la ayuda de la ciudadanía, escaparon sin ser detectados. Camacho, el cabo Ríos y otros combatientes también lograron eludir el cerco enemigo.

El levantamiento del 5 de septiembre no culminó en el derrocamiento del régimen. Pero el desafío a la tiranía del "entusiasta, revolucionario, valiente y heroico" pueblo cienfueguero, como lo calificó Fidel, constituyó un estímulo para los que luchaban contra la tiranía y un llamado a los que aún no se habían incorporado a esa lucha.

(Tomado de la revista Bohemia)

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