martes, 11 de septiembre de 2007
Fidel o la inmediatez del futuro.
“…No podemos renunciar al objetivo humano fundamental del Socialismo, no podríamos resignarnos al principio de: siembra escuelas y te quedarás sin obreros agrícolas. Más bien dirás: siembra escuelas y tendrás decenas de miles de científicos, siembra escuelas y tendrás decenas de miles de buenos cuadros…”
11/09/2007
Dr. Agustín Lage. Director del Centro de Inmunología Molecular.
Los científicos cubanos, especialmente quienes trabajamos en el campo de la Biotecnología, hemos tenido el privilegio de una relación muy cercana con Fidel en los últimos 20 años. Este vínculo ha ocurrido en el contexto de un esfuerzo enorme de desarrollo científico.
Está a la vista de todos: El surgimiento de un Polo Científico de la Biotecnología integrado por más de 40 instituciones , donde trabajan más de 7 000 científicos e ingenieros, productor de biofármacos y vacunas que se exportan hoy a más de 40 países, titular de más de 900 patentes en el exterior.
El despegue de la biotecnología fue muy precoz, ocurrió a principios de los años 80, cuando apenas surgían las primeras empresas biotecnológicas en los Estados Unidos y diez años antes de que hubiese un despegue similar en Europa. Ello se apoyó en una inmensa obra de formación de personal profesional y científico durante los años 60 y 70. Fue un esfuerzo muy apresurado.
No olvidemos que la frase de Fidel “El futuro de Cuba tiene que ser necesariamente un futuro de hombres de ciencia, de hombres de pensamiento” fue dicha en un discurso de enero de 1960, anterior a la campaña de Alfabetización, y ante un país con más de un 25% de analfabetos. En la Sociedad Cubana laboran hoy 700 000 profesionales universitarios, entre ellos 100 000 profesores universitarios, 7 000 con título de Doctorado en Ciencias y 17 000 con título de maestría.
Más de 35 000 trabajadores laboran en las más de 220 instituciones científicas que tiene el país. Todas esas cifras están muy por encima de lo que podría esperarse por el tamaño del país y de la economía, y aún si nos limitásemos a hablar de esas cifras estaríamos dejando de ver lo más importante, que es el nivel de interpenetración entre la actividad científica y los otros campos del desarrollo social, la salud, la producción de alimentos, la economía.
Y es que el desarrollo científico no es solamente el crecimiento de la actividad científica: es el crecimiento más las conexiones entre la Ciencia y la Sociedad.
Y es en este proceso de construcción de desarrollo científico y de integración de la ciencia con la economía y el desarrollo social, que los científicos cubanos hemos tenido la oportunidad de acercarnos al pensamiento de Fidel.
Quisiera ahora comentarles algo de lo que hemos aprendido en esa interacción. Cada uno de nosotros tiene sus experiencias y sus anécdotas que las ilustran, que son muy interesantes de contar, pero luego hay que intentar extraer, para fijarlos en nuestra cultura y nuestra ética colectivas, los conceptos y los principios que son el soporte de esas experiencias. Esas experiencias no se pueden sistematizar en poco tiempo, ni contar en diez minutos, pero hoy es imprescindible comenzar.
Las experiencias que yo puedo contar, que fueron las que viví de cerca, se relacionan con el surgimiento del Centro de Inmunología Molecular, una instalación de investigación y producción , dedicada al desarrollo de nuevos tratamientos para el cáncer, en la que laboramos 600 compañeros, no lejos de aquí.
Científicos con determinada formación académica y proyectos incipientes de investigación teníamos en nuestro grupo desde los años 70, junto con la aspiración, de contornos difusos, de que de ahí saldrían algún día, semillas de desarrollo socioeconómico.
Fidel entró al laboratorio, un pequeño laboratorio en el 4º piso de un hospital, una tarde de septiembre de 1989. Siguieron horas de preguntas y debates, ese día y varios otros después. Fidel habló de un Centro nuevo; nosotros queríamos sólo mejorar el pequeño laboratorio que teníamos. Fidel habló de desarrollo de una industria; nosotros no lo teníamos en nuestra perspectiva inmediata.
De ahí salió la idea del CIM, que se empezó a construir en enero de 1991. Como ustedes saben, la Unión Soviética desapareció en 1992, dejando a Cuba sin suministros y sin mercados, generando una caída del PIB de más de un 35%.
Apenas teníamos las columnas y las vigas montadas para el nuevo Centro de Inmunologia Molecular en ese momento. Fidel dijo que había que terminarlo. Lo terminamos en 1994. Otro día les cuento cómo. Y tampoco tenemos tiempo para narrar incidencias del decenio 1995-2005, incluidas varias visitas y encuentros con Fidel.
Pero hoy el CIM produce dos proteínas recombinantes, 7 anticuerpos monoclonales, y 5 vacunas de cáncer. Varios de nuestros productos, cuyo ensayo clínico concluyó, se exportan a más de 15 países, generando un flujo económico positivo. El Centro está en expansión en Cuba y opera fábricas en China e India. Se conducen más de 30 ensayos clínicos de tratamiento de cáncer en Cuba y más de 15 en el exterior, incluyendo ensayos en varios países altamente industrializados y hay acuerdos comerciales con más de 47 países, incluyendo los Estados Unidos, cuyo gobierno, a pesar del bloqueo, emitió una licencia especial para la transferencia (de Cuba hacia allá) de la tecnología de una vacuna terapéutica para el cáncer del pulmón.
Dice el documento del Dpto. del Tesoro: “In recognition of the humanitarian benefit that may result from the testing, development, manufacturing , marketing, distribution and sale of the Cuban-origin vaccines used to treat lung cancer and other solid tumors…”
¿Que aprendimos de Fidel?
1.- Primero, adquirimos una nueva percepción de lo que éramos capaces de hacer, que nosotros mismos no sabíamos que éramos capaces de hacer.
En aquel pequeño laboratorio del 1989 Fidel preguntó cuál era la empresa líder mundial en anticuerpos monoclonales y cuanto producía. Le dijimos. Y entonces la segunda pregunta fue ¿y ustedes no piensan competir con esa gente? Tremenda pregunta para un pequeño grupo de científico en un país subdesarrollado, bloqueado, y a punto de perder su mayor aliado.
Después fue que comprendimos que era una pregunta parecida a la del Moncada y la del Granma, y aprendimos que el hombre puede mucho más de lo que piensa que puede, y que las metas colosales son las únicas que movilizan el corazón humano.
2.- Luego aprendimos que todo eso era posible por la enorme obra de formación de capital humano, conducida con sistematicidad y coherencia desde los primeros años de la Revolución. Y aquí hay otro concepto de Fidel que es necesario destacar, y es la idea de nunca limitar el desarrollo del conocimiento por las restricciones de la estructura del empleo en un momento dado. La educación (así como la salud) no se pueden ver como consecuencias distales del desarrollo socioeconómico. Es al revés, son prerrequisitos del desarrollo. Son derechos humanos y su ejercicio va por delante y sin condiciones. El propio Fidel retomaba el tema en un discurso de 1991 donde decía (cito): “no podemos renunciar al objetivo humano fundamental del Socialismo, no podríamos resignarnos al principio de: siembra escuelas y te quedarás sin obreros agrícolas. Más bien dirás: siembra escuelas y tendrás decenas de miles de científicos, siembra escuelas y tendrás decenas de miles de buenos cuadros…”
3.- También nos hizo tomar conciencia de la trascendencia de nuestra misión. El mundo transita hacia una economía basada en el conocimiento. El conocimiento está siendo, y será cada vez más, el recurso económico fundamental. Y dos de las tendencias más peligrosas (entre tantas) del mundo actual son primero, la de una bifurcación de la humanidad según la capacidad de crear y utilizar conocimientos en unos países y un vacío de conocimiento en otros y segundo, la de la apropiación privada del conocimiento por los dueños del capital. Pueden hacer con el conocimiento (que es un producto social que debería pertenecer a todos) lo mismo que hicieron con la tierra en el siglo 17, apropiarlo y convertirlo en fuente de acumulación originaria.
Vuelvo a citar a Fidel, cuando decía en 1990: “La independencia no es una bandera, o un himno, o un escudo; la independencia no es una cuestión de símbolo, la independencia depende del desarrollo, depende de la tecnología, depende de la ciencia en el mundo de hoy”.
La injusticia en el acceso al conocimiento (que no se limita a la capacidad de adquirirlo, sino que incluye también la capacidad humana de crear conocimiento) es una de las grandes injusticias de nuestro tiempo, y de las más peligrosas además.
Así, nuestro esfuerzo por el desarrollo científico, lo asumimos también como parte de la lucha por “conquistar toda la justicia”, que es precisamente el título de nuestro coloquio.
Tomamos conciencia de nuestra tarea, y esa conciencia convirtió nuestra labor como científicos en parte integrante de la obra de todos, y le dio un nuevo sentido a nuestro esfuerzo. Les puedo asegurar que eso es mucho más motivante que lo que cualquier incentivo de curiosidad científica pueda ser.
4.- Pero luego aprendimos que ahí está precisamente la fuente de esa confianza de Fidel en el hombre, que le hacía confiar en que nosotros podíamos hacer cosas muy superiores a las que nosotros mismos pensábamos que podíamos hacer. Y es que el ser humano que adquiere conciencia social, sentido del momento histórico, como dice el propio Fidel, es otro ser humano diferente, distinto a aquel que es objeto pasivo de fuerzas históricas que no comprende, y cuando adquiere esa conciencia es capaz de las mayores hazañas. La confianza de Fidel en el hombre no es mística, ni mucho menos se basa en alguna ilusión de superioridad de los cubanos. Se basa en una clara compresión, no solamente de lo que el ser humano ES, sino de lo que el ser humano PUEDE SER.
5.- Y dejo para el final la enseñanza que es para mí la más importante, y es lo que podría llamarse un “sentido de inmediatez del futuro”. Hay una frase de Fidel sobre si mismo, que tengo fotocopiada sobre mi mesa de trabajo, en la cual decía: “milito en el bando de los impacientes, milito en el bando de los apurados, de los que siempre presionan para que las cosas se hagan y de los que muchas veces tratan de hacer más de lo que se puede”. Y es que para Fidel, y eso lo aprendimos muy claramente en la construcción del Polo Científico, el “futuro” es algo que es para las próximas 24 horas, quizás los próximos 24 días. El futuro es algo inmediato. Y no quisiera caer en la superficialidad de ver en esto una anécdota simpática. Aquí hay algo muy profundo. Esta inmediatez del futuro la vemos una y otra vez en la prédica de Fidel, en la idea de eliminar el analfabetismo en un solo año, en las modificaciones de último minuto a la ley de reforma agraria para hacerla más avanzada, en los mecanismos creativos para eliminar ahora (no mañana, sino ahora) el desempleo, en la universalización de la enseñanza universitaria, en el objetivo de los 80 años de esperanza de vida, en el acceso masivo a la cultura, en la introducción de fórmulas Comunistas de distribución dentro de la construcción del Socialismo y en tantos y tantos otros ejemplos.
Y es que esto hay una ética del intelectual, que exige que una vez que concebimos una idea de cómo las cosas deben ser, con ella viene, de inmediato, el compromiso de luchar porque sean así, lo antes posible.
El conocimiento científico de la historia y de la sociedad nos guía, y nos hace comprender lo que es posible, como hoy decimos que “un mundo mejor es posible”. Pero ese conocimiento por si mismo no basta, si nos hace sentarnos a esperar por las llamadas condiciones objetivas, si no viene acompañado del imperativo ético de luchar con prisa por aquello que se ha comprendido como necesario.
Todo eso aprendimos de Fidel en el proceso de creación del Polo Científico, y otros compañeros seguramente han aprendido lo mismo en otras tareas, y alimenta nuestra confianza en el futuro la esperanza de que esos valores hayan quedado firmemente sembrados en el alma colectiva del cubano.
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