Eduardo Lucita
Por lo general las políticas de seguridad e higiene en el trabajo no ganan espacio en los medios periodísticos, salvo cuando alguna tragedia de proporciones invade el espacio periodístico. Así lo fue en Río turbio cuando murieron 14 mineros; o por la voladura de una fábrica de aerosoles que sesgó la vida de seis trabajadores quedando otros tantos heridos; o cuando dos trabajadores de subterráneos fueron embestidos por un tren; o los trabajadores que quedaron aplastados por un techo que se desplomó en una construcción de Aluar no hace mucho tiempo atrás.
Un reciente informe de la Superintendencia de Riesgos del Trabajo da cuenta que en el año 2006 los accidentes de trabajo en nuestro país crecieron un 14% respecto del año anterior. La cifra en sí misma puede no decir mucho, a menos que se mire en forma comparativa la serie histórica y se compruebe que estos porcentajes de crecimiento anual terminan siendo "normales" en el actual ciclo expansivo de la economía argentina.
La mayor siniestralidad laboral no es un fenómeno circunscripto a nuestro país, es un fenómeno mundial resultante de la permanente búsqueda de mayores índices de productividad por el capital, en esta etapa de competitividad globalizada. Según la OIT en el mundo ocurren unos 430 millones de accidentes laborales al año, de estos 270 millones corresponden a accidentes de trabajo propiamente dichos (AT) y 160 millones a enfermedades profesionales (EP). Como resultado de esto unas dos millones de personas mueren año a año en el mundo. Esta tendencia mundial seguramente tiene mayor incidencia en América latina, donde cerca del 60% de la fuerza de trabajo está precarizada.
Los datos en nuestro país
Según el informe mencionado el total de casos notificados, accidentes más enfermedades profesionales, para el año 2006 alcanza a 635.874, de los cuales 538.630 computan días de baja laboral. Por otra parte el total de trabajadores/as fallecidos alcanza a 995 en el mismo período. Debe tenerse en cuenta que casos notificados son aquellos informados por las empresas a las ART, según las normativas vigentes, pero esto no incluye los accidentes de los trabajadores informales, no registrados o en negro, que son más del 40% de la fuerza de trabajo en el país, y que no pueden se notificados porque en los papeles no existen.
Si se tiene en cuenta que dos de los sectores que mayor siniestralidad laboral registran - construcción y agricultura- son al mismo tiempo los que emplean mayor cantidad de trabajadores en negro, puede admitirse que estimaciones no oficiales eleven la cantidad de accidentes laborales en el país casi al doble de los notificados y que el número de muertes resulte del orden de los 2.000 al año. Por otra parte esas mismas estimaciones indican que son unos 40.000 al año los accidentes que terminan con mutilaciones o distintos grados de discapacidad.
En los últimos cinco años la tasa de siniestralidad laboral viene aumentando en promedio al 15% anual. El 50% de los accidentes se produce en las Pymes y en un alto porcentaje, del orden del 80%, donde hubo accidentes seguidos de muerte de trabajadores, no se registró presencia de las ART desarrollando planes de prevención.
Puede argumentarse que esta tendencia creciente es producto de que en estos años creció también la cantidad de trabajadores con cobertura de las ART. Sin embargo las razones son más profundas y se corresponden con las tendencias mundiales.
En el período 2002 - 2006 la producción total del país creció más del 45% mientras que en el mismo tiempo la cantidad de accidentes notificados aumentó un 84%. Por otra parte en esos años la productividad del trabajo creció un 20%. Es este último dato, el aumento de la productividad, el que explica que el crecimiento de la siniestralidad casi duplique al crecimiento del producto bruto. Porque en un país donde históricamente las clases propietarias no han mostrado vocación inversora, suele decirse que "están siempre líquidas" es decir preparadas para fugar fondos del país, la mayor productividad no se logra por mejoras y ampliación de la capacidad instalada, por nuevas tecnologías o mejoramiento en los procesos, sino liza y llanamente por un mayor grado de intensidad en el trabajo.
Prevención vs. ganancias
Pero las estadísticas hablan sólo de las consecuencias y no de las causas. Y éstas no son otras que la voracidad empresarial por la búsqueda de mayor productividad y por lo tanto de mayores ganancias en el corto plazo. La mayor intensidad del trabajo es resultante de la combinación de la extensión de la jornada y el incremento de los ritmos de trabajo. Estas dos variables conforman la ecuación cuyo resultado no es otro que el incremento de la productividad, y su contrapartida la mayor siniestralidad laboral, tanto por accidentes directos como por enfermedades profesionales.
Para el gobierno nacional, como para como la OIT, entre el 50 y el 80% de los AT y las EP se podrían evitar, si tanto los empresarios como las ART cumplieran con implementar y actualizar periódicamente políticas preventivas, exámenes periódicos sobre los riesgos potenciales a que se exponen los trabajadores, diseños ergonómicos para el desempeño de las tareas repetitivas, controles de contaminación química, entre otras medidas.
Sin embargo esto no sucede. Los empresarios no cumplen, o cumplen poco, con las normas de seguridad e higiene, las aseguradoras como entidades comerciales que son privilegian su negocio y se preocupan limitadamente por incrementar sus servicios de prevención, asistencia y control. Por su parte los sindicatos por regla general no juegan el papel que tendrían que jugar en relación a un concepto elemental: que ningún objetivo productivo puede imponerse por sobre la salud y la vida de los trabajadores.
Por estos días un conflicto no declarado se desenvuelve en la ciudad de Buenos Aires entre el cuerpo de delegados de subterráneos y la empresa Metrovías. Se trata de un conflicto preventivo, en el sentido que son los trabajadores -incluso al margen de su sindicato- quienes alertan respecto de lo que la empresa niega u oculta: las deficitarias condiciones de seguridad en la circulación de los servicios -ya sea por obsolescencia, por falta de mantenimiento o por ausencia de inversiones-. Lo hacen en su propia defensa y también en la de los usuarios.
"Un ejemplo a seguir, como en tantas otras cosas. Los problemas de seguridad e higiene o lo toman en sus manos los principales perjudicados o seguirá creciendo la siniestralidad laboral y cobrando nuevas vidas y porciones de salud de los trabajadores.
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