jueves, 27 de septiembre de 2007

El diablo y el basurero.


ORLANDO ORAMAS

"En Cuba, el régimen de un dictador cruel se acerca a su fin", dijo ayer Bush ante el pleno de la Asamblea General de la ONU, en el primer día del debate del actual periodo de sesiones.

Luego otro párrafo de su consabida perorata anticubana, dirigida sobre todo a la fiambrera terrorista de Miami, la misma que le ayudó a llegar a la Casa Blanca con los métodos de La Chambelona.

Era el diablo otra vez en el púlpito de la ONU, con el mismo aliento de azufre con que ha mentido y violado la Carta del organismo mundial para llevar la guerra a otros confines del mundo.

No sorprende a los cubanos la rabieta del actual mandatario norteamericano, a quien sí se le acaba el tiempo para masacrar con crueldad a otros pueblos del planeta con su guerra de culturas y el pretexto de la cruzada antiterrorista.

Bush sí es un dictador cruel y lo era desde que firmaba sin vacilar las condenas capitales en sus tiempos de gobernador, en los que implantó récord en eso de vaciar las salas de espera a la muerte en las cárceles de Texas.

Y se graduó con honores con los racimos de bombas lanzados a diestra y siniestra, primero en Afganistán y luego en Iraq, en una escalada mortal que no termina, a despecho de la opinión pública de Estados Unidos, donde gobierna como uno de los presidentes más impopulares de la historia.

Dictador en el país que se precia de sus libertades civiles, para desespero de los padres fundadores de la Unión, que asistirían espantados a esta época de Ley Patriota, de detenciones sin orden judicial y espionaje ciudadano.

Bush, el de la frase Bin Laden "vivo o muerto", el que autorizó la tortura y la degradación humana como método de interrogatorio en Abuh Ghraib, el de las cárceles secretas y la violación de la Convención de Ginebra sobre los prisioneros de guerra.

Él que ha enlutado a miles de familias estadounidenses, y que ha sembrado el dolor en muchas más de Afganistán e Iraq, donde decenas de miles de inocentes han tenido la desgracia de estar "en el lugar y el momento equivocados" cuando cayeron las bombas yankis.

Bush, el títere de las transnacionales y el complejo militar industrial, el que prefiere seguir envenenando el planeta antes que concertar una política medioambiental responsable y sostenible.

Bush, quien por estos días anunció su veto a un proyecto de ley que mantiene y amplía la ayuda social a miles de niños de familias pobres en su propio país.

El mismísimo diablo que habla de democracia en Cuba, cuya nación ha sido objeto del bloqueo más largo y criminal de la historia. El pueblo víctima del terrorismo de Estado made in USA, saldado con atentados, ataques armados, guerra biológica y cuanto método tenebroso tuvo la CIA a su alcance.

Bush, el compinche de Posada Carriles y el del ensañamiento con los Cinco antiterroristas cubanos y sus familias, el que confunde a griegos con "grecios", a australianos con austriacos, la APEC con OPEP, el "estadista" que no lee periódicos, el que preconiza la muerte, sin saber siquiera de lo que habla, y a quien antes que le toque el turno ya tiene un sitial de honor en el basurero de la historia.

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