miércoles, 8 de marzo de 2017

“Paro, paro, paro, paro general”



Más que nunca, Congreso del Movimiento Obrero y la Izquierda.

Las movilizaciones de estos días iniciales de marzo marcan una nueva perspectiva en la situación política: la irrupción del movimiento obrero. En ella tenemos que poner todo nuestro foco.
Desde luego la huelga nacional de 800 mil docentes y la movilización que reunió tal vez a 80 mil de ellos en todas las ciudades del país, es el fenómeno por excelencia. Porque marca que la masa completa de un contingente de trabajadores del gremio más numeroso del país, está dispuesta a una lucha activa para ganar.
La movilización de gremios industriales, sin paro, convocó sin embargo más de cien mil trabajadores que trascendieron los aparatos sindicales, que llegaron engordados. Ni hablar de la columna del clasismo, convocada junto a la heroica ocupación de los gráficos de AGR Clarín y sus mujeres. En ella el Sutna movilizó centenares de compañeros con abandono de los turnos mañana de las tres plantas. Fueron muchos también los ferroviarios de Oeste, el Sitraic, la AGD y otras delegaciones del clasismo y la izquierda.
La consigna paro, paro, paro, paro general, dominó la tarde. También en la columna del Suteba, por parte de los Multicolores. Esa consigna que llegó cantando el clasismo a la Plaza de Mayo fue festejada por Bancarios a su paso y se extendió por toda la manifestación, de la mano de diversos sectores convocados por la propia burocracia sindical. Una columna de Aceiteros llegó al palco y contagió cantando “ponele fecha la puta que te parió” y el triunvirato se fue abucheado.
La cobardía del Triunvirato de no fijar fecha era número puesto a la silbatina. Pero, más allá del furcio mortal de Daer que prometió un paro “antes de fin de año”, obedeció a razones muy profundas.
El Triunvirato evitó fijar fecha en caliente. Prefirió la humillación ante las provocaciones de un debilitado gobierno de Macri, y la silbatina de los propios manifestantes, ante que convocar ya mismo, al servicio de la ocupación de AGR, de la pueblada de Baradero contra los cierres de industrias, de las duras luchas petroleras y, por sobre todo, ante la huelga docente.
El paro, si llega, será para descomprimir. Lejos de las grandes batallas del momento. Buscando eludir el giro político violento en el humor popular que puede llevar a dar vuelta por completo la taba de Macri, que pretende poner a los padres de los niños contra la huelga docente y a las clases medias contra el movimiento obrero.
El Triunvirato le imploró acuerdo a un gobierno que ha hecho de la ofensiva contra los trabajadores, su eje desesperado. Que hundido en el fracaso de su política económica, encara un ajuste de las cuentas fiscales que lo llevó al decretazo contra los jubilados, a desconocer los acuerdos de cooptación con los grupos piqueteros de la concertación, a retrasar la devolución de fondos de las obras sociales, a anular el fondo compensador docente y terminar con la paritaria nacional educativa.
Las voces devaluacionistas del frente empresarial, son un condimento clásico de las crisis. A ellas se dirigió la burocracia sindical cuando entregó la perspectiva política de la movilización al PJ opositor. Empieza a no alcanzar la unidad de las fracciones capitalistas para bajar costos laborales como carta de gobernabilidad y la burocracia sindical se empeña en evitar un curso independiente mediante el recurso de colocarse en la ruta de un voto opositor terciando en la crisis del peronismo. Dicho de otro modo, la burocracia se referencia en Monzó que pide gobierno con pata peronista, en los Urtubey y los Randazzo, en los Massa, todos agentes de la patronal.
Esa perspectiva de derrota la comparten todas las fracciones del peronismo, incluso las más rabiosamente kirchneristas como Catalano de ATE Capital, que teorizó en un plenario contra las ocupaciones obreras de las fábricas que cierran, diciendo que la tarea es otra, el cambio de modelo. O sea, viabilizar los despidos y cierres, -como las fracciones del peronismo y parlamentario y Massa que viabilizaron las leyes del ajuste-, y después, pedir el voto para el “volveremos” o para “terminar con la grieta”. La variante de las burocracias sindicales kirchneristas no escapa a esta lógica como lo prueba la burocracia gráfica aislando AGR y garantizando que las revistas se hagan en otras plantas.
El gobierno Macri apuesta a una derrota del movimiento obrero como lo hizo Menem en los 90, pero mucha agua pasó bajo el puente y nadie se traga el verso de la flexibilidad laboral como vía del crecimiento del empleo, sino todo lo contrario.
La izquierda tiene una oportunidad y una responsabilidad fundamental. Bregar por la victoria de la huelga docente. Empujar mandatos por el paro nacional. Impulsar la ocupación de las fábricas que cierran en la ruta de AGR Clarín. Brindar un programa obrero de salida a la crisis.
Pero por sobre todo, o rematando todo esto, mediante una intervención de tipo estratégica, con una perspectiva política ante esta temprana crisis política de la “coalición del ajuste”, justamente surcada por huelgas obreras.
La espera para aparecer en junio sólo para inscribir listas hacia una interna de la izquierda es no sólo electorerismo, es derrotismo de izquierda. Es concebir al FIT como un campo de maniobras de facción, de disputas de grupos y no como una herramienta política de independencia de clase para terciar en la crisis con una perspectiva de poder, la de los trabajadores.
Esa es nuestra línea, para llevar las luchas a la victoria y con ellas a la izquierda obrera y socialista a un salto sin precedentes.

Néstor Pitrola

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