lunes, 9 de mayo de 2016

El ajuste recesivo promete un frío invierno



En los primeros meses Cambiemos dio enormes beneficios al gran capital mientras que los costos del “sinceramiento” económico caen enteramente sobre el pueblo trabajador.

El macrismo va a completar su quinto mes en el gobierno los próximos días. En la campaña electoral prometió un “sinceramiento” de la economía que comprendía levantamiento del “cepo” cambiario, devaluación, aumento de tarifas, baja de las retenciones y vuelta a los “mercados”.
Después de cumplir con esas demandas (burguesas) aseguraba que llegaría el bienestar. Pero el paraíso está cada vez más lejos para la clase obrera.
Pero no necesariamente el infierno esté más cerca. El viernes último, la masiva movilización al Monumento Canto al Trabajo, más allá de los límites impuestos por las conducciones burocráticas, mostró que hay fuerzas para defender las condiciones de vida de los trabajadores.
Lo que verdaderamente se está “sincerando” son los intereses sociales que defiende el gobierno de Cambiemos, que no son otros que los del gran capital, principalmente extranjero y subsidiariamente nacional.

Salarios ajustados

La inflación que mide la Ciudad de Buenos Aires (que dirige Horacio Rodríguez Larreta) fue de 3,3 % en marzo, 11,9 % en el primer trimestre, y en términos anuales alcanza el 35 %. La medición de San Luis, otra de las referencias frente al “default estadístico” nacional, indica un 3 % en marzo, 10,2 % en el primer trimestre y 37,3 % de inflación anual.
En abril la inflación mensual podría alcanzar el 7 % debido a los aumentos en el transporte, el agua, el gas y las naftas. Para mayo se espera un nivel similar por la nueva rueda de aumentos: se anunciaron subas de las naftas, medicina prepaga y cigarrillos.
El día jueves el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, anunció el Programa Monetario 2016 cuyo objetivo es “trabajar para mantener la tasa de inflación de 2016 lo más cerca del 25%”.
Con los guarismos antes mencionados, la inflación acumulada hasta el mes de mayo prácticamente se habría comido el Programa Monetario de todo el año. No sólo eso. A un ritmo de 4 % mensual, como viene siendo en promedio hasta marzo, la inflación podría alcanzar al 60 % anual.
Mientras los precios aumentan también aumenta la rentabilidad de las patronales. Pero los salarios de una gran parte de la clase trabajadora siguen siendo los del año pasado. Con precios nuevos y salarios viejos la carestía avanza sobre el las condiciones de vida de la clase trabajadora.

La receta recesiva

El “secreto” de una devaluación exitosa, desde el punto de vista de los capitalistas, es erosionar el poder de compra del salario con una inflación que supere la suba salarial, a la vez que la devaluación supere a ambas variables.
De esta forma, se busca recomponer las ganancias y la competitividad de los empresarios que actúan en el país.
La suba del dólar alcanzó aproximadamente 50 % entre diciembre (cuando se levantó el “cepo”) y marzo. En ese mismo período la inflación se ubica alrededor del 15 % y los salarios se quedaron quietos en la mayoría de las ramas.
Para mantener esta ventaja que sacaron las patronales desde diciembre el gobierno declaró la guerra al salario con los “techos” del 25 % en paritaria. Todavía está por verse si puede imponerlos.
En algunos casos, el oficialismo logró acuerdos semestrales menores al 25 % en paritarias que años atrás venían siendo anuales (Comercio, Uocra, Smata).
Los empresarios adoran la libertad para remarcar todos los días los precios tanto como odian sentarse a negociar salarios, aunque sea una vez al año. Mucho peor si el mismo trauma lo tienen que sufrir dos veces anualmente.
Por eso las subas por debajo del 25 % en esas ramas lejos de ser una señal de tranquilizadora son una expresión de mayor inestabilidad por el aceleramiento de la frecuencia en la discusión salarial que podría reabrirse en pocos meses.
En otros casos, con la actitud firme de los trabajadores se conquistaron incrementos salariales que quiebran el “techo”, como el caso de bancarios con 32 % o aceiteros que logró el 38 %.
Es cierto que se trata de ramas de alta rentabilidad donde se facilita arrancarle a las patronales una tajada más de aumento.
Tan cierto como que los trabajadores mostraron decisión para defender sus salarios. Pero aun así, estarían cerca de empatar o quedar unos puntos apenas por debajo o por encima de la inflación, dependiendo de su evolución futura.
A nivel general la pérdida de poder de compra del salario está afectando fuertemente el consumo, que en el mejor de los casos mostrará crecimiento cero durante 2016.
Los pronósticos más pesimistas, que circulan cotidianamente por las principales corporaciones mediáticas que bancan el proyecto macrista, hablan de una caída significativa.
El consumo cae no sólo por la pérdida del poder de compra del salario, sino también por el encarecimiento del crédito a causa de la política de tasas altas que practica el Banco Central para sostener a raya al dólar, bajar el gasto público e intentar reducir la inflación. No hay soluciones mágicas a problemas complejos.
La otra cara del ajuste recesivo son los despidos que ya se cuentan de decenas de miles.
En este contexto, en algunos meses el gobierno podría mostrar algún éxito en la contención de la inflación. Todavía está lejos de lograrlo. Pero el costo de cierta contención de los precios sería el derrumbe del consumo.
Lo que las patronales ganan en rentabilidad lo pierden en volumen de ventas. Todo gracias a la receta recesiva de su propio gobierno y a las políticas que largamente reclamaron.
En el capitalismo las contradicciones emergen por todos los poros.

Un frío invierno

Cada vez que cumple con una de las tareas pendientes que puso en su agenda la burguesía, cuando parece que el período de malas noticias llega a su fin, el macrismo reclama un poco más de tiempo para sacar a la economía del barro en que se encuentra.
La teoría económica busca guiar la comprensión de los fenómenos económicos a través de algunas identidades contables básicas. El PIB (Producto Interno Bruto) es lo que produce un país durante un año. En realidad se trata de la riqueza que elabora su clase obrera.
El PBI está comprendido por la suma del consumo, la inversión y el gasto público. En una versión algo más compleja se le puede sumar el comercio exterior.
De esos componentes, el consumo está en retroceso por el ataque al salario y el encarecimiento del crédito.
El gasto público también está jaqueado por la política de ajuste fiscal y por el Programa Monetario del Banco Central, que antes que contener la inflación busca disciplinar a las partidas presupuestarias por la vía de limitar su financiamiento a través de la emisión de pesos.
La última esperanza para que hubiera cierta recomposición económica parecía estar concentrada en el arreglo con los fondos buitre, una entrega que se consumó días atrás. Se esperaba una lluvia de inversiones.
En simultaneo que se consumaban las últimas etapas de la emisión de nuevo endeudamiento para que los buitres se embolsen ganancias exorbitantes, el presidente Mauricio Macri “reprendió” a los empresarios que operan en el país por la falta de concreción de proyectos de inversión.
Tal vez alguno por lo bajo podría haberle respondido que es más rentable colocar fondos en las Lebac por las altas tasas que paga el Banco Central antes que realizar una inversión productiva.
La reticencia inversora de la burguesía local no se modifica ni aun cuando su gobierno le ofrece todas las condiciones que reclamaba.
Para encontrar las raíces profundas de esa conducta habría que explorar en el atraso y la dependencia histórica en la que está sumergida la economía argentina en relación a las potencias imperialistas.
Ahora el oficialismo estarían analizando impulsar un blanqueo de capitales para ver si al menos llueve una gota de inversión.
Es una medida para recurrir a los Lázaro Báez que abundan en la fauna local. Cada empresario nacional tiene su propia “ruta del dinero”. La fuga de capitales al exterior es el deporte preferido de la burguesía nacional.
El kirchnerismo utilizó el recurso del blanqueo sin conseguir resultados significativos. No está claro porque ahora funcionaría.
No obstante, la última ilusión para que lluevan inversiones es que relampagueé desde el extranjero.
Pero el macrismo llevó supuestamente a la Argentina a integrarse al mundo justo cuando en la economía global reaparecen los fantasmas de un estallido como en 2008. El grueso de los flujos financieros están retornando a las principales potencias económicas.
Por esto mismo, el comercio exterior tampoco parece ser lo que va a reanimar la economía doméstica. Mucho menos viendo como avanza la recesión en Brasil, el principal socio comercial de Argentina.
En 1959, el economista ultra liberal Álvaro Alzogaray planteaba alguna vana esperanza a la encrucijada en que se encontraba la economía: “Lamentablemente, nuestro punto de partida es muy bajo. Muchos años de desatino y errores nos han conducido a una situación muy crítica. […]. Las medidas en curso permiten que podamos hoy lanzar una nueva fórmula: ‘Hay que pasar el invierno’.”.
En la fórmula macrista, el invierno va a ser sumamente frió.

Pablo Anino

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