viernes, 27 de mayo de 2016

“No hay revolución sin revolucionarios”



La novela La revolución es un sueño eterno fue publicada por Andrés Rivera en 1992. Juan José Castelli, enviado de la Primera Junta al Alto Perú, es el protagonista de este relato de ficción.

La Revolución de Mayo ocupó un lugar central en muchos debates sobre la historia nacional. Desde el marxismo, la izquierda nacional, el revisionismo histórico y la historiografía liberal se la tomó como un hecho central.
En esta entrevista, Rivera repasa los nudos centrales de su obra y algunas de las principales discusiones sobre la Revolución de Mayo.
¿Por qué tomar a Castelli como el protagonista de su libro?
Andrés Rivera: son varias razones por las que elegí a Castelli: de él leí mucho, llevo los fragmentos de 22 libros de historia que aludían a su figura. Muere joven, y ahí el disparador de la novela. Se lo llamó “el orador de la Revolución de mayo”, y muere de un cáncer en la garganta, lo cual es una paradoja trágica. Tenía muy pocas referencias de él, los libros de historia no me aportaron absolutamente nada y me lancé a escribir. Salvo algunos nombres: de su mujer, de su hija, algunos de sus amigos… todo lo demás, es producto de la ficción.
¿Moreno y Castelli representan el “ala jacobina” de la Revolución de Mayo?
AR: Y probablemente Belgrano en sus primeros tiempos. José Ingenieros solía decir que en este país los sucesos excepcionales se dan veinte años después que en Europa. La Revolución Francesa tuvo lugar en 1789, veinte años después, en 1810, usted tiene aquí la Revolución de Mayo. Ellos eran de Rousseau para arriba y para abajo, y por cierto que, con las comunicaciones de esa época, tomaron nota de los hilos y de la radicalización de la Revolución Francesa. Cuando aquí estalla la Revolución de Mayo ya Napoleón había hecho camino, como un hijo bastardo de la revolución.
¿Por qué los jacobinos argentinos no pudieron triunfar?
AR: ¿Quién los iba a apoyar? ¿Sobre qué base? Los grupos o partidos revolucionarios son siempre minoría, no abarcan una inmensa mayoría. La revolución la hicieron los jacobinos en la Revolución Francesa, los bolcheviques en la Revolución Rusa, los pocos que acompañaron a Fidel en Sierra Maestra.
¿Qué tenían detrás los jacobinos? Lo que les había legado la Revolución Francesa, es decir, un cuerpo de orden teórico y un ejemplo de combate por las armas. Los revolucionarios franceses movilizaron a los sansculottes, al pueblo bajo de Francia, artesanos, pequeños campesinos, algunos intelectuales que siempre son minoría, combatieron contra la Europa feudal y combatieron con la burguesía ¿A quienes podía importar la Revolución de Mayo? Ese representante de los bloques de hacendados que después fue Juan Manuel de Rosas, se lamentó de la pérdida de los tiempos apacibles anteriores a la Revolución de Mayo. Los grandes estancieros, los señores que hablaban en francés, idioma que era signo de distinción y lo siguió siendo hasta mediados o fines de la década del 30 del siglo XX. Esa expresión de “tirar manteca al techo” que se hizo tan conocida tuvo que ver con eso, con fortunas que asombraban aún a los millonarios y grandes potentados europeos y su despilfarro.
¿Qué quería decir Castelli?… que le faltaban los artesanos, los primeros obreros, los intelectuales que formaran la vanguardia de la Revolución de Mayo.
En Mayo ¿quiénes representan a estos hacendados?
AR: Si hablamos de un ala conservadora, ahí esta Cornelio Saavedra. Recordemos que también se convirtió en una suerte de leyenda el consejero áulico de Juan Manuel de Rosas, que fue Tomás de Anchorena. El apellido de Anchorena sirvió para que aún los más ignorantes de la sociedad argentina comulgasen ese dicho “más rico que Anchorena”.
Usted habla de Mayo como revolución inconclusa...
AR: Y claro, ¡si todo permaneció de pie! Cuando Castelli marcha al Norte habla a indios, a morenos esclavos del reparto de la tierra, ¿qué ocurrió con el reparto de la tierra?
¿Cuál era la apuesta de Mariano Moreno?
AR: ¿Por qué es tan misteriosa la muerte de Moreno? Cuando Moreno se embarca rumbo a Inglaterra, había dejado de ser secretario de la Primera Junta, estaba despojado de poder político alguno. El que interroga la historia se tiene que preguntar cómo, de repente, ese hombre ¿Se enfermó de qué? ¿Murió de qué? A Monteagudo lo acuchillan allá en el Norte, no muere en la cama, de gripe o cualquier otra enfermedad, lo acuchillan. El propio San Martín se exilia, regresa, ve un país sumido en un caos ¿Qué otros quedan? French, Berutti… desaparecen los dirigentes.
Castelli escribe en su cuaderno: “hombres como yo fueron derrotados más de una vez por interrumpir en el escenario de la historia antes de que suene su turno”. Esa idea ¿no tiene que ver con decir que la revolución era prematura?
AR: Pregúntese qué pasaba por la cabeza de los revolucionarios en momentos en que estalla una revolución. Lenin, en Suiza, quedó absolutamente sorprendido. Mao Tse Tung estuvo veinte años esperando en una aldea misérrima, hasta el 45, a la derrota del imperialismo japonés para lanzarse a la revolución.
Creo que son preguntas que revolucionarios como Castelli estaban obligados a hacerse. Y después, esta novela, esta novela escrita ciento y pico de años después, nos encuentra con eso, con que alguien como Juan Manuel De Rosas comienza a emerger en el escenario político y social del país diez, doce años después de la Revolución de Mayo. Eso yo lo puedo ver, no lo podía ver Castelli. Pero sí, Castelli podía hacerse esas preguntas y creo que son preguntas verosímiles.
Castelli escribe acerca de que lo han enviado a “una ciudad que extermina la utopía, pero no su memoria”. ¿A qué hace referencia?
AR: Y claro, se guarda la memoria. Usted es depositario, nació cuando acá se dio el golpe militar del 24 de marzo de 1976. Nació por esos días y a usted le fue transmitido, recibió la información oral y seguramente escrita de que ocurrió entre mediados de la década del 60 hasta el 76 y en los años posteriores al genocidio.
Fíjese, cuántos jóvenes que hoy están militando nacieron por esa fecha, un año antes, un año después y se enteraron muy tarde, desde ya ese es un hecho irreprochable, otros se exiliaron o porque eran militantes y tuvieron la oportunidad de exiliarse.
Recuperarse de ese genocidio nos llevó 30 años, y hoy lo que se puede advertir son estas organizaciones de base que aparecen en los conflictos de aeronáuticos, de subterráneos, de hospitales como el Garraham enfrentados a la burocracia sindical y abiertos a una democracia de base. También la democracia es muy exigente, muy representativa a la que hay que rendir cuenta, quien decide en Santa Cruz son los docentes de Santa Cruz, quien decide si aceptan las propuestas enmendadas por la patronal de turno o no y hasta dónde van a avanzar.
¿En dónde vive la memoria para Castelli?
AR: En sus escritos, en algunos hombres que tuvieron un papel más destacado, como French y Beruti, y en los papeles que se fueron dejando, insisto, que dejaron y se fueron transmitiendo hasta llegar a nuestros días. Quedan militares como San Martín o el guerrillero Güemes allí en Salta.
Luego la historiografía oficial sea revisionista o liberal, ha opacado esa memoria que también pertenece no al sujeto, sino que pertenece al mundo, al sistema en que vivimos.
Es tarea de aquellos que se proponen cambiar esta sociedad, volver a buscar y poner en su contexto lo que ocurrió con aquellos que hicieron esa historia.
¿Por qué la revolución es un sueño eterno?
AR: Bernardo de Monteagudo dijo, contradiciendo todos los dogmas católicos, ‘la muerte es un sueño eterno’ y yo tomé la muerte como la revolución. Quiere decir que la revolución será un sueño hasta que se plasme.

***

Andrés Rivera, escritor argentino, nació en Buenos Aires en 1928. En 1985 obtuvo el Segundo Premio Municipal de Novela con En esta dulce tierra. En 1992 recibió el Premio Nacional de Literatura por su novela La revolución es un sueño eterno y, en 1993, la Fundación El Libro distinguió La Sierva como el mejor libro publicado en 1992. En octubre de 1995 recibió el Premio del Club de los XIII por El verdugo en el umbral. Su último libro, Kadish, se publicó en 2011.
"Somos oradores sin fieles, ideólogos sin discípulos, predicadores en el desierto. No hay nada detrás de nosotros; nada, debajo de nosotros, que nos sostenga. Revolucionarios sin revolución: eso somos. Para decirlo todo: muertos con permiso. Aun así, elijamos las palabras que el desierto recibirá: no hay revolución sin revolucionarios" (La Revolución es un sueño eterno).

*Esta entrevista es una versión para La Verdad Obrera (experiódico del PTS) de la charla realizada entre Andrés Rivera y Eduardo Castilla en 2007.

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