sábado, 21 de mayo de 2016
Indagaron a cuatro integrantes del Batallón de Aviación 601
Los responsables de los vuelos
Los cuatro represores fueron convocados para declarar por el asesinato de Rosa Novillo Corvalán, cuyo cuerpo apareció en la costa de Punta Indio en diciembre de 1976. La fiscalía ya había pedido que fueran a juicio oral por otras tres víctimas.
Los cuatro pertenecieron a la plana mayor del Batallón de Aviación del Ejército 601, corazón de la estructura encargada de los vuelos de la muerte en Campo de Mayo. Están detenidos con prisión domiciliaria desde abril del año pasado, acusados por los homicidios de tres víctimas, cuyos cuerpos fueron inhumados como NN entre 1976 y 1978 e identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense. La semana pasada, la jueza federal de San Martín Alicia Vence volvió a convocarlos a los tribunales para ampliar la declaración indagatoria, esta vez por el crimen de Rosa Eugenia Novillo Corvalán, asesinada antes de un traslado y cuyo cuerpo apareció en la costa de Punta Indio en diciembre de 1976. Durante la indagatoria ninguno de los cuatro aportó información, tal como sucedió un año antes. La fiscalía a cargo de la causa ahora espera que la jueza incorpore a esta nueva víctima al listado de hechos por el que ya pidió la elevación a juicio oral.
Los vuelos fueron el método por excelencia del exterminio masivo de miles de prisioneros en Campo de Mayo. Estos cuatro detenidos integraron el Estado Mayor del emblemático Batallón de Aviación 601, en cuya reconstrucción fueron clave las declaraciones de cientos de conscriptos. Entre los ya procesados se encuentran el Jefe y Subjefe del Batallón: Luis del Valle Arce y Delsis Ángel Malacalza, segundo comandante entre diciembre de 1975 y diciembre de 1978. También fue indagado Alberto Luis Devoto, a cargo de Inteligencia (S-1) y Personal (S-2) entre diciembre de 1974 y octubre de 1977 y conocido por haber permanecido veinte años en la función pública en el gobierno de José Manuel De La Sota en Córdoba. Otro de los indagados fue Eduardo María Lance, oficial de operaciones (S-3), entre junio de 1976 y febrero de 1978, el único de los cuatro llegó al juzgado solo, sin compañía ni custodia.
–¿Le puedo preguntar de dónde es? –le preguntó al fotógrafo.
–Prensa –dijo él.
–¿Le puedo preguntar por qué me saca fotos?
–¿Usted está imputado en una causa?
–Sí –reconoció.
–Es por eso.
–¡Ah! ¡Pero qué organizados están! –respondió.
A la indagatoria de la semana pasada el juzgado también convocó a Santiago Omar Riveros, entonces a cargo del Instituto de Comando Militares. Los nombres de los integrantes del Batallón de Aviación del Ejército 601 se conocieron el año pasado en el marco de un Informe del Programa Verdad y Justicia del Ministerio de Justicia y de la Dirección de Derechos Humanos del ministerio de Defensa con un pormenorizado análisis de testimonios de conscriptos, legajos y organigramas del Ejército. La anatomía de los vuelos, nombrados en Campo de Mayo como “vuelos fantasmas” o “vuelos sanitarios” estableció que entre 1976 y 1983, el Batallón de Aviación fue la estructura que realizó los vuelos de la muerte con una doble dependencia: institucionalmente, del Comando de Aviación del Ejército Argentino y operativamente, del Comando de Institutos Militares, corazón represivo de la Zona de Defensa IV, a cargo del multicondenado Riveros.
En febrero de este año los fiscales Miguel García Odás y Hugo Bogatti pidieron la elevación a juicio oral de la causa por tres víctimas: Adrián Enrique Accrescimbeni, Juan Carlos Rosace y Roberto Ramón Arancibia. Dijeron: “desde ese Batallón partieron infinidad de vuelos de avión y/o helicópteros que transportaban personas privadas de la libertad, en la mayoría de los casos del centro de detención clandestino de Campo de Mayo, que eran arrojadas desde las aeronaves a las aguas del Río de la Plata o al océano Atlántico”. “Los vuelos de aviones y helicópteros partían del aeródromo de dicha unidad transportando personas vivas, vendadas y drogadas -Ketalar–, y/o muertas y regresaba las aeronaves sólo con su tripulación. Esas personas vivas y/o muertas constituían la ‘carga’ que fueron arrojadas al río de la Plata y/o al mar –océano Atlántico–, convirtiéndose esos vuelos en los ‘vuelos de la muerte’ y/o ‘vuelos fantasmas’ que fue la forma de exterminio de los miles de detenidos-desaparecidos secuestrados y alojados en los centros clandestinos de detención del país.”
La fiscalía entendió que el accionar de los acusados consistía en organizar, planificar y materializar los denominados vuelos de la muerte, para lo cual “recibían a las víctimas que eran trasladadas al Batallón de Aviación 601 de Campo de Mayo. Allí eran subidas, vivas o muertas”, a las aeronaves. Las víctimas llegaban hasta la cabecera del aeródromo en vehículos generalmente de gran porte a través de las puertas 1, 4 o 7, cercanos al Batallón de Aviación 601, explicaron. Recorrían una ruta boscosa e ingresaban a Campo de Mayo y al Batallón de Aviación sin control alguno, por orden directa de los superiores del Batallón. Generalmente las aeronaves ya se encontraban esperando en la cabecera de la pista. Los vehículos de transporte se paraban a un costado y las víctimas eran subidas a los aviones. Los Twin Otter tenían una escalera al costado, mientras que los Fiat se cargaban por la parte trasera. “La mayoría de los testimonios dan cuenta que esta operatoria era llevada a cabo por oficiales y suboficiales. Los conscriptos –sigue la elevación– eran relevados de sus puestos o se los obligaba a mirar a otro lado o hacer cuerpo a tierra”. La mayor parte de los vuelos de Campo de Mayo, explicaron, eran nocturnos y al cargar los aviones solían apagarse las luces. La carga de las víctimas duraba aproximadamente media hora y luego el avión partía. Respecto de los helicópteros, continuaron, muchos testimonios refirieron que partían de una zona boscosa cercana “al Campito”. No se ha podido acreditar con certeza si los “vuelos fantasmas” o “vuelos de la muerte” “se encontraban debidamente registrados. Lo que sí se sabe por declaraciones de conscriptos que cumplían funciones en la Torre de Control es que la mayoría de estos vuelos irregulares se dirigían a Punta Indio o a Bahía Blanca y que los pilotos pedían los partes meteorológicos de dichas localidades”.
El cuerpo de Rosa Eugenia Novillo Corvalán apareció en la costa de Punta Indio en diciembre de 1976. Rosa militaba en el PRT. Y había vivido en Córdoba hasta mediados de1975. Después, se fue a Zárate Campana donde vivió con su compañero, Abel Omar Pucheta. Ella fue secuestrada en octubre. De acuerdo a los datos de la causa, a Rosa la vieron en Campo de Mayo. Desde 1998 su familia sabe que su cuerpo apareció en Punta Indio y fue enterrado como NN en el cementerio de Magdalena. “La aparición de los restos de nuestra hermana en Punta Indio, lleva a concluir que ella tuvo el triste y doloroso destino de quienes fueron víctimas de los llamados ‘vuelos de la muerte’”, dijeron sus hermanos en un escrito. En 1998, el EAAF determinó que los restos hallados el 4 o 5 de diciembre de 1976 en la costa fueron trasladados al cementerio de Magdalena. Una autopsia realizada en 1976 había determinado que Rosa fue asesinada al menos de tres disparos y posteriormente arrojada a las aguas del Río de la Plata, donde permaneció entre 10 y 12 días. Ya en ese momento, el Registro Nacional de las Personas también había identificado sus huellas pero ninguna de esa información llegó a la familia. El 27 de febrero de 1998, la periodista Lila Pastoriza reveló la participación en el ocultamiento de las pruebas del entonces comisario Julio Cesar Morazzo.
Alejandra Dandan
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