miércoles, 18 de mayo de 2016
Un hogar que arrastra demasiada historia
Oscar Arquez, sobreviviente de la VII Brigada Aérea.
En la Base Aérea de Morón estuvo durante la dictadura la VII Brigada Aérea. Cuatro de las personas que allí permanecieron detenidas continúan desaparecidas. La casa de la gobernadora bonaerense sería una de las que ocupaban los jefes de la unidad militar.
Oscar Arquez estuvo secuestrado en la VII Brigada Aérea de Morón. Lo llevaron vendado el 16 de septiembre de 1976 y pasó por distintos edificios de esa guarnición, que hoy es la Base Aérea de Morón. Según los registros de la Conadep, otras 18 personas permanecieron detenidas ilegalmente en ese lugar, de las cuales cuatro permanecen desaparecidas. Ese lugar, uno de los símbolos de la represión en la zona oeste de la provincia de Buenos Aires, es el que eligió la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal para mudarse junto con sus hijos.
La VII Brigada Aérea fue entre 1977 y 1979 fue cabecera de la Jefatura de la Subzona 16, con jurisdicción en lo que hoy es Morón, Hurlingham, Ituzaingó, Merlo y Moreno, y articuló su funcionamiento con centros clandestinos como Mansión Seré. Aparece mencionada como centro clandestino de detención en el informe Nunca Más. Su rol fue nuevamente confirmado el año pasado en la sentencia del Tribunal Oral de San Martín, que juzgó por primera vez a oficiales, suboficiales y policías de la Subzona.
La casa que ocupará la gobernadora en esa base de la Fuerza Aérea es una de las tres destinadas a los jefes de la ex VII Brigada. Entre ellos estuvo César Miguel Comes, condenado en dos juicios a 25 años de prisión.
A través de una licitación pública, el gobierno bonaerense anunció que destinará unos 660 mil pesos del presupuesto a mejorar y “embellecer” ese predio. Ante una consulta de Página/12 dijeron que “embellecer” es pintar. Que la gobernadora no quiere ir a la residencia del gobernador porque se parece al Palacio de Versailles, que quiere una casa común, en el territorio al que sus hijos van a la escuela. Que necesitan sentirse seguros y que de acuerdo a sus datos no hubo prisioneros en ese lugar.
Alejo Rivero es de HIJOS La Matanza. “Ese lugar fue parte del circuito represivo de la Subzona 16. Donde hubo muerte y horror tiene que funcionar un espacio para la memoria donde se reivindique la lucha de nuestros padres. Por eso es muy poco aceptable que alguien elegido democráticamente viva en un cuartel militar que está destinado a otra cosa. Los organismos de derechos humanos venimos bregando para que sea reconocido como centro clandestino con todas las letras”.
–¿Qué dicen los vecinos de la mudanza?
–No lo quieren –vuelve a decir Arquez–. No se olvide que este es un barrio peruca, que acá aterrizó el general Perón el 20 de junio cuando se produce la masacre en Ezeiza por el retorno. Pero además hay otra cosa: acá nomás está la cancha del Deportivo Morón, que fue la única hinchada que en plena dictadura reclamó por los desaparecidos.
De acuerdo a los datos de la Comisión Provincial de la Memoria y de la Conadep, en junio de 1976 por medio de la Orden de Operaciones Provincia 2/76 el Ejército cedió la responsabilidad de la represión en la Subzona 16 a la Fuerza Aérea. La Subzona estaba dividida en cuatro Areas, dos en Morón, una en Merlo y otra en Moreno. La Jefaturas de área recayeron en unidades de la Fuerza Aérea. La VII Brigada fue la Unidad de Comando del Área 160 durante todo el período. Algunos de los centros clandestinos de detención ubicados en ámbito del Área 160 fueron: Mansión Seré, Comisarías 3° de Morón (Castelar) y Comisaría 2° de Morón (Haedo) y la propia VII Brigada.
La Orden de Operaciones Provincia preveía que la jefatura de todas las áreas recayeran en el brigadier con más antigüedad. Quien desempeñó ese cargo entre el 21 de diciembre de 1977 y el 9 de marzo de 1979 fue Comes, entonces responsable de la VII Brigada Aérea de Morón.
Flores de septiembre
Oscar Arquez aún vive en el barrio como en 1976, a trece cuadras de la ex VII Brigada. Es electricista e integra la Asociación de ex detenidos desaparecidos Seré zona Oeste. Arquez es hincha de Morón. En 1976, Arquez militaba en la UES. Lo secuestraron el 16 de septiembre junto con su hermano Arnaldo. Y en esos días también fueron secuestradas otras cinco personas con militancia territorial en la Biblioteca José Hernández. Pese a que estaba vendado, Arquez se dio cuenta enseguida dónde estaba porque el sonido de la torre de control era una de las características de la brigada. También reconoció el sonido de tropas y de los aviones. Y entendió, como sucedió en el resto de los casos, que durante su estadía de dos días lo fueron cambiando de lugares. De allí pasó más tarde a la comisaría de Castelar como el resto del grupo, que luego fue separado y cada uno de sus integrantes trasladados a otros centros clandestinos de detención. Arquez pasó a la comisaría de Haedo, luego a El Vesubio y más tarde a Coordinación Federal. Por si quedasen dudas sobre desde cuándo el lugar quedó filiado a la represión, Arquez presentó su primera denuncia cuatro días después de ser liberado, el 21 de noviembre de 1976: “Fui a la sede de la Liga por los Derechos del Hombre. Desde ese momento vengo diciendo lo mismo.”
El año pasado terminó el Juicio Oral de San Martín que reconstruyó por primera vez el rol de la Fuerza Aérea como cabecera de la represión en la zona. Martín Niklison fue el fiscal del juicio y en su alegato recordó el relato de otros sobrevivientes. Uno de ellos, Atiliano Rojas, reconoció que estuvo en la Brigada VII porque tenía una usina eléctrica con la que alimentaban la base “y hacía un tremendo ruido que conocía de memoria porque entraba periódicamente a entregar la prensa del Partido Comunista”. Repartía el diario en el Casino de Oficiales y alguna vez lo hizo llegar hasta al comandante. Otro de ellos, Ángel Terrazas Pozo, también era vecino del lugar. Habitualmente oía el ruido de helicópteros y de aviones que volvió a escuchar en el lugar de detención. Luis Ángel Pereyra “es emblemático en este sentido –dijo el fiscal–, toda vez que fue privado ilegalmente de su libertad a los 16 años dentro de la misma Brigada VII cuando concurrió allí para hacer averiguaciones sobre el servicio militar que pronto debía cumplir”.
El 7 de mayo de 2009 Arquez volvió a ese lugar en el contexto de una inspección ocular. Caminó por la entrada principal hacia el edificio de la torre de control. Dentro del hall, recuerda el alegato, reconoció uno de sus lugares de tormentos: “Abajo de una escalera de mármol advirtió un cuarto de pequeñas dimensiones, de unos dos metros de largo por uno de ancho, con un depósito de limpieza. Al observar ese cuarto, Arquez dijo estar prácticamente convencido de que en 1976 había permanecido detenido en ese lugar.”
“El predio es inmenso –dice ahora–; como Campo de Mayo, si quiere una comparación, pero no tan grande. No es un barrio con casas una al lado de la otra, sino construcciones y edificaciones más separadas. Es una base aérea con varios edificios. Yo estuve detenido y pasé por varios lugares. Durante la inspección, reconocí muy bien uno de los lugares donde funcionó la torre de control. Después pasé por otro lugar que no pudimos encontrar que tenía varias puertas con habitaciones u oficinas. También había un lugar que ahora no pudimos ver con una escalera que tenía un salón bastante grande. Estuvimos con otros compañeros, como Luis Pereyra y Rojas, y no pudimos encontrarlo”.
Sobre ese punto todavía oscuro, la fiscalía también habló en el alegato: “Los testigos Rojas, Luis Pereyra y Oscar Arquez coincidieron que estando en la Brigada de Morón permanecieron en un salón grande, al que se accedía bajando una escalera, por lo que creyeron que se trataba de un sótano. Si bien no pudo ser individualizado, podría deberse a eventuales cambios en la estructura del lugar. Por otra parte, cabe la posibilidad de que no se haya accedido a todos los sitios y dependencias de la brigada.”
Para entonces, el predio tenía un Casino de oficiales y de Suboficiales, una torre de control, lugares donde dormía la tropa, un hospital y polvorines con armas y pólvora. “Sabemos que nosotros pasamos por uno de los polvorines porque uno de los milicos me tiró un tiro en la oreja y me dijo: ¡¡¿Qué querés?!! ¿Que volemos todos? Durante la inspección los reconocimos porque todavía están las bases, aunque están totalmente destruidos”, dice Arquez. En el lugar también había tres casas “muy grandes” rodeadas de terrenos –cuenta– que eran las viviendas de los jefes y subjefes de la brigada. Una de esas casas será ocupada por Vidal.
En los años 80, la brigada se trasladó a lo que era VIII Brigada Área Mariano Moreno. Actualmente en el lugar funciona la Base Area Militar de Morón y el Instituto Nacional de Aviación Civil.
Del bombardeo del 55 al retorno de Perón
La historia represiva de la VII Brigada Aérea de Morón no empezó en 1976. En diciembre de 1975, el brigadier Jesús Orlando Capellini encabezó el intento de golpe de Estado contra el gobierno de Isabel Perón. Y desde allí despegaron en 1955 los aviones que bombardearon Plaza de Mayo. Por eso, el fiscal Niklison dijo durante el juicio que “estos hombres que están siendo juzgados no habían llegado a 1976 como abanderados de la paz”. Cuando ellos eran jóvenes oficiales, explicó, el 16 de junio de 1955, “desde la VII Brigada de Morón salieron los aviones Gloster Meteor a combatir a los aviones de la marina que estaban bombardeando el centro de Buenos Aires, asesinando cobardemente a cientos de personas. Salvo una primera intervención que derribó a un avión naval, los pilotos de la Fuerza Aérea se rebelaron contra las legítimas autoridades y en lugar de combatir la agresión de la aviación naval ametrallaron a personas indefensas en Plaza de Mayo, en la CGT, en el Departamento de Policía y sobre las avenidas cercanas”.
“Los responsables no sólo quedaron impunes sino que fueron considerados héroes durante muchos años por los sectores dominantes en nuestro país. Varios pilotos llegaron a almirantes y brigadieres; el brigadier José María Romero, antecesor de Comes en la VII Brigada y primer jefe de la Subzona 16, fue uno de los que desde un Gloster ametralló a indefensos civiles. Como detalle, en esos años el casino de oficiales de los pilotos de la VII Brigada era la Mansión Seré, allí habrán tomado la decisión de usar los modernos aviones que se pusieron a su disposición para atacar a civiles”, agregó el fiscal.
Alejandra Dandan
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