domingo, 17 de abril de 2016

Angelici: historia de un converso



Gobierna Boca pese a la sospecha de que es hincha de Huracán. Opera para el PRO aunque tiene pasado radical. Radiografía de un tipo suburbano que empieza a hacerse visible.

"Él necesitaba gente de confianza, y yo cumplí". Así de escueto y contundente fue Daniel Angelici cuando se refirió a su paso por la tesorería de Boca, cargo al que renunció en 2010 tras aprobarse la renovación de contrato de un tal Juan Román Riquelme. Esos cuatro años fijados en el papel serían determinantes en la relación entre ambos.
Pero este radical nacido en 1964 es mucho más que un ex tesorero de la entidad xeneize. Criado en Lugano, se acercó a la militancia en la UCR en su adolescencia. Respondía a un nombre conocido como el de Facundo Suárez Lastra y pertenecía a la Coordinadora Nacional. Estudiaba abogacía, pero la política le apasionaba. Y los negocios, también. Como cuentan Federico Poore y Ramón Indart en su libro "El poder del juego", cuando cumplió 18 años su padre le regaló un Renault 12. Al poco tiempo lo vendió para sumarse con un 0,5 % de una sociedad que abrió un bingo en San Bernardo. Ese fue su primer paso en el mundo del juego.
"Soy una mezcla de empresario y político. Lo que más me gusta es la militancia, pero me fue bien con los negocios" le contaba "El Tano" a La Nación en 2011. Llegó al PRO en 2005 y desde entonces es mirado de reojo por todos los que integran ese espacio. Sobre todo por quienes perdieron poder de decisión a partir de su ascenso. Su ingreso lo gestó Jorge Macri, quien generó un encuentro entre su primo y él, en donde acordaron sin mayores contratiempos para lograr apoyos radicales hacia el hoy presidente. A cambio, varios "angelicistas" se convirtieron en legisladores del macrismo ese año. Pese a que el binguero no es adorado por la cúpula del partido, tiene gente afín en él. Laura Alonso está casada con Ernesto Ochoa, ex líder de la Juventud Radical e íntimo amigo de Angelici.
La política no debe tapar el hecho que hablamos de uno de los hombres más importantes de los juegos de azar de la Argentina. Es el titular de la Cámara Argentina de Salas de Bingos y Anexos (CASBA), tiene intereses en varias sociedades de apuestas y varios caballos de carrera. Admite participaciones en bingos de Pergamino, Ramallo, Córdoba y Mendoza, y acciones en Brasil en la empresa World Games. "Siempre generando ganancias para las provincias en las que invertí", se jactó.
Pero su despegue vino a partir de un "vacío legal", que le permitió renovarse tras el desuso de los bingos tradicionales, que usaban cartones a la antigua. Gracias a un funcionario duhaldista del Instituto Provincial de Lotería, pudo instalar tragamonedas como si estos fuesen el papel de antaño y pagar un canon anual misero, que se cubría con la ganancia de dos semanas de funcionamiento.
En el mundo Boca apareció en 2007 cuando en su cena de despedida Macri lo presentó como "el futuro presidente de Boca", ante miradas de confusión de varios de los comensales. Su nombre surgiría de nuevo en 2010, cuando en su cargo de tesorero y testaferro político del hijo de Franco Macri se opuso con fervor a darle el gusto a Riquelme, quien pretendía renovar por cuatro años. Amparado en la diplomacia PRO, Angelici encubría sus intenciones argumentando que ese lapso era "demasiado" dada la edad (32 en ese año) y el historial de lesiones del crack xeneize, aunque los 36 años de Palermo (amigo del macrismo que renovó contrato en ese momento) no parecían perturbarlo.
Ameal, presidente en esa época, cumplió el deseo del ídolo y obtuvo la renuncia del delfín del entonces Jefe de gobierno. Volverían a verse las caras un año más tarde, donde Angelici sería apoyado fervorosamente por Macri y su equipo y ganaría las elecciones prometiendo volver a Japón como si se tratara de comer una manzana. Al mandatario saliente no le alcanzó con campeonar invicto. Desde ahí, se convirtió en un hombre público. Adquirió notoriedad por realizar con uno de los pedidos del amigo Mauricio: Sacarse de encima a Riquelme. Después que el enganche liderara al equipo a la final de la Copa y anunciase su retiro, la misión estaba cumplida. Pese a que se recuerda la imagen en donde ambos se cruzan con una mirada petrificante, el binguero no estaba para nada mortificado: Había remado junto a su dirigencia para desgastar al jugador y forzarlo a irse, aprovechando sus conocidas pocas pulgas.
Tras un semestre sin títulos y con juego feo, la Bombonera insultó a Falcioni y a Angelici, clamando por Bianchi y por Riquelme. El presidente, como buen chico PRO, se basó en lo que le decían las encuestas. Trajo al DT y luego aceptó al ídolo (que amagó no volver). Pero nada es gratis. Ambos sufrieron la divulgación de sus contratos y un constante asedio de la prensa cómplice. Se puso en duda la continuidad del entrenador desde la primer derrota y se lo tildó de obsoleto ante cualquier traspié. A sus propios errores, se sumó una campaña mediática como pocas, con total anuencia de la directiva, que fogoneaba los rumores y del presidente, quien siempre hablaba de poner al club por encima de los nombres.
Tras negarse a confirmar una renovación del contrato del ex Villarreal durante meses (alegando que había que esperar, y aduciendo temas como edad o lesiones) le ofreció uno de compromiso, a sabiendas del rechazo. Un mes más tarde, despidió al entrenador. La decisión tuvo su costo, pero fue lo que se buscó desde enero de 2013: Traer a los consagrados y forzarlos a irse por sus propios medios. Funcionó con uno, no con el otro. Aún hoy se dice que Bianchi no tuvo una última chance de revertir la mala racha por el llamado del presidente real de Boca, quien le bajó el pulgar. Nunca le perdonó aquella conferencia de prensa donde el Virrey tuvo la osadía de desafiar sus caprichos de niño rico.
Desde ahí, Boca ganó dos títulos menores, los únicos con este empreario (acusado de hincha de Huracán) al mando. En el medio, hubo papelones como el gas pimienta, las ya mencionadas divulgaciones de contratos, intentos de cobrarle dolar blue a los hinchas al ofrecerles viajar con el equipo y la estafa de los adherentes, donde miles pagan para jamás poder acceder a ser socios plenos de la institución. A eso hay que sumar la tercerización a precio vil del Museo Boquense (a manos de TyC), el acuerdo dudoso de inferiores con el Barcelona (que no reportó beneficio alguno), el cierre total del club para evitar protestas por la dudosa venta de entradas para el Boca-River de la Copa. ¿Suficiente? Hay mas: Cierre del estadio a los socios el día de la consagración ante Tigre (5000 quedaron afuera para que la dirigencia traiga hinchas del interior que les garanticen votos), clausura de disciplinas como el voley por "no ser rentables", usar el club para campañas del PRO, utilizar el contrato con una empresa de autos (Citroen) para que la dirigencia reciba vehículos y hasta resistirse a comprar diez pelotas para que el basquet pueda entrenar.
Pero ninguna de las herejías anteriores (inclusive enfrentarse a las glorias) tuvo la gravedad de la madre de todas las batallas que se vienen: El intento de la dirigencia actual de mudar la Bombonera, a costa de resignar la identidad del club como nunca antes (y eso que lo han intentado)
En la segunda parte de esta nota, los pormenores de ese negociado y las conexiones de Angelici en el poder judicial.

Lionel Pasteloff

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