sábado, 30 de abril de 2016

Las extrañas vías de la protesta obrera

El peronismo histórico (1945 hasta la crisis de 1952) consistía en un movimiento obrero de masas organizado en poderosos sindicatos con una política capitalista reformista y direcciones burocráticas que representaban en el seno de ellos a la burguesía y que no obedecían a sus bases sino a un dirigente burgués nacionalista, el coronel Juan D.Perón (después autoascendido sucesivamente a general y a teniente general).
Éste se apoyaba en la clase obrera gracias a la dominación de la misma por la ideología capitalista y al control burocrático que ejercían en sus organizaciones los dirigentes sindicales proburgueses.
Perón, para cumplir su objetivo declarado de construir una burguesía nacional desde el Estado y una “Argentina potencia” capitalista, se opuso a las luchas y a la independencia de la clase obrera (reprimió las huelgas y las prohibió en su Constitución de 1949) porque reconocía la existencia de la clase obrera en la que a veces se apoyaba y a la que controlaba mediante su aparato sindical estatal.
El postperonismo dirigido por la pareja Kirchner canalizó en cambio un proceso en el que los trabajadores tenían suficiente fuerza como para derribar gobiernos (2001-2003) pero venían de la terrible derrota de la superinflación de más del 1000 por ciento con los radicales y de la desindustrialización masiva producida por el neoliberalismo del peronismo menemista (al que pertenecían los Kirchner) y carecían de organización y de política propia.
De ahí el estallido de diciembre de 2001 que algunos ultraizquierdistas despistados confundieron con una situación revolucionaria o prerevolucionaria aunque expresaba a la vez,mezclados el deseo de un cambio políticosocial, la rabia y la desesperación y un conservadurismo que terminó por llevar al gobierno al menemista Néstor Kirchner y su grupo de aventureros de la política. El kirchnerismo no se apoyó en la clase obrera, la cual estaba débil y desorganizada.
Proveniente de un estallido social, a diferencia de Perón, no pudo oponerse a las huelgas a las que, además, no temía porque eran pocas pero desconoció lisa y llanamente la existencia de las clases y jamás se apoyó o intentó apoyarse en los trabajadores, mientras el gran capital extranjero y sus agentes seguían controlando todos los sectores importantes de la economía y en lo político mordía el freno esperando tiempos mejores.
El kirchnerismo defendió los intereses del gran capital, se ilusionó con reformar el capitalismo en Argentina sin tocarle las bases y llevó a cabo una política neoliberal con el agregado de un mero distribucionismo-asistencialismo que duró lo que duraron los altos precios de las mercancías primarias que exporta la Argentina extractivista. Néstor y Cristina Kirchner abrieron así el camino al retorno de los Yetis del capital financiero y de la Sociedad Rural y frenaron a los únicos que podrían haberlo impedido, los trabajadores organizados.
Llegamos de ese modo a Macri y a este Primero de Mayo de huelgas dispersas y de despidos. Por un lado, la combatividad obrera es mucha: en Tenaris (Techint) de Valentín Alsina, con el apoyo de los trabajadores de los otros establecimientos de la empresa, resisten el despido de sus dirigentes históricos con una huelga en la fábrica que ya impuso su reincorporación; los aceiteros lograron con su huelga arrancar un 38 por ciento de aumento y los bancarios 20 por ciento. Los metalúrgicos pararán a su vez contra las suspensiones y los despidos y por aumentos salariales. El gobierno del gran capital vacila y trata de hacer algunas concesiones.
Este sería pues el momento para una gran iniciativa unitaria y un Plan de Lucha…si hubiera una izquierda digna de ese nombre en Argentina. Porque el Frente de Izquierda y de los Trabajadores es sólo un inestable pool electoral que ni siquiera ha llevado a formar un bloque único en el Parlamento y mucho menos a una acción sindical común, unitaria, de lucha.
El 1º de mayo es un ejemplo vergonzoso de cómo los intereses de partido se sobreponen a los intereses generales obreros y anticapitalistas. Todas las organizaciones de la izquierda harán sus actitos por separado y en lugares diferentes (Rompiendo Cadenas, con un atisbo de unidad, hará el suyo y después irá a Plaza de Mayo “al de los otros” que, además, no serán todos).
El PTS tiene razón cuando califica de golpe de Estado lo que pasa en Brasil, pero es antiunitario cuando organiza por eso su acto frente a la embajada brasileña en vez de construir un acto único en Plaza de Mayo en torno a un plan obrero y democrático para los trabajadores de Argentina.
Eso da alas a la burocracia sindical, la cual hará un acto unitario de las cinco Centrales obreras (preparando la fusión de varias de ellas) para presionar al gobierno y negociar con éste amenazándolo con una huelga general. Este acto es una expresión deformada de la protesta obrera y popular pero es también un forcejeo entre dos políticas y fuerzas burguesas (las del frente de extrema derecha gubernamental contra las de los sectores burgueses que trabajan para el mercado interno, ocupan la mayor parte de la mano de obra y enfrentan lo más duro de la protesta obrera y de la crisis).
Todas las organizaciones de la izquierda, responsablemente, irán al acto de las burocracias sindicales frenadoras de las luchas y negociadoras con el gobierno y probablemente también a la huelga general si aquéllas llegasen a proclamarla para presionar más a un gobierno que sostienen. Pero esas izquierdas no son capaces de presentar consignas comunes, de marchar juntas pero diferenciadas, de osar tener políticas nacionales audaces y propias.
El FIT, en particular, aparece como la carabina de Ambrosio, sin gatillo, sin mira, sin carga, sin motivo. La izquierda “anticapitalista”, por sectarismo y ceguera, refuerza al capitalismo. ¡Qué decepción, qué vergüenza!

Guillermo Almeyra

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