jueves, 28 de abril de 2016
El largo y frío otoño de Macri
Plan Primer Empleo, fondos buitres y agenda social. Las CGT y el retorno del vandorismo. Massa, el equilibrista. El lodo de la corrupción no cesa de ensancharse.
El lunes pasado, cuando las temperaturas mínimas ya había bajado de los 10°, el Gobierno nacional anunciaba el llamado Plan Primer Empleo. Lo hacía como una respuesta política al crecimiento de los despidos y a los proyectos que se discuten en el Congreso Nacional en pos de frenar esa dinámica.
Intenta así generar una agenda propia que le permita negociar con parte de la oposición patronal, en aras de impedir la concreción de cualquier norma de ese tipo. Quiere evitar, a como dé lugar, el escenario de aparecer vetando una ley que encontraría amplia aceptación social.
Su agenda implica pensar desde la “empleabilidad” –Triaca dixit-, es decir desde las ventajas para el empresariado, en pos de que éste opte –o no- por contratar trabajadores. Una lógica que, como no podía ser de otra manera, se enmarca en la llamada “teoría del derrame”.
Pero el derrame tardará. El acuerdo con los fondos buitre, lejos de ser un bálsamo milagroso, abre una cantera de interrogantes. Como señaló Alejandro Bercovich “más allá de las declaraciones públicas de satisfacción corporativa por el fin del default (…) ese tránsito no es para nada sencillo. La pregunta del millón es si la exhortación de Macri a pasar el otoño (en otras palabras, a llegar al ansiado segundo semestre) terminará como la de Alsogaray a pasar el invierno de 1959: con un pico inflacionario por el repentino “sinceramiento” de variables pisadas durante una década, un recorte de diez puntos en la participación del salario en el ingreso nacional y un desplome de la actividad industrial, el producto bruto y la inversión en activos fijos”.
Si el “plan” antiinflacionario del gobierno equivale a medidas recesivas, su “plan” contra los despidos pasa, en parte, por la llegada de inversiones que, hasta el momento, nadie parece garantizar. La otra "pata" son las obras públicas cuyos anuncios "inmediatos" ya fueron diferidos por unos días.
La agenda social
La llamada agenda social engloba los despidos en ascenso, la pobreza y miserias “heredadas”, como así también las que se construyen al calor del ajuste macrista y la constante inflación que golpea sobre el salario.
Así lo advierte hasta el diario Clarín que le recordó a Macri que “lo que le falta ahora es lo más difícil para el presidente de un país devastado. Lograr que el sinceramiento de la economía no termine en un “sincericidio” en el que nadie se detenga a levantar los heridos sociales del ajuste inevitable”. Consignemos, al margen, que lo “inevitable” del ajuste solo puede justificarse desde el interés del empresariado.
Gobierno y oposición patronal buscan responder al descontento y la disconformidad que la crisis social genera. Lo hacen con una diversidad de programas que, dicho sea de paso, ponen en cuestión la consistencia de algunas alianzas políticas.
La persistencia de esa agenda social no habla solo de la crisis en curso, sino también de los determinantes para “resolver” la misma desde la perspectiva del Capital. Es decir, habla de la verdadera relación de fuerzas existente entre las clases sociales.
En una interesante nota publicada el domingo en Página/12, José Natanson -director de Le Monde Argentina- afirma que el kirchnerismo puede ser definido como una “cultura política” que da cuenta de los umbrales sociales no traspasables por el macrismo en el poder: la preferencia colectiva por la intervención estatal, la relación con el entorno latinoamericano y las necesarias políticas de contención social, entre otros tópicos. El kirchnerismo funciona, además, como una minoría intensa que –agregamos nosotros- tuvo su momento épico más reciente en la puerta de los Tribunales de Comodoro Py hace 15 días.
Lo paradójico resulta en que esas medidas de la agenda social pueden ser (re)apropiadas por una derecha con vocación neoliberal, que reivindica la “teoría” del derrame.
Se evidencia que la “nueva” derecha –impulsora de un ajuste en aras del “Estado eficiente”- está obligada a respetar la relación de fuerzas. Pero la realidad también pone de manifiesto lo limitado de las transformaciones sociales declamadas por el ciclo kirchnerista.
Return of vandorismo
Natanson también resalta el hecho de que Macri se reunió más veces con dirigentes de las CGT, de lo que lo hizo Cristina Fernández en su último mandato.
El dato sirve para ilustrar otro aspecto del peso de esa relación de fuerzas. La burocracia sindical, al mismo tiempo que juega su rol de garante de la “paz social” en el marco del ajuste, gruñe hacia un gobierno que se propone negociar prebendas pero que, al mismo tiempo, golpea duramente sobre su base de sustentación.
Si en los lejanos años 90 ese tipo de negocio fue posible, la conciencia obrera y popular ha cambiado. El ciclo de derrotas subjetivas que encarnó la dictadura genocida y la hiperinflación no están aquí para darle una “autonomía” extrema a la casta burocrática. Muy por el contrario, ahí está el peso de la izquierda trotskista en el sindicalismo combativo para dar cuenta de que no todo puede ser entregado sin costos y sin lucha.
En esos marcos hay que leer la movilizacion del viernes. La plétora de reuniones con el gobierno no logró evitar un acto que, según todos los indicios, amenaza ser masivo. El Monumento del Trabajo en la Ciudad de Buenos Aires será el escenario de una jugada vandorista con miles de trabajadores.
La burocracia sindical le marca la cancha al gobierno. Aunque su accionar marca un límite, se abstiene de luchar seriamente contra el ajuste. En sus cálculos están los proyectos de ley para frenar los despidos o nuevas prebendas aún mayores.
Massa y el “equilibrio justo”
En este remolino, el massismo juega a una suerte de equilibro político, como factor moderador de la agenda social en su expresión parlamentaria, intentando no ceder a las presiones del gobierno.
Si en las primeras reuniones con las cúpulas sindicales, Massa alentó la propuesta de la doble indemnización, la presión de las patronales –incluidas las que revistan en sus filas- lo obligó a retroceder y esbozar una propuesta intermedia, donde aparecen exenciones impositivas para sectores de las PyMe. Se la define, pomposamente, como “propuesta superadora”.
Desde ese lugar, según lo consigan algunos medios, se ofrece al gobierno la prenda de la gobernabilidad por la vía del ultimátum. “O aceptan este proyecto o nos vamos con la oposición” es la voz quese corre.
Al mismo tiempo, Massa intenta conciliar las tensiones de su propia coalición que unifica a empresarios vaciadores, sus representantes intelectuales y a sectores de la burocracia sindical. Si esa coalición funcionó como unidad en campaña electoral, las tensiones que genera el ajuste la ponen bajo fuego.
La política en el barro
Argentina no es Brasil pero su casta política pugna por imitarla. El domingo se conoció el pedido de paradero de Interpol para Néstor Grindetti, funcionario macrista cuyo nombre ya estaba asociado a los Panama Papers.
Al mismo tiempo, la novela de Lázaro Báez y Leonardo Fariña sigue su curso. En Tribunales Federales se pugna por incorporar otros personajes, ligados al apellido Kirchner.
La casta judicial opera sobre la política y las corporaciones mediáticas operan sobre la casta judicial. El lunes, mientras el hastag Ser Juez Casanello -con un pedido de apartamiento de la causa contra Báez- se hacía tendencia en Twitter, el canal TN repetía hasta el cansancio que las estancias del ex empresario K no habían sido allanadas. No sorprende entonces el exhaustivo allanamiento de este martes que, hasta el momento, no reportó ni un morlaco.
El país asiste a un juego presiones, extorsiones y negociaciones en el interior de la casta política y judicial, donde nadie puede presentar certificado de pulcritud. Cada noticia pone en evidencia la distancia sideral entre esa casta y la mayoría obrera y popular que sufre las consecuencias del ajuste. Al calor de la suba de precios y los escándalos de corrupción, la brecha entre “dirigidos y dirigentes” puede ensancharse.
La retórica del Frente Ciudadano no parece trascender el reunionismo permanente, la izquierda –que este fin de semana realizará actos de lucha en conmeracion del Día Internacional de los Trabajadores- impulsa un programa claramente anticapitalista contra los golpes del ajuste, mientras participa activamente de cada pelea por salario o contra los despidos.
El frío otoñal parece haberse instalado en Buenos Aires y en todo el país. Pero la temperatura social va en ascenso. No es una buena noticia para Cambiemos.
Eduardo Castilla
@castillaeduardo
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