miércoles, 2 de marzo de 2016
Macri en el Congreso: nuevo relato en construcción
El presidente inauguró las sesiones con la “fundación” de un nuevo discurso. Mucho ruido y pocas nueces, a pesar la diatriba contra la herencia.
La necesidad de un nuevo relato era un pedido que venían realizando ciertas usinas políticas y mediáticas, que observaban un déficit en el discurso político del Gobierno. Contra la prédica del asesor Jaime Durán Barba, que consideraba un pecado referirse al pasado y proponía dejar de “revolver la basura”, estos sectores reclamaban que Macri reseñara detalladamente la “herencia”, para justificar el despliegue de su programa de ajuste.
En el discurso de inauguración del 134° período de sesiones ordinarias del Congreso Nacional, Macri avanzó hacia la fundación de la nueva narrativa: de la revolución de la alegría al origen de la tristeza.
“Lo primero que tenemos que hacer es reconocer que no estamos bien, aunque nos duela, aunque cueste”, definió Macri antes de pasar a puntualizar todos los problemas estructurales del “legado” kirchnerista.
En la primera media hora de su discurso puso el foco en la “herencia”: inflación, déficits gemelos, desequilibrios de la economía, problemas de infraestructura, pobreza, servicios públicos, deuda, educación.
Describió una situación que en muchos terrenos es absolutamente real. Cualquiera que analice los datos duros del balance del “modelo de desarrollo con inclusión social”, no puede negar los graves problemas estructurales de esta “herencia”, que pesan sobre las espaldas de las mayorías populares y no sobre los representantes de la nueva “CEOcracia”.
Ante la ausencia de una crisis catastrófica en la transición que, pese a los graves desequilibrios de la economía kirchnerista, no terminó de desatarse para actuar como aleccionadora y disciplinadora; Macri construye un relato de catástrofe para avisar que lo que viene “nos va a doler” y “nos va a costar”. Traducido: le va a costar a la mayoría del pueblo trabajador que ya sufre las consecuencias de las medidas que está tomando el Gobierno para salir de la “catástrofe”.
De esta manera, Macri responde al reclamo de los aliados radicales y algunos funcionarios (Rogelio Frigerio), periodistas y parte de su base electoral.
La segunda parte –según habían adelantado desde algunos sectores del gobierno- debía hacer eje en cuestiones sociales que permitan cambiar la imagen de “gobierno de los ricos” que caracteriza cada vez más la administración de Cambiemos ante amplios sectores de la población. La consultora Ibarómetro confirmó en un estudio reciente que un 45% de la población cree que el macrismo favorece a la clase alta.
A esto apuntó la reivindicación de la actualización automática de las jubilaciones, la Asignación Universal por Hijo y las asignaciones familiares, el aumento de “160% del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias” y el aviso de que la modificación de las escalas y alícuotas debe tratarla el Congreso “lo antes posible”, sin dar precisiones. Como se sabe esta medida no conformó a muchos dirigentes sindicales, porque no cumplió las expectativas de sus bases que, además, son apenas el 10% del conjunto de los trabajadores.
La imagen de “gobierno de los ricos” se extendió incluso con estas medidas en curso que son migajas al lado de lo que están recibiendo la “patria sojera”, las mineras, la petroleras y ahora, los buitres.
En esta parte de su alocución también anunció la devolución del IVA para los productos de la canasta básica alimentaria y una vaga promesa de ampliar cada vez más la Asignación universal, además de un ingreso universal para la niñez.
“No seremos tolerantes con las empresas que se pongan por encima de la justicia”, amenazó en este tramo de su discurso. Una advertencia que compitió en artificialidad con la referencia a los 40 años del golpe genocida y el llamado a “gritar todos juntos Nunca más” (nadie gritó, obvio).
Sin embargo, en este segmento de su disertación no pudo dejar de reivindicar el levantamiento del cepo, la eliminación de las retenciones a la exportación en todos los sectores primarios (excepto a la soja) y el “sinceramiento” del sector energético (un “sinceramiento” que en las boletas que ya empiezan a llegar puede alcanzar el 900%). Tampoco se privó de amenazar con el mayor control al trabajo de los y las docentes que vienen de paros por salario en muchas provincias y con el amplio rechazo a los acuerdos allí donde las conducciones lo firmaron. Desprestigiar el trabajo docente es desde hace años un deporte nacional del país burgués que Cristina Fernández practicó todas las veces que se le presentó la oportunidad.
La “apretada” al Congreso para que apruebe la entrega a los buitres se repitió en este tramo, pese que había sido planteado en la primera parte. Así como la insistencia en que la inflación es un producto de la gestión anterior.
No faltó la referencia al fiscal Nisman, a la corrupción y el llamado a que actúe la Justicia (en el marco de las convocatorias a declarar de muchos funcionarios kirchneristas), quizá no con el énfasis que esperaba su “núcleo duro”.
Haciendo un pronóstico en torno al discurso de Macri un analista afirmaba que “el Presidente tratará de contener a dos públicos: el incondicional y el que sospecha, a riesgo de no colmar las expectativas de ninguno".
Macri tiene nuevo relato que intenta construir el “fantasma” que justifique el ajuste, así como un “enemigo a medida” en el sector más duro del kirchnerismo que con la pantomima que protagonizó en la sesión (mientras rosquean en el peronismo y sus aliados sindicales negocian el ajuste), se colocó en el lugar indicado para que funcione la nueva “grieta”. Lo mismo hizo Cristina Fernández cuando puso a Macri en el centro de la escena, aunque seguramente no pensaba que sería para tanto.
Pero como bien puede explicar el kirchnerismo, la realidad está hecha de un material muy diferente a los discursos y a las “batallas culturales” de las minorías intensas. Y para la realidad de las amplias mayorías, Macri anunció poco y nada o, mejor dicho, más de lo mismo.
Fernando Rosso
@RossoFer
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