jueves, 5 de marzo de 2015
Las lluvias son un fenómeno natural; las inundaciones, no
La desidia de los gobernantes combinada con la sed de ganancias de empresarios produjo esta catástrofe, que no es natural.
Desde hace dos semanas a esta parte cinco provincias: Córdoba, Santa Fe, Catamarca, Santiago del Estero y San Luis están siendo gravemente afectadas por inundaciones que ya se cobraron la vida de al menos 11 personas (9 en Córdoba; 1 en San Luis; 1 en Santiago del Estero), al cierre de esta edición se reportaba un hombre desaparecido en la provincia gobernada por Juan Manuel De La Sota y hay más de 5000 evacuados en esas provincias.
Desde Izquierda Diario venimos informando casi a diario esta situación que afecta sobre todo a las zonas con viviendas con un alto nivel de vulnerabilidad. Barriadas enteras de estas provincias continúan inundadas, donde habitan cientos de miles de trabajadores y los sectores más pobres de la población, junto con pequeños comerciantes que sólo cuentan con un quiosco, una panadería, un almacén. Una vez más son los principales afectados.
También son innumerables las pérdidas en cuanto a infraestructura se refiere, por ejemplo solamente en Córdoba el agua destruyó dos conexiones subterráneas de fibra óptica, una en Jesús María y otra en Capilla del Monte, lo que afectó las comunicaciones de telefonía móvil y fija y transmisión de datos de todo el norte del país, puentes destruidos, etc.
Pero porqué estas lluvias se “ensañaron” (como gustan decir los conductores de los grandes medios de comunicación tanto de la corpo como kirchneristas) con esas cinco provincias gobernadas por políticos opositores y por oficialistas.
A tono con la frase ridícula que ensayó De La Sota (peronista de derecha) en los primeros días “esto es un tsunami que cayó del cielo” -y obscena- teniendo en cuenta la cantidad de muertos y las innumerables pérdidas que siempre pone el pueblo trabajador, se podría atribuir estas inundaciones a un enojo del dios Zeus, pero no. Las causas son mucho más terrenales.
La desidia de estos gobernantes a quienes nada les importa la vida de los trabajadores y el “negocio” de la deforestación con el objetivo fundamental del sembrado de soja son los responsables.
Se habla mucho, sobre todo desde el 2008 cuando el gobierno se enfrentó, solamente por una pequeña parte de la renta agropecuaria con el “campo”, de la frontera agropecuaria. Esa frontera tuvo un avance descontrolado, perdiendo gran parte de sus bosques nativos, sobre todo en Córdoba, Santiago del Estero (provincia gobernada por Claudia Ledesma Abdalá, esposa de Gerardo Zamora, radicales K) y Santa Fe, la capital de la soja, gobernada por el “socialista” Bomfatti en un frente con los radicales. Este corrimiento cada vez más grande de la deforestación para que la soja gane tierras hace que estas sean más y más vulnerables a las intensas lluvias, sencillamente porque pierden la capacidad de absorción. Sabido es que los bosques funcionan como una esponja natural, por lo tanto cuanto más desmontes realicen los empresarios sojeros, sobre todo, los territorios estarán más expuestos a las inundaciones.
Un informe de la propia Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, del 2013, da cuenta de que en el bienio 2010/2012 se perdieron más de un millón de hectáreas por esta tala indiscriminada.
El gobierno nacional reglamentó la Ley Nacional de Bosques (26.331), que establece zonas de alta concentración de biodiversidad prohibiendo en esos territorios la tala, en el 2009, ley fue votada en 2007. Pero tanto para el ejecutivo nacional como para los gobernantes, en este caso de signo opositor: Córdoba; Santa Fe; San Luis (cuyo gobernador Claudio Poggi (peronista) que fuera puesto por los Rodriguez Saa, y que luego fue arrimándose a la gestión de CFK. Y en este año electoral pareciera volver al redil del peronismo opositor puntano); como oficialistas: Santiago del Estero y Catamarca (gobernada por Lucía Corpacci Saadi del FpV), su leiv motiv por excelencia es “business are business”. Porque en Argentina, más allá de la existencia de esa ley, continúan desmontándose superficies para luego tapizarlas con soja.
Esto muestra que por un lado para este Estado capitalista, gobernado por el kirchnerismo, no importan ni sus propias leyes cuando de favorecer el negocio de los grandes empresarios se trata. Más allá de enfrentamientos coyunturales. Pero también muestra que para todos los políticos tradicionales, ya sean oficialistas u opositores poco importan la biodiversidad y mucho menos las vidas del pueblo trabajador.
Frases cínicas como las de De La Sota o las de Poggi que por estos días planteó que “la naturaleza nos ha jugado una mala pasada” hablan más de lo lejos que están de nuestras penurias y de lo utópico que es pensar que con quienes nos gobiernan se pueda planificar desde las obras hidroeléctricas, hasta la construcción de viviendas, en función de las necesidades del pueblo.
Mirta Pacheco
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