domingo, 29 de marzo de 2015

"Lo que no dije en Recuerdo de la Muerte"



"Stiuso es de la CIA", asevera Miguel Bonasso en este libro, editado poco antes de la muerte de Nisman. Un libro oportuno.

Bonasso desarrolla un conjunto de denuncias sobre el accionar de los ‘servicios'. Relata, por ejemplo, la historia de Darío Richarte, socio del provocador Galimberti, ex responsable de la Side bajo el gobierno de De la Rúa, "muy vinculado al gobierno de Cristina Fernández", abogado defensor del vice Boudou y designado el año pasado vicerrector de la UBA. También relata el asesinato del prefecto Héctor Febres, un apropiador de bebés de desaparecidos que debía declarar ante los tribunales. Primer diagnóstico: muerte natural; segundo, suicidio. Asesinato, es la caracterización de los organismos de derechos humanos. Se presumía que Febres estaba dispuesto a dar nombres y pedir benevolencia. La investigación del caso quedó en manos "de la jueza Sandra Arroyo Salgado (y) no ha prosperado" (pág. 14). Se trata de la ex esposa de Nisman.
Bonasso rememora las intrigas que llevaron a Massera, desde el Servicio de Informaciones Navales, a la Jefatura del arma -igual que Milani.
A través de diferentes casos (Ledo, Balbuena, etc.) Bonasso va mostrando el papel de los servicios de inteligencia, que se continúan desde la dictadura. "El poder político siguió usando asesinos de la dictadura en plena democracia" (pág. 87). Como se ve, no son "una deuda de la democracia", como dicen los K y anti K, sino su instrumento.
Bonasso llega a la conclusión de que existe un "criptoestado, subyacente bajo las apariencias burocráticas de un Estado de derecho vacío y formal, donde todo ocurre detrás del escenario, fuera del escrutinio de la sociedad civil" (pág. 154).
En el inicio del régimen democrático abrió expectativas en el alfonsinismo: "Usted dirige una institución que fue secreta y criminal durante la dictadura, pero esperamos que sea muy distinta en democracia", le dijo a Becerra, el responsable de la Side de esa época. Pero no era así.
Esta ilusión ‘democrática' la mantuvo bajo los K, cuando ‘creyó' en la ministra de Seguridad K, Nilda Garré.
En el 2003, nos dice Bonasso, propuso a Néstor y Cristina, en Olivos, "disolver el viejo organismo (de la Side), echar a los que hiciera falta, acabar con la corrupción de los ‘fondos reservados' y la ‘clasificación' eterna de algunos secretos de Estado" (pág. 165). "Néstor y Cristina se miraron con rapidez de jugadores de truco y tuve la clara sensación de que me había hundido en un pozo ciego" (pág. 166).
Los K reforzaron el poder heredado de la dictadura hasta el estallido de la presente crisis. A una jerarquización de los servicios y del espionaje apuntaba la doctrina de la "seguridad democrática" - de Verbitsky, Zaffaroni y Garré. Espiar para ‘prevenir'.
Bonasso llega a una conclusión: "ahora se percibe con total claridad lo que ha hecho el gobierno y la oscura maniobra que intenta desplegar: la estatización de los derechos humanos en beneficio de una facción y la ‘reconciliación' con las fuerzas armadas y de seguridad, imprescindibles para frenar y reprimir -como siempre- a la base del movimiento obrero" (pág. 375). Agrega: "demostrando una vitalidad que no tienen las '20 verdades del justicialismo', el viejo concepto de la lucha de clases, perimido para los académicos posmodernos, sigue desnudando el relato oficial" (pág. 392).

Rafael Santos

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