Análisis de tres años de “unidad en la acción”
Desde principio de año se habló de conversaciones y la búsqueda de estas, por parte del secretario general de la CTA Autónoma, Pablo Micheli, con el líder de la CGT Hugo Moyano, lógicamente en la búsqueda de un acuerdo para una medida de fuerza en el corto plazo. Esta mecánica se viene repitiendo desde el 2011 y se enmarca en la política de la CTA autónoma sintetizada en la consigna de “unidad en la acción” consensuada a fines de ese año en un plenario desarrollado en la ciudad de Rosario. Esta decisión acarreó a la CTA un costo político que evaluaremos a continuación, un retroceso en la construcción política y la desvirtuación (y ausencia) de una estrategia que prolongué y amplié la que venía desarrollando desde el 2002.
En primer lugar una aclaración: desconocemos el análisis realizado en esa reunión, el diagnóstico efectuado a partir del cual se diseña la línea de acción. Ahora bien, el contexto de ese 2011 tenía elementos muy claros que marcaban la realidad del país y del campo popular. En el 2010 se producen 2 hechos fundamentales, el primero fue las elecciones abiertas en la Central donde se enfrentaron Hugo Yasky, alineado con el gobierno y Pablo Michel, opositor. El escrutinio derivó en impugnaciones mutuas, la intervención del gobierno a favor de Yasky y el incumplimiento por parte de este de lo acordado en cuanto a la resolución de diferencias; la CTA se partió siguiendo la línea histórica del movimiento obrero argentino. El otro hecho fundamental del 2010 fue la muerte de Néstor Kirchner y el impacto que produjo tanto a nivel político como social. Ambos niveles confluyeron en el 2011 para dar una amplia victoria y la reelección a la presidente Cristina Fernández. La “unidad en la acción” significó esencialmente la búsqueda de un acercamiento a la CGT (a las CGT) alejada del gobierno. Hugo Moyano fue un aliado esencial del gobierno en los críticos años 2008 y 2009 pero fue excluido posteriormente debido a sus exigencias políticas.
La búsqueda de esa unidad por parte de Micheli se transformó en incansables idas y vueltas, mentidas y desmentidas y escasos logros en el objetivo de la “acción unitaria”. Hagamos un repaso de las medidas de fuerza, las acciones, los actores y los efectos particulares y generales de cada uno y en la perspectiva a cuatro años.
Como antecedente previo el 8 de junio del 2011 la CTA convoca a un paro y movilización. En ese contexto Micheli expresa críticas a la central sindical: “la CGT es una bolsa de gatos”, Moyano aún no había definido el camino a transitar. Más de un año transcurriría hasta que el 20 de noviembre del 2012 se produce el 1° paro nacional articulado entre la CTA y CGT. El paro en cuanto a adhesión es un éxito, pero acordar la metodología se convierte en arduas negociaciones y no acuerdos que se repetirán en cada acción futura. La CTA propone paro, cortes y movilización, Moyano se opone a esto último. No hay movilización y los cortes son sostenidos por la Central y las fuerzas de izquierda.
Anteriormente el 27 de junio se había realizado un paro de camioneros, conducido por la familia Moyano (padre e hijo) con movilización y acto en Plaza de Mayo, la CTA no participa entre otras razones por la reticencia de los Moyano a permitir que Micheli hablara en el acto. El 10 de octubre la CTA organiza una jornada de movilización y protesta. Luego de las consabidas negociaciones la CGT no adhiere, pero participa de la movilización a Plaza de Mayo una columna de Camioneros encabezado por Pablo Moyano.
En el 2013 la tónica fue igual. El 29 de mayo a instancias de la CTA se produce un Paro nacional al que la CGT no adhiere ni participa. Es una jornada con paros, cortes y marcha a Plaza de Mayo con la participación de fuerzas de izquierda y la Federación Agraria. La presencia de esta última determinará la decisión de retirarse del acto por parte de un sector de la izquierda. Pablo Micheli hace sentir su malestar expresando: “hay unidad de acción, pero si no hay acción no hay unidad”. Las preguntas que flotaban eran si a Moyano le interesaba alguna de esas cuestiones y que tipo de unidad era la que estaba buscando Micheli. Dos meses antes, el 13 de marzo ambos habían coincidido en una marcha al Ministerio de Trabajo, nada más.
El 19 de diciembre la CTA se moviliza en conmemoración del estallido del 2001 junto a organizaciones sociales y de izquierda. La CGT no daba señales y Micheli denunció “un acuerdo Massa, Moyano y el Gobierno”.
Será recién en el 2014 cuando la CGT se desperece y se ponga en movimiento, a su manera claro. El 10 de abril CTA y CGT efectúan un Paro General. Cada uno, como siempre, por la suya: la CTA decreta paro con cortes y piquetes secundado por la izquierda, la CGT solo paro. La efectividad de la medida lleva a profundizar las formas y la CTA lanza un paro de 36 horas para el 27 y 28 de agosto, la CGT solo de 24 horas para el día 28 sin cortes, ni movilización. La Central moviliza en el inicio de las 36 horas, el día 27 por la tarde junto otras organizaciones. El 28 la izquierda gana notoriedad por la presencia de piquetes y cortes en diversos puntos de Buenos Aires y otros del país. La unidad se sustancia en la conferencia de prensa donde se juntan Moyano, Barrionuevo, Micheli, Venegas, Buzzi, entre otros.
No habrá más coordinación, ni acción. El 20 de noviembre la CTA se moviliza sin la presencia de la CGT y ya en el 2015 en el contexto de la crisis política por la muerte del fiscal Alberto Nisman la CTA se movilizó junto a un conjunto multisectorial progresista: partidos de izquierda, organismos de Derechos Humanos, personalidades sociales y culturales. El tándem Moyano – Barrionuevo adhirió al 18 F junto a lo más reaccionario de la política argentina. Hasta aquí el resumen de los hechos. Analicémoslos.
Como se puede apreciar no hubo una sola medida organizada y consensuada en su totalidad, se puede afirmar que se coincidió en la necesidad de la acción, mas nunca en la forma, o sea que no hubo tal unidad y la acción es bastante discutible. Aparece además un elemento que escapa a estas situaciones ya que se sitúa en el plano del análisis estructural, histórico y cultural de nuestro país: el concepto de nacional. Un seguimiento de las acciones en las provincias permite comprobar que a lo largo de estos años y de cada provincia la articulación de la CTA con la CGT es prácticamente nula. Esto se debe al hecho que el peso principal del movimiento sindical en la mayoría de las provincias lo llevan los sindicatos estatales y estos están fuera de la CGT, los de servicios como transporte tienen una dinámica propia y los terciarios son con excepción de Córdoba y Rosario, minoritarios. Por lo tanto se trata de un mero acuerdo de cúpulas donde las bases y hasta la dirigencia media queda ajena no solo a las decisiones sino a la acción o movilización misma ¿A quién le sirve? ¿Qué es lo nacional?
¿A qué se debió el cambio de estrategia en la Central? ¿Por qué el viraje respecto de lo que se venía construyendo desde el 2002? Parece evidente que el quiebre del 2010 fue la base del diagnóstico para concluir que se ingresaba en un etapa de repliegue. Sino como explicar el abandono de la construcción de un movimiento político social amplio, transformador para recluirse en inútiles intentos de articular con una fracción de la CGT, o con dos, una de las cuales, la liderada por Luis Barrionuevo expresa lo peor del sindicalismo y la política. El gastronómico es el mejor recordatorio de por qué existe la CTA y sin embargo allí concurrió Micheli para esa foto con él, además de Moyano, el “momo” Venegas, Buzzi, entre otros. El giro hacia la derecha del gobierno ¿justificaba el repliegue y el cambio del marco de alianzas? ¿Cuál es el objetivo de “unidad en la acción” cuando el propio Micheli reconoce lo imposible de esta política? Pero mientras es consciente de la falta de voluntad del sindicalismo cegetista, a su vez insiste de una forma tal que deja señales preocupantes: calificó a Barrionuevo y cia. como “dirigencia más tradicional de la Argentina” y habló de “construir unidad estratégica” (Agencia ACTA) ¿a qué se refiere con “unidad estratégica”? de la misma manera, la articulación con fracciones de izquierda enroladas en la Corriente Sindical Clasista es posible en la medida que se desarrollen acciones de corto plazo, tácticas defensivas y de protesta, no estrategias de construcción de mediano o largo plazo.
La fractura del 2010 parece haber sido el factor central para abandonar la construcción movimientista (Constituyente Social), darle a la CTA un perfil sindical, elaborar una táctica defensiva carente de estrategia; o sea se cayó en un “tacticismo” elemental que tres años después no puede mostrar más resultados que la “inolvidable” foto con Barrionuevo y sus amigos, algo que la izquierda, mas astuta, siempre evitó. Coherente con este “tacticismo” la dirigencia de la CTA sigue más preocupada por exhibir y demostrar la autonomía institucional política pero no cae en cuenta que sus aliados circunstanciales tras cada paso avanzan en sus propios proyectos, y allí están negociando la unidad de las CGTs (opositores y oficialistas) frente al escenario político del 2015, las roscas con Massa y Scioli, el gauchito Buzzi en el campo de Massa y Olmedo, etc.; no es una alta exigencia intelectual comprobar que todos estos componen el actual proyecto de las clases dominantes para restablecer su sistema de dominación.
Se entendió la división como un retroceso y este diagnóstico se amplió al resto del campo popular concluyendo que se volvía a una etapa defensiva o de resistencia. Nada más erróneo, ya que más allá de la caracterización del gobierno, en el contexto general las organizaciones populares sostuvieron una dinámica de reivindicaciones sostenidas a las que se suma un mayor nivel de coordinación, articulación y unidad; nivel que conlleva acuerdos políticos, la discusión sobre factores y conceptos como el poder, el gobierno y el Estado, la participación electoral y los partidos, etc. finalmente estos elementos son los que estaban en el debate de la Constituyente Social. Pero aun si efectivamente fuese así, o cercanamente, el marco de alianzas no garantizó ninguno de los objetivos propuestos. Ni siquiera el más claro de todos que era el limar la legitimidad del gobierno, dado el perfil de los otros dirigentes y sectores articulados. Se demuestra que la política cortoplacista carece de objetivos estratégicos por lo que durante tres años la Central deambuló entre las súplicas a Moyano y el corrimiento por izquierda del trotskismo.
Es evidente el abandono por parte de la Central de la estrategia de construcción del movimiento político social y cultural delegado al Instrumento Electoral por la Unidad Popular, el partido gestado desde la misma CTA y conducido por Víctor de Gennaro y Claudio Lozano, una reversión que implica consecuencias de fondo. La Constituyente Social era el paso más avanzado y claro en ese sentido. ¿Qué significa la etapa actual de la Central? El repliegue a una táctica defensiva, priorizando nuevamente la protesta o la reivindicación sectorial (gremial) acentuando el perfil sindical, o sea, la movilización de trabajadores activos, organizados por sobre el resto de los actores del campo popular. La CTA siempre se destacó por una identidad social popular amplia, no anclada en el movimiento sindical, si bien reivindica su identidad como parte de la clase trabajadora, no se limita a ella, entendiendo la necesidad de articular con otros sectores del campo popular y reconoce la entidad política de nuevos sujetos sociales emergidos en el seno de la resistencia al neoliberalismo. Entonces, la táctica adoptada expresa la centralidad puesta en la acción sindical haciendo expreso un doble error: 1) una lectura falaz o simplona de la realidad del movimiento obrero: las consecuencias del neoliberalismo son entre otras el quiebre estructural de la sociedad y las modificaciones en las relaciones laborales, debilitando a través de la segmentación a los trabajadores, esto influyó para romper con los lazo solidarios expresados en la participación sindical. Esto quiere decir, que el movimiento obrero es hoy débil, no tiene fuerza por si mismo no digamos para establecer un proyecto propio, sino para resistir la continuidad del neoliberalismo en cualquiera de sus formas. 2) abandonar la política de alianzas y construcción con otras organizaciones populares tal como se venía realizando desde los noventa, en un retraimiento contrario a la estrategia frentista de Unidad Popular.
La Central está a tiempo de corregir un una línea sin rumbo, recomponer una estrategia orgánica con el conjunto de fuerzas populares que se plantean una alternativa política al actual modelo, pero se debe una profunda autocrítica sobre estos tres años desperdiciados, revisar su “autonomía” para (re)vincularse con una estrategia de construcción política para el conjunto del movimiento popular (he ahí tal autonomía o voluntad de escisión) ya que de lo contrario dejara al instrumento político sin cuerpo y la Central quedará rezagada en el mero campo de la protesta sin canales de propuestas, dejando nuevamente el espacio de las decisiones políticas a las fuerzas del sistema o la representación por izquierda.
Daniel Escotorin
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