Una alianza que nace con disputas que complican la polarización. Algo sobre los partidos, las coaliciones y el régimen político. El radicalismo como federación de vacíos aparatos provinciales. Nuevos pronósticos alentadores para la izquierda.
Luego de la Convención de Gualeguaychú, la decisión mayoritaria del radicalismo que avaló un acuerdo con el PRO de Mauricio Macri, desató una sobreproducción de expectativas mayor de la que -por ahora-, es capaz de satisfacer.
El columnista estrella de La Nación, Carlos Pagni, alguien que aspira a la emergencia de una coalición “republicana” que pueda desafiar al Frente para la Victoria (FpV), afirmó en su columna habitual del lunes posterior a la cumbre que “agrupados, el radicalismo, PRO y la CC pueden aspirar, por lo menos, al 35% de los votos”. En el flamante debut de esa misma noche en el canal TN con su programa “Odisea Argentina”, ya le había agregado tres puntos más y el cálculo ascendía a 38%.
Parecen aseveraciones que pecan del optimismo de la voluntad, movidas por el entusiasmo y el deseo de derrotar al peronismo en general y al kirchnerismo en particular. Del análisis del barro de política burguesa argentina y de una crisis estructural del régimen de partidos, se desprende un pesimismo de la inteligencia que dicta que la realidad hoy es un tanto diferente. Los escollos que debe superar la nueva alianza son muchos y no está dicho que puedan llegar a buen puerto en el camino a las PASO.
A horas de la confirmación del acuerdo del radicalismo con Macri y sin que ni siquiera den un paso en común -por ejemplo una presentación pública-, comenzaron a ventilar sus divergencias.
La conformación o no de una coalición para un eventual futuro gobierno; la compleja trama de alianzas locales que le permitan a los radicales lograr el objetivo por el cual aceptaron la decisión de ir con el PRO: recuperar gobernaciones; y el armado de listas de legisladores, tanto a nivel nacional como en muchos distritos; están en el centro de las tempranas controversias.
Junto con la felicitación por la decisión de la Convención, Macri hizo declaraciones que fueron un presente griego para los radicales: “Lo importante acá es que el que gana va a gobernar y va a pedir colaboración, que es distinto a decir que esto nace como un gobierno compartido.”
Rogelio Frigerio, el presidente del Banco Ciudad, lo tradujo al lenguaje popular y sentenció que con el radicalismo “no va a haber un cogobierno: el que gana la primaria gobierna, y el que pierde, sugiere.” Ni siquiera adoptó la nunca bien cumplida máxima peronista que dice que “el que pierde acompaña”. Los radicales parece que apenas podrán “sugerir” y, como se sabe, una sugerencia no es vinculante.
El régimen “presidencialista” que impera en la Argentina es una manifestación institucional y superestructural de las tendencias “bonapartistas” que caracterizan a todos los regímenes democráticos en las semicolonias, aunque no se manifiesten mecánicamente en todas las formaciones político-sociales. La prematura polémica que cruza al flamante acuerdo sobre la posibilidad de un gobierno de tipo “coalicional”, manifiesta esta cuestión de fondo.
Por otro lado, lejos de la revitalización del radicalismo como partido, la Convención de Gualeguaychú y las disputas que desató posteriormente, expresan que se convirtió en una federación de aparatos provinciales que buscan alianzas dispares, más allá de cualquier “identidad política” más o menos orgánica.
El laberinto de las elecciones locales
El artículo 5° de la resolución aprobada en la Convención dice textualmente que “para lograr la mayor competitividad posible en las elecciones provinciales y municipales, los acuerdos electorales nacionales con las fuerzas integrantes de la coalición deberán contemplar las condiciones políticas locales. Al efecto, se autorizará, de manera excepcional, la adhesión electoral de las categorías a cargos provinciales y/o municipales con otros candidatos presidenciales que no integren la coalición suscripta. En ningún caso se autorizarán adhesiones que incluyan otros candidatos a cargos de legisladores nacionales, ni de parlamentarios del Mercosur si llegaran a elegirse, que no sean miembros de la coalición política nacional en la cual se integre la Unión Cívica Radical”.
La interpretación de este artículo, sobre todo el tramo que se refiere al armado de listas de legisladores nacionales, es motivo de controversias y es cuestionado por aquellos dirigentes radicales (sobre todo del NOA y NEA) que tienen acuerdos con el massismo.
José Cano de Tucumán, Gerardo Morales de Jujuy y Luis Naidenoff de Formosa afirman que la cláusula les impedirá despegar sus listas de legisladores de la boleta nacional presidencial. Para estos tres referentes sería un obstáculo importante porque atenta contra las posibilidades de armar acuerdos locales más amplios, única forma de aspirar a triunfos en sus provincias. Además, en esos distritos hay listas armadas por el PRO que -si no se retiran-, competirán con las suyas.
Cano ratificó su alianza con Massa a nivel local, aunque afirmó que apoyará a Ernesto Sanz en las PASO y declaró que "el PRO tiene la obligación de bajar sus candidatos en Tucumán, porque ese fue el compromiso que dio Sanz”.
Luis Naidenoff, candidato a gobernador en Formosa, confirmó que tendrá en la boleta no sólo a Macri, sino también al líder del Frente Renovador y a Margarita Stolbizer, si también se presenta.
En distritos como la CABA, hay listas ya presentadas (como la de Martín Lousteau) que fue apoyado por el radicalismo, el socialismo y la CC, y enfrenta precisamente al PRO. Los plazos para cambiar ésto ya están vencidos.
Y en Santa Fe, los radicales tienen una coalición de gobierno con los socialistas de Binner y enfrentan justamente el desafío del mediático candidato del PRO, Miguel Del Sel. Macri además hizo un acuerdo con uno de los referentes del peronismo tradicional santafesino, Carlos Reuteman. Aquí se produce un choque de convenciones “boina blanca”: “para nosotros es muy difícil aceptar la decisión que tomó la Convención Nacional porque va en contra del mandato de la Convención Provincial que es el de construir un frente progresista. Nosotros ratificamos la decisión de la convención provincial”, declaró el vicegobernador provincial, Jorge Henn.
Y como si fuera poco, el acuerdo UCR-PRO hoy carece de una candidatura competitiva en la provincia de Buenos Aires que representa el 40% del padrón electoral nacional. Vale la pena recordar que la alianza encabezada por el radicalismo (Alfonsín-González Fraga) obtuvo en este distrito en 2011, apenas el 9.69% de los votos.
Polarización en construcción
Lo único que hoy puede afirmarse es que el nuevo acuerdo coloca al balotaje más cerca de estrenarse. Pero el sinuoso camino hacia la polarización al que aspiran tanto el gobierno nacional para construir un adversario a medida, como la flamante alianza, no es un camino de rosas.
Por su parte, el gobierno, va decidiendo su estrategia y parece definir que serán sólo dos listas las que competirán en su interna. En una entrevista con la agencia DyN, el referente oficialista Carlos Kunkel estimó como factible que haya "dos fórmulas a presidente y dos a gobernador porque hay dos alternativas". Luego aclaró que será "una lista más ortodoxa (kirchnerista), la nuestra y otra peronista con matices liberales moderados", en alusión a la que encabezaría a nivel presidencial, Daniel Scioli.
Florencio Randazzo y la recientemente designada candidatura de Julián Domínguez, representaría a la fracción ortodoxa del kirchnerismo. Parafraseando a Kunkel, es una lista kirchnerista con unos cuantos matices sciolistas moderados. Difícil encontrar las siete diferencias en el centro gris por el que transitan las candidaturas.
En este escenario, la palabra la tiene el golpeado Sergio Massa. La amenaza -que se deja correr como rumor-, de que Cristina Fernández podría ser cabeza de lista de diputados nacionales por la provincia de Buenos Aires (¿apostando al todo o nada, incluida la derrota y ser jefa de la oposición?), puede actuar como presión para que el tigrense baje su candidatura a la gobernación provincial, lo que cambiaría radicalmente todo el panorama político. Su descenso al territorio de la “mazorca” para hacer campaña podría ir en esa dirección, pero no hay una definición y el escenario está abierto, en el marco de las fricciones de la alianza PRO-UCR.
Con una “polarización” dificultosa y en construcción y mientras las principales alianzas postulan candidatos deslizados marcadamente a la derecha, el Frente de Izquierda sostiene sus perspectivas. En Jujuy, la semana pasada se conoció una nueva encuesta de Aresco, la consultora que dirige Julio Aurelio, que ubica a Alejandro Vilca (PTS-FIT) en el tercer lugar con el 10.4% de los votos. En Córdoba, la consultora de Gustavo Córdoba, dio a conocer los resultados de una investigación en la que Liliana Olivero (IS), que comparte la fórmula a la gobernación con Hernán Puddu (PTS), tiene un 7.9% de intención de voto.
Entre un kirchnerismo que termina, y va rindiéndose a una transfiguración naranja, con la esperanza de ser un componente fuerte en una nueva coalición y un republicanismo que (aún) no es, está planteada una intensa disputa político-electoral de la izquierda clasista para ratificar su emergencia como fenómeno político nacional.
Fernando Rosso
La Izquierda Diario
No hay comentarios:
Publicar un comentario