Sólo el Pueblo salvará al Pueblo
por Gustavo Robles
El Referendum sobre la Reforma Cosntitucional en Venezuela tuvo un resultado tal vez inesperado para muchos, incluso para quienes se oponían a la propuesta del gobierno. Y resultó ser un duro golpe para las fuerzas progresistas de Suramérica y del mundo. Sin embargo, los hechos en el desarrollo de la socidad humana no se dan porque sí, siempre existen causas que hay que desentrañar, y que deben servirnos de enseñanza para desenvolvernos de la mejor forma posible en el campo de la política.
Repasando las frías cifras, éstas nos dicen que votaron alrededor de 9 millones de personas, de los cuales 4,5 millones lo hicieron por el NO; 4,3 millones optaron por el SI; y que alrededor del 50% de los votantes se abstuvieron de concurrir a las urnas.
Visto nada más que desde las matemáticas, obviamente ganó el NO. Pero detrás de los números se mueven gigantescas fuerzas sociales, consciencias e intereses, que son el motor de la lucha de clases que desde hace ya años se viene radicalizando en Venezuela.
La oposición escuálida ha festejado, pero un festejo medido y preocupado. Es que los más lúcidos de los sectores aliados a los intereses de las burguesías y el imperialismo, son conscientes que no pueden dejar de lado la paridad de las expresiones enfrentadas en un país donde las clases dominantes ejercieron durante décadas un cómodo liderazgo, hoy claramente cuestionado y en riesgo de ser barrido por las fuerzas populares. No pueden festejar el hecho de que casi el 50% de los que votaron lo hicieron por el Socialismo (más allá de toda consideración que pueda hacerse sobre el socialismo bolivariano). Un dato sintomático es que la burguesía y la pequeña burguesía, dirigidos (tengan o no consciencia de ello) por la Emabajada Yanqui, tuvieron que salir a defender militantemente la Constitución del ’99, reformada por la Revolución; la misma que ese bloque repudió y por la que pergeñaron el fallido Golpe de Estado del 2002, derrotado por el pueblo bolivariano. Esto, sin dudas, constituye un logro del campo popular en su lucha por su liberación, y establece un piso para el proceso venezolano. Los enemigos de la Revolución tuvieron que luchar –no les quedó otra- por uno de los instrumentos de ésta. Es por eso que el triunfo del NO, como bien lo expresó el chavismo, se parece mucho más a un trunfo a lo Pirro que al inicio de una vuelta hacia el pasado.
Sin embargo, para que esto sea efectivamente así, es fundamental que el gobierno y las fuerzas de la revolución hagan una lectura correcta de los resultados y actúen en consecuencia.
Un dato que no puede dejarse de lado es que el gobierno cosechó más de tres millones de votos menos que en la última votación, mientras que la oposición sólo sumó alrededor de trescientos mil. ¿Qué se puede concluir de ello?
En primer lugar, que las anteriores votaciones han quedado absolutamente legitimadas. Las fuerzas contrarrevolucionarias han perdido definitivamente el argumento de que el presidente Chávez, que ganó las anteriores diez compulsas, es un dictador. El Comandante, al reconocer su derrota sin vueltas, ha dado muestras de su democratismo.
Otra conclusión significativa es que el verdadero protagonista de la Revolución es el pueblo, las masas asalariadas y populares por décadas marginadas y explotadas, que eligieron como representante de su vanguardia a Chávez, pero que de ninguna manera le han firmado a éste un cheque en blanco ni mucho menos. Han explicitado, en definitiva, que han apoyado las anteriores reformas del presidente porque las han sentido como propias, y que allí donde surja alguna duda, retacearán ese apoyo. Chávez debería tomar debidamente nota de ello. Un dato preocupante de las declaraciones del líder bolivariano no es que haya dicho que insistirá con la Reforma constitucional, sino que haya dicho que “no corregirá de ella ni una sola coma”. No es posible que de un revés no se aprenda, no se indague acerca de los errores cometidos, y no trate de corregírselos. Tal vez uno de los puntos más urticantes haya sido la de la reelección indefinida del presidente, que se constituyó en la plataforma fundamental de la oposición, y que de ninguna manera podía equipararse a las importantes reformas que por supuesto no instauraban el socialismo en Venezuela, pero que podían ser un tremendo impulso inicial hacia un horizonte socialista. Aún ello podría ser un dato menor, comparado al error germinal cometido por el oficialismo bolivariano: y es que la Reforma haya querido aprobarse por un Referendum donde se presentó como un paquete cerrado, elaborado entre cuatro paredes, donde sólo podía aprobarse o rechazarse el todo. Una reforma constitucional exige un proceso cristalinamente democrático no sólo en su aprobación, sino necesariamente en su elaboración, y eso sólo puede lograrse através de una Asamblea Constituyente, un proceso en el cual durante meses el pueblo debata y proponga las reformas. Nada puede superar la legitimidad de un proceso semejante. Incluso para taparle la boca a la oposición escuálida: ¿qué argumento tendrían si la mayoría del pueblo propiciara y aprobara, incluso, la reelección indefinida de Chávez?.
Es la forma la que debe revisarse, entonces.
Sobre todo si, como todos suponemos y como debe ser, es el pueblo el verdadero protagonista del proceso revolucionario que hoy se vive en Venezuela.
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