Por Nuria Barbosa León
Periodista de Radio Progreso y Radio Habana Cuba
Soy de las que coincide con el estribillo de una canción popular: “En La Habana hay una pila de locos”. Locos como Eusebio Leal, historiador de la ciudad, que un día se propuso crear un equipo para la restauración del casco histórico, y hoy, es un Patrimonio de la Humanidad declarado, por la UNESCO, desde diciembre de 1982
La Habana Vieja es una ciudad ecléctica, mezcla del aborigen, del negro, del español, del criollo, hasta del chino y del árabe. Su área local es semejante a una gran lente biconvexa de unos 5 km² de superficie donde predomina la arquitectura colonial con calles que desembocan al mar.
Resaltar sus tres plazas bien conservadas: La Catedral, De Armas y La Vieja. Siglos anteriores fueron centros comerciales en las que pululaban el pregón y los olores a comida y perfume. Lugar donde se conseguía desde un esclavo hasta una prenda exótica y por las que paseaban todos los habitantes antes y después de misa.
Imaginar las fortalezas, construidas de piedra y canto para la defensa militar de la ciudad, y que, un día se convirtieron en inoperantes por sus grandes dimensiones, blanco de cualquier ataque.
Inmóvil está el Morro y la Cabaña, bañados por el mar de la Bahía, hoy lugar idóneo para el placer de leer un libro y escuchar el cañonazo de las nueve disparado por una escuadra de jóvenes vestidos con uniforme militar del siglo XVIII. Los castillos de San Salvador de La Punta y el de la Real Fuerza, fueron los primeros cuarteles de la ciudad. En la cúpula del segundo la estatua de La Giraldilla recibe a todos los hombres de buena voluntad que visiten La Habana.
Conventos como el de San Francisco de Asís, Las Teresas, Santa Clara y otros son centros culturales donde se ofrecen conciertos clásicos y actividades científicas vinculadas con el desarrollo de la ciudad. Iglesias como la del Espíritu Santo, la del Cristo, la Santísima Trinidad, son joyas arquitectónicas que no han dejado de cumplir su labor social.
Llamativas son las calles, estrechas y hechas a la medida de un quitrín; los portales con arcos de medio puntos para resguardarse del sol sin perder la luz del trópico; los vitrales de colores formado un arco iris proporcionando claridad y armonía, y, las grandes mansiones con los entrepisos para las habitaciones de los esclavos y las lujosas alcobas para los condes, duques y marqueses.
Hoy La Habana Vieja cuenta con más de 60 museos, impregnados de una vida cultural masiva, sana y educativa. Todos pueden visitar y compartir las actividades de la Casa Simón Bolívar; Benito Juárez; Guayasamín; la de África; la Árabe, la Galería Carmen Montilla, los museos de Arte Colonial, de la Cerveza, el Automóvil, el Perfume, el Tabaco, el chocolate, el Ron, etc.
El municipio Habana Vieja es uno de los más poblados de la capital y junto a la valiosa historia develada al caminar, son notables las escuelas hechas en recintos que otrora perteneció a alguien, los centros de salud como el Hogar Materno Leonor Pérez, el policlínico Tomás Romay, la escuela especial para niños con retraso mental severo, la Escuela Taller Gaspar Melchor de Jovellanos, la Universidad San Jerónimo, la academia de bordadoras y tejedoras, son ejemplos vivos para que lo autóctono no muera.
Lo real maravilloso de lo más viejo de la capital, se traduce en un gran esfuerzo de titanes. En muchas ocasiones el bloqueo a Cuba inhabilita proyectos, obstaculiza el financiamiento de organizaciones y Ayuntamientos, cierra posibilidades de negociación, atrasa las obras, y retardan el ritmo de las restauraciones.
Si, “En La Habana hay una pila de locos”. Locos que se refrescan en el Malecón, que caminan Ramparriba y Rampabajo, que se trasladan en camellos, que viven en solares, que comen pizzas a cualquier hora del día, que bailan con la rumba de cajón, que asisten a la Feria del Libro pero que, a su vez, construyen su entorno con otra mirada.
“¡Manos pa´rriba! A los locos por mi Habana!
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