jueves, 27 de diciembre de 2007
De las guerras por el petróleo a las guerras por el agua
Amy Goodman
El Premio Nobel de la Paz fue otorgado el fin de semana pasado en Oslo, Noruega. Al Gore compartió el premio con el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC, por sus siglas en inglés), que representa a más de 2.500 científicos de 130 países. La solemne ceremonia tuvo lugar mientras Estados Unidos bloqueaba todo progreso significativo en la Conferencia Mundial sobre el Cambio Climático de la ONU en Bali, Indonesia, y al tiempo que, en el Senado de EE.UU., los republicanos echaban por tierra el proyecto de ley aprobado por la Cámara de Representantes, que habría acelerado la adopción de fuentes de energía renovable en detrimento de las grandes corporaciones del petróleo y del carbón.
Gore clarificó el escenario: “Así que, hoy, hemos vertido otros 70 millones de toneladas de contaminación causante del calentamiento global a la fina capa de la atmósfera que rodea nuestro planeta, como si fuera una alcantarilla de aguas negras abierta. Y mañana vertiremos una cantidad algo mayor, con las concentraciones acumuladas absorbiendo más y más el calor del sol.”
“Como resultado de esto, la Tierra tiene fiebre. Y la fiebre está aumentando. Los expertos nos han avisado que no se trata de una afección pasajera que se curará por sí misma. Pedimos una segunda opinión. Y una tercera. Y una cuarta. Y la conclusión a la que se llega constantemente, cada vez pronunciada con mayor alarma, es que hay un problema con algo básico. Nosotros somos lo que está mal, y nosotros debemos corregirlo”.
Gore prosiguió: “El 21 de septiembre pasado, cuando el hemisferio norte se apartaba del sol, los científicos informaron con una alarma sin precedentes que el capa de hielo del polo norte está ‘desapareciendo’. Un estudio estimó que podría desaparecer completamente durante el verano en menos de 22 años. Otro nuevo estudio, que será presentado durante esta semana por investigadores de la Armada de EE.UU., advierte que esto podría ocurrir en tan sólo siete años. Siete años desde el día de hoy”.
¿Cómo explicarán esto los escépticos del cambio climático? (Actualmente, las grandes corporaciones están celebrando la ruptura del casquete de hielo polar, ya que se abre una ruta marítima por el norte, entre el Atlántico y el Pacífico, generando así una ruta más barata para realizar aún más transportes innecesarios). Es difícil imaginar que el polo norte, el legendario territorio congelado de hielo y nieve, habrá desaparecido completamente en unos pocos años. También se perderá el inmenso archivo de datos arqueológicos atrapados en el hielo: miles de años de la historia climática de la Tierra han quedado registrados en las capas de hielo que se hallan a kilómetros de profundidad. Los científicos están empezando a comprender recién ahora cómo leer e interpretar la historia. El gran derretimiento del hielo con seguridad tendrá efectos catastróficos sobre el ecosistema del norte, que tiene especies como el oso polar que ya están al borde de la extinción.
Rajendra Pachauri, científico indio, aceptó el galardón en nombre del IPCC. Pachauri es un cuidadoso científico dotado de la habilidad política suficiente para presidir el trabajo del IPCC a pesar del permanente antagonismo de Estados Unidos. Señaló el desproporcionado efecto que tiene el cambio climático sobre el pueblo pobre del mundo:
“El impacto del cambio climático sobre algunas de las comunidades más pobres y vulnerables del mundo podría ser extremadamente intranquilizador... en términos de: acceso al agua potable, acceso a suficiente alimento, condiciones estables de salud, recursos del ecosistema y seguridad de los asentamientos”.
Pachauri predice guerras por el agua y migraciones en masa. “La migración, habitualmente temporal y con frecuencia desde las zonas rurales hacia las urbanas, es una respuesta normal a calamidades tales como inundaciones y hambrunas”.
Gore invocó la memoria de Mohandas Gandhi, planteando que él “hizo despertar a la mayor democracia del planeta y forjó una voluntad compartida con lo que llamaba ‘Satyagraha’ —o ‘la fuerza de la verdad’. En cada país, la verdad —una vez conocida— tiene el poder de hacernos libres”. Satyagraha, como la practicó Gandhi, es la aplicación disciplinada de la resistencia no violenta, que es exactamente lo que Ted Glick está haciendo en Washington, D.C.
Glick dirige el Consejo de Emergencia Climática. El día después de la ceremonia del Premio Nobel, cuando cumplía su 99º día de ayuno ingiriendo únicamente líquidos, realizó una sentada, con otras 20 personas, en la oficina del líder de la minoría del Senado, Mitch McConnell.
Los republicanos del Senado están bloqueando en este momento un proyecto de ley federal sobre energía que crearía fondos para el desarrollo de fuentes energéticas renovables en Estados Unidos, a la vez que retiraría miles de millones de dólares de exenciones impositivas para las grandes petroleras y empresas del carbón.
Glick me dijo: “Tenemos que estar dispuestos a ir a la cárcel. El propio Al Gore, hace un par de meses, habló acerca de que los jóvenes tendrían que hacer tomas de las plantas de carbón para evitar que sean construidas. Eso es cierto. Los jóvenes deberían hacerlo. La gente de mediana edad debería hacerlo. Las personas mayores deberían hacerlo. Y Al Gore debería hacerlo. Tomémonos en serio esta crisis”.
Mientras que Glick realizaba su sentada, empezaron a circular informaciones en la prensa sobre las presiones políticas contra el proyecto de ley de energía por parte del consultorio jurídico del candidato republicano a la presidencia Rudolph Giuliani. Según los informativos de Bloomberg, Bracewell & Giuliani LLP fue contratada por el gigante de la energía Southern Co. para echar por tierra el proyecto de ley. En un almuerzo de recaudación de fondos de 1.000 dólares el cubierto celebrado el pasado Agosto, cuando se dirigía a miembros de la industria del carbón, Giuliani dijo: “Tenemos que aumentar nuestra dependencia del carbón”.
Mientras las arcas de Giuliani engordan con el dinero de las grandes petroleras y empresas de gas y carbón, Glick ha perdido más de 18 kilos de peso, y la temperatura de la Tierra sigue aumentando.
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