A Raúl Pellegrin, paradigma revolucionario.
Caracterizar a un revolucionario de la estatura moral de Raúl Pellegrin, nuestro comandante José Miguel, es caracterizar una etapa aguda de la lucha de clases en Latinoamérica y en Chile. Su proyección y vigencia está inscrita en las condiciones históricas que persisten en la sociedad chilena, el continente, y el mundo en su conjunto. Y esta persistencia es independiente de las formas cambiantes en la esfera de la hegemonía a escala mundial y que no alcanzan a cambiar el carácter fundamental de la formación social y económica que nos tocó y nos toca aún seguir viviendo, su carácter capitalista, la lucha contra el imperialismo es una lucha integral, y solo puede llevarse adelante desplegando la más férrea conciencia y voluntad de victorias, uniendo en forma creadora ética, filosofía, conocimiento científico, experiencias de lucha y arte político.
Raúl refleja en forma condensada el proceso de interiorización, mediante el cual el ser humano se individualiza a la vez que se socializa. Por esto hay que hablar del conjunto de jóvenes revolucionarios que lo acompañaron en las luchas contra la opresión en Nicaragua, y contra la dictadura en nuestro país. Por esto hay que hablar de los combatientes del frente, de los militantes del partido comunista, de los milicianos, de los miles de anónimos “colaboradores” (feo nombre para hombres, mujeres, jóvenes y niños heroicos) que recordamos hoy en su justa medida. No podemos dejar de hablar de los trabajadores y del pueblo entero en pie contra la dictadura militar, sin ellos no tendría sentido alguno la labor realizada. Tampoco podemos olvidar ni por un instante, la cuna en que nació, la madre que lo amamanto.
Debemos declarar que hay hombres que por resumir su tiempo y espacio, por su heroísmo, por sus convicciones y principios, trascienden la historia que escribieron con su conducta ejemplar, y algún día, cuando nuestros deseos se transformen en realidad y el sistema de explotación que hoy gobierna al mundo sea historia, entonces, ese día, se descorrerá el velo y los historiadores de entonces reconocerán en estos hombres y mujeres los hitos de una prehistoria llena de espartacos indomables, heroísmo colectivo, búsqueda permanente de caminos concretos y ciertos.
Muchas fueron los obstáculos que Rodrigo y el Frente Patriótico tuvieron que sortear, la tarea de construir una organización política a partir de las tareas inmediatas de conformarse como aparato técnico-militar, se impuso por encima del objetivo socialista, constriñendo los alcances políticos de nuestra organización. Estos límites se encontraban ya en el propio seno del partido y el cortoplacismo de un grupo importante de compañeros, formaba parte de una ideología que mediatizaba y ocultaba, mediatiza y oculta el verdadero sentido emancipador de la lucha popular. Las debilidades ideológicas dejaron la tarea inconclusa. Tarea que hasta el día de hoy no hemos podido llevar adelante, pues justamente lo ideológico ha sido la gran debilidad, la falta de profundidad en el marxismo revolucionario, los dogmas impuestos por años de militancia fueron más fuertes que la propia visión de Rodrigo y del grupo más avanzado de oficiales y combatientes, y de un grupo no menor dentro de las filas del propio partido.
Intentar recordar a Raúl como excepción, es versar sobre rumbos estrechos, idealistas desde la concepción revolucionaria del mundo y la sociedad, rumbos contrarios al verdadero carácter revolucionario y socialista de su propia personalidad. Raúl, ni ninguno de los compañeros que dieron todo por acabar con el tirano, no fueron una excepción, es crítica encarnada a las condiciones impuestas por la dictadura y sus representados, arrellanados en sus fastuosas prebendas sobre el trabajo ajeno arrebatado en una contrarevolución con premeditación y alevosía.
No fueron pocos los que brindando su propia existencia y lo más preciado de sus vidas, su juventud, pero este derroche de generosidad habrá de hacerse realidad en las nuevas generaciones de revolucionarios que, inexorablemente se irán sumando al proceso complejo de la emancipación social. Hablar del legado histórico de su obra es mirar la compleja construcción de un nuevo hombre, un nuevo ser humano dotado de una elevada moral, de amplia cultura, de prueba manifiesta de que el ser humano no es simple esclavo de sus circunstancias, y que la vida de los revolucionarios es verbo y no mero sustantivos, menos aún vanos adjetivos.
La realidad es compleja, no se trata solo de explicarla, de hacer un discurso y punto, se requiere además construir una voluntad colectiva dispuesta a transformarla, esta simple verdad implica transitar por procesos que desplieguen la creatividad de los trabajadores y del conjunto de la población. Pero hay dos puntas que debemos unir como un poema que se escribe en conjunto, una de las puntas es la teoría, la abstracción que busca lo esencial en la complicada trama de contradicciones, la otra punta es la actividad cotidiana y la búsqueda de nuevos caminos y formas de organización. Una punta se hace cargo de la actividad consciente en cada uno y en todos los que se comprometan con las necesarias transformaciones que la época nos impone, buscando en lo más elevado y honesto de la actividad pensante de los seres humanos, la otra punta se hace cargo de despertar la iniciativa de los muchos. Ninguna de estas dos puntas deben estar ausente, luego la dignidad se transforma en movimiento creador, y el camino de la emancipación surge del magma incandescente de las injusticias para construir la cantera donde se acrisola el futuro, construyendo el puente necesario entre el mundo de la necesidad hacia el mundo de la libertad, ese lugar donde el ser humano deja sus cadenas y trabajará solo para disfrutar de los frutos de sus manos y de su inteligencia.
Raúl conocía, era plenamente consciente del deber de todo revolucionario: hacer la revolución. Revolucionando el pensamiento de sus mayores, revolucionando la vida misma de sus congéneres, arrebatándole a la tiranía su apariencia invencible y fatua realidad. Raúl y su tiempo demostraron que el “asno con garras” era mera existencia y que la dignidad de nuestro pueblo era y seguirá siendo la verdadera realidad que debe terminar por imponerse y materializarse en Poder Popular, duela a quien le duela.
Raúl fue amamantado en el seno familiar las convicciones revolucionarias. Raúl tuvo su bautismo de guerrero en Nicaragua, ya en el país supo sintetizar lo mejor de una vida plena. Raúl fue un hombre libre, jugó soberanamente sus mejores opciones. Recordarlo es continuar su obra plena de reflexiones y acción permanente.
Raúl no improvisaba, actuaba de acuerdo a planes, esa era la esencia comunista que la forma rodriguista revela y realza. Pues ni Rodrigo ni Tamara se derivan de un género abstracto, no son personalidades ahistóricas, inmutables, son prototipos imitables y superables, aunque la vara que dejaron sea demasiado alta, y su destino es transformarse en síntesis, en convicción y conducta revolucionaria de todo un pueblo, de nuestros jóvenes de hoy y de mañana.
Rodrigo y Tamara ya ganaron su primera batalla, hoy sabemos el nombre del asesino que enlutó el Tinguirica con sangre noble, Carlos Bezmalinovic, Me pregunto si fue capaz de mirarlos a los ojos, si tiene el valor de olvidar el brillo de sus ojos, si tiene el valor de contar con orgullo su labor maldita, como nosotros con orgullo y dignidad podemos relatar a nuestros hijos y nietos la historia de nuestros héroes.
En una revolución si es verdadera se vence o se muere, ya hemos puesto los muertos, demasiados, ahora falta poner la vida y vencer, terminar la tarea inconclusa.
Querido compañero Rodrigo, te prometemos jamás levantar un frío monumento en tu nombre, es nuestro deseo que sigas siendo movimiento real, que sigas estando vivo en la voluntad de victoria que no puede ser canjeada por derrotismos, por abandonos de nuestros principios revolucionarios. Prometemos mantenerte vivo en la vida real, no en íconos superfluos. Prometemos alejar de ti a los aduladores y los que pretendan rodearte de apologías insultantes, denunciaremos a quienes pretendan santificarte, pues solo pretenden frenar tu marcha incorruptible hacia el objetivo final: el socialismo, la emancipación definitiva de nuestra heredad.
Tu paso por la Cuba Socialista estampo en tus hombros sus mejores estrellas, te vistió de verde olivo para avanzar siempre adelante, te puso la insignia martiano-guevarista y fortaleció el decoro que amamantes ya en la cuna.
Y si hay que hablar de errores, estos estarán plasmados en las más honestas autocríticas. El largo camino que nos espera nos dará los tiempos necesarios para las debidas rectificaciones.
¡Comandante “José Miguel”, la victoria es cierta, la lucha continúa!.
Amador Ibañez.
Escuela de Marxismo.
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