sábado, 3 de noviembre de 2007

La Revolución sigue siendo la cuestión principal



Hace 90 años el triunfo de la Gran Revolución Socialista de Octubre en Rusia conmovía los cimientos del capitalismo. Por primera vez, a excepción del breve ensayo de la Comuna de París en 1.871, la clase obrera tomaba el poder político y creaba un nuevo orden social. Bajo la dirección de Lenin y los bolcheviques, la Revolución de Octubre hizo discurrir por una misma senda revolucionaria la lucha de la clase obrera por el socialismo, el movimiento del pueblo ruso por la paz, la lucha del campesinado por la tierra y la lucha de liberación nacional de los pueblos sojuzgados de Rusia; orientando todas esas fuerzas hacia el derrocamiento del capitalismo.
Por vez primera en la historia se instauró la dictadura del proletariado y se creo un nuevo tipo de estado, el Estado Socialista. Los sóviets fueron la forma de esa dictadura del proletariado que transfirió el poder a los obreros, soldados y campesinos, dando comienzo a una democracia hasta entonces desconocida y radicalmente distinta de la burguesa; una democracia para la mayoría del pueblo, hasta entonces explotada, que comenzó a participar conscientemente en la administración del estado dando forma a la democracia socialista.
El triunfo revolucionario suprimió la propiedad privada sobre los medios fundamentales de producción, quebró la base económica que sustentaba el régimen capitalista y barrió los restos del feudalismo. La tierra, las fábricas, los ferrocarriles, etc. se convirtieron en patrimonio del pueblo. A su vez, la Revolución rompió las cadenas de la opresión nacional reconociendo el derecho de las naciones a la libre autodeterminación y consolidando la amistad fraternal entre los pueblos basada en el internacionalismo proletario. El nuevo Estado Soviético retiró a Rusia de la guerra imperialista -salvando al país de la catástrofe- y proclamó la consigna de la paz y de la igualdad entre los pueblos y naciones del mundo.
La Unión Soviética fue el factor decisivo en la lucha de la humanidad contra el nazi – fascismo en 1.944 - 45. En la II Guerra Mundial 20 millones de ciudadanos soviéticos entregaron heroicamente su vida para garantizar la victoria de la libertad y de la amistad internacional. Previamente, y ante el vergonzoso “pacto de no intervención” de las democracias capitalistas occidentales, la URSS y la Internacional Comunista apoyaron prácticamente en solitario la lucha de la II República Española contra el golpismo franquista y la intervención nazi – fascista. El camarada José Díaz, Secretario General de los comunistas españoles por aquel entonces, afirmó dirigiéndose a los ciudadanos soviéticos: “nuestro pueblo jamás olvidará vuestra ayuda y en lo más hondo de su corazón conservará siempre con gran satisfacción el nombre de la Unión Soviética, el País del Socialismo”.
La existencia de la URSS, al romper el frente del imperialismo mundial, abrió la primera gran brecha de liberación de los pueblos del mundo. La Revolución de Octubre contribuyó decisivamente al proceso de descolonización y su protagonismo en la escena internacional fue un factor decisivo para que más de cien países alcanzasen la independencia.
La Unión Soviética y el resto de países socialistas hicieron avanzar la ciencia y la tecnología, promovieron el acceso a la educación y a la cultura de aquellos a los que hasta entonces se les había negado y garantizaron durante décadas niveles de prosperidad, bienestar social y desarrollo humano jamás soñados por las masas populares de esos países bajo el capitalismo. Al mismo tiempo, el campo socialista permitió que avanzasen las reivindicaciones del movimiento obrero y que se alcanzasen conquistas sociales y democráticas en el interior de los países capitalistas desarrollados.
La restauración capitalista en la URSS y en los pases socialistas del este de Europa tuvo causas internas y externas. Los errores y desviaciones políticas llevaron a la dirección soviética a minusvalorar la capacidad de recomposición capitalista en el escenario de posguerra. En el plano económico se adoptaron posturas oportunistas que lejos de afrontar los problemas detectados socavaron el poder socialista y debilitaron en control y la participación obrera en la planificación de la producción. En el plano político, la aplicación de la teoría del “Estado de todo el pueblo” y del “Partido de todo el pueblo” debilitaron el papel del proletariado en todos los órdenes y ocultaron la existencia de una lucha de clases que culminó con el triunfo contrarrevolucionario tras la absoluta degeneración alcanzada con la Perestroika.
Los factores externos fueron igualmente determinantes y confirmaron que el enfrentamiento entre el campo imperialista y el campo socialista era la genuina expresión de la lucha de clases a escala internacional. La agresión emprendida por dieciséis potencias extranjeras tras el triunfo revolucionario; la agresión nazi – fascista y la deslealtad de los pases “aliados”, que confiaban en que la maquinaria de guerra alemana terminase con el socialismo en Rusia; la constante amenaza militar, con la creación de la OTAN en 1.955 como máxima expresión; la permanente guerra psicológica contra los pueblos de los pases socialistas planificada por las centrales de inteligencia occidentales, principalmente la CIA, o la forzada carrera armamentista, son factores que no pueden ser obviados a la hora de analizar las causas de la restauración capitalista, tal y como pretenden las potencias imperialistas en su constante campaña anticomunista.
En el plano político, la oposición impulsada por las tendencias trotskistas, bajo una pretendida imagen de izquierdas, se sumó a las posiciones antisoviéticas que, posteriormente, serían también compartidas –desde otro enfoque- por los partidos de la fracción eurocomunista. Estas tendencias contribuyeron a debilitar la imagen internacional de la URSS y el apoyo de la clase obrera internacional a la construcción del socialismo, reproduciendo –en muchos casos- las calumnias vertidas por el imperialismo y prestando asistencia a las corrientes más oportunistas y derechistas del PCUS.
El IV Congreso del PCPE inició el análisis de las causas del triunfo contrarrevolucionario en la URSS y de las desviaciones y errores cometidos, será necesario continuar profundizando en su estudio. Destacamos, en todo caso, que durante décadas la URSS demostró la superioridad del sistema socialista sobre el capitalismo y confirmó la posibilidad de la construcción del socialismo en un grupo de países o, incluso, en un solo país, como consecuencia directa de la ley del desarrollo económico y político desigual en la fase imperialista del capitalismo, tal y como se afirma en las tesis de nuestro VIII Congreso.
Nuestro Partido Comunista se declara heredero de quienes aquel 25 de octubre (7 de noviembre2) de 1.917 tomaron el poder para la clase obrera, en ese sentido asume la tradición histórica del Partido Bolchevique y hace suya la teoría marxista - leninista de la revolución. Por su propia historia, el PCPE se reclama continuador de los hombres y mujeres de los pueblos de España que, animados por el impulso de la Gran Revolución Socialista de Octubre y de la Internacional Comunista, se organizaron en el primer partido marxista - leninista de nuestro país en 1.920 - 21; de quienes asaltaron el poder para la clase obrera en Asturias en octubre de 1.934; de quienes defendieron la II República y enfrentaron el fascismo con las armas en la mano en la Guerra Nacional Revolucionaria entre 1.936 y 1.939, en la lucha guerrillera o en la clandestinidad y la lucha de masas; y de aquellos y aquellas que, tras la traición de la dirección eurocomunista y de sus continuadores, prosiguieron hasta nuestros días la lucha de clases fieles a los principios del marxismo – leninismo y del internacionalismo proletario que la Gran Revolución de Octubre representa.
Como comunistas hacemos nuestro el legado revolucionario y la experiencia en la construcción del socialismo en la URSS y en los países del antiguo campo socialista, de la que aprendemos críticamente partiendo del análisis marxista – leninista de los errores y desviaciones que condujeron a la restauración capitalista. Como dijo el propio Lenin: “…nosotros hemos empezado la obra. Poco importa saber cuándo, en qué plazo y los proletarios de que nación culminarán esta obra. Lo esencial es que se ha roto el hielo, que se ha abierto camino, que se ha indicado la dirección a seguir”.
Nuestro Partido trabaja por el triunfo de la revolución socialista en España, rompiendo con la democracia burguesa. Luchamos por la toma del poder político por los obreros y las obreras de nuestro país como tarea estratégica y afirmamos que, para lograr tales propósitos, la clase obrera necesita un Partido Comunista que, organizado conforme a los principios del centralismo democrático, sea capaz de conquistar ideológicamente y organizar la vanguardia, capaz de atraer para el campo revolucionario a las masas trabajadoras y a las clases y capas populares, y capaz de marchar con el máximo de unidad popular hacia un periodo constituyente que proclame la III República Española sobre bases antiimperialistas, democráticas y populares, reconociendo el derecho de autodeterminación de las naciones y organizando el Estado en base al principio de unión libre de pueblos libres y soberanos –carácter confederal- . La clase obrera debe jugar un rol dirigente en ese proceso de avance popular, siendo capaz de hacer avanzar el proceso revolucionario de forma ininterrumpida hacia la construcción del socialismo en España.
Por tanto, al celebrar el 90 Aniversario de la Gran Revolución de Octubre, afirmamos que la revolución sigue siendo la cuestión principal para los y las comunistas, deslindando el campo con quienes pretenden conmemorar el triunfo bolchevique como mera efeméride, como hecho pasado desligado de los retos actuales de la lucha de clases, de quienes se reconocen de palabra en las enseñanzas y principios de Octubre y los traicionan de hecho. Frente a tales posiciones, el PCPE levanta con orgullo las banderas del marxismo – leninismo y del internacionalismo proletario y trabaja para ser un partido cada día más bolchevique, tal y como reitera el V y VI Pleno de nuestro Comité Central, capaz de llevar a la clase obrera de los pueblos de España a cumplir su misión histórica enterrando definitivamente el capitalismo.

EL SOCIALISMO ES LA ALTERNATIVA A LA ACTUAL BARBARIE IMPERIALISTA

Hoy, transcurridos más de 16 años desde la desaparición de la Unión Soviética y del resto de países socialistas europeos, la opción entre “socialismo o barbarie” ha dejado de ser un futurible para convertirse en imperativa para la humanidad. El “nuevo orden mundial”, proclamado por George Bush –padre- tras la primera Guerra del Golfo, muestra su verdadero rostro y entierra definitivamente los cantos apologéticos que pronosticaban el “fin de la historia”, el “fin de las ideologías” y el “fin de la lucha de clases”. Para conjurar la tendencia decreciente de la cuota de ganancia el imperialismo recurre una vez tras otra a los métodos tradicionales, pero introduce hoy como elemento estructural del proceso de acumulación niveles de violencia que comprometen seriamente la supervivencia de nuestra especie, imponiendo cotas de barbarie sin parangón en la historia.
La guerra imperialista, realizada en nombre de la tasa de ganancia y de los intereses de gigantescos oligopolios, se ha convertido en norma. La desintegración de Yugoslavia, la agresión a Afganistán o la guerra continuada contra Iraq desde 1.991 -ocupaciones incluidas-, dejan un balance de muertes, violaciones y tortura sistemática que envidiarían los mismísimos nazi - fascistas.
El terrorismo de estado se generaliza, valga como ejemplo el genocidio que se lleva a cabo contra el pueblo palestino. Un terrorismo clasista mediante el que las clases dominantes imponen el terror de masas y que, al igual que las guerras actuales, responde a un deseo instintivo de conservación ante la imposibilidad de compensar por otros medios la tendencia decreciente de la cuota de ganancia y el agotamiento de los espacios productivos en los que tiene lugar la reproducción ampliada del capital.
Junto a la guerra y el terrorismo de estado, las clases dominantes generalizan el espionaje de masas. Toda persona, organización o movimiento social que cuestione el actual orden de cosas se convierte en objetivo inmediato de poderosos servicios de inteligencia nacionales y extranjeros, que actúan con total impunidad tal y como ha demostrado en asunto de los vuelos secretos de la CIA en España y otros países europeos. Un espionaje que no entiende de límites constitucionales ni de legalidad y que sólo rinde cuentas ante su verdadero amo: la oligarquía.

La represión se incrementa en el mundo entero

Desde las grandes campañas contra los destacamentos de vanguardia que hoy dirigen la lucha popular contra el imperialismo y por el socialismo (intentos de magnicidio, golpes de estado, apoyo a grupos contrarrevolucionarios, etc.), hasta la represión a escala local contra quien pega un cartel, hace una pintada o participa de una acción obrera o popular, con las consiguientes multas, interrogatorios, detenciones, cárcel8, etc.; la represión se manifiesta como violencia organizada de las clases dominantes contra las clases desposeídas y explotadas. Buen ejemplo de esa violencia estatal -de clase-, es la campaña anticomunista puesta en marcha en la Unión Europea contra los Partidos Comunistas y Obreros, falseando la historia de lucha de la clase obrera por el socialismo y el legado de la Gran Revolución Socialista de Octubre. Parece que los defensores del “fin de la historia” continúan teniendo bien presente la amenaza del viejo fantasma que recorriera Europa entera en tiempos de Carlos Marx y Federico Engels.
Los instrumentos de alienación de masas juegan hoy un papel determinante y cualitativamente superior. El proceso de concentración de la propiedad de las empresas dedicadas a moldear la “opinión pública” (desde las telecomunicaciones y la publicidad comercial hasta la industria del “entretenimiento”) favorece objetivamente la propagación sin fisuras de los grandes dogmas de eso que han dado en llamar “pensamiento único”. Un proceso que debe ser analizado en una doble vertiente: como necesidad ideológica de las clases dominantes, que tienen que tratar de justificar los desmanes y la violencia que implica la supervivencia del capitalismo y, en su vertiente económica, como ámbito de acumulación y explotación capitalista a nivel mundial, de la mano del proceso de privatización y centralización de la propiedad empresarial en un pequeño grupo de monopolios.
La libertad de expresión y de prensa en el capitalismo es, hoy más que nunca, la libertad absoluta de los monopolios mediáticos para manipular a sus anchas a la población y defender el orden mundial imperialista del que forman parte. A la vez se excluye de forma absoluta el acceso a esos mismos medios de las masas populares, condenadas a jugar el papel de mero receptor – consumidor.
El capitalismo, en su actual fase imperialista, sitúa a la humanidad entera ante el riesgo del infarto ecológico11. Las grandes potencias se han lanzado a una nueva carrera por el reparto del mundo, de los recursos estratégicos (petróleo, agua, etc.) y materias primas, ante el agotamiento del modelo energético actual y el carácter objetivamente insostenible del modelo de producción capitalista y de los índices de consumo alcanzados por los países pretendidamente desarrollados, lo que a su vez agrava las contradicciones entre los propios países imperialistas.
La contradicción entre las potencias imperialistas y los países dependientes también tiende a agudizarse. El imperialismo necesita hoy reducir la independencia y soberanía de los países empobrecidos a una mera proclama formal. Las prácticas coloniales y neocoloniales son cada vez más agresivas y se ha impuesto por la vía de los hechos el reconocimiento internacional de las guerras de ocupación. Contra las poblaciones de los países oprimidos se practica hoy un genocidio de magnitudes colosales.
Nunca los ricos fueron tan ricos y los pobres fueron tan pobres, lo que provoca flujos migratorios masivos que las potencias imperialistas tratan de regular recurriendo a niveles brutales de violencia: muros y vallas levantadas en la frontera mexicana o en Ceuta y Melilla; persecuciones, torturas y violaciones sistemáticas; hundimiento de pateras y cayucos, centros de internamiento que en la práctica se convierten en verdaderos campos de concentración y, en última instancia, miseria, racismo, xenofobia, trabajos indignos, negación de derechos elementales y sometimiento forzoso a la sobreexplotación capitalista –papel de ejército industrial de reserva-. Esa es la suerte que espera a los trabajadores y trabajadoras inmigrantes tras los muros levantados por las potencias imperialistas, mientras son bombardeados los países de origen y se esquilman sus recursos. En los países capitalistas desarrollados la clase obrera y el resto de capas trabajadoras se ven sometidas a niveles crecientes de explotación y exclusión social, en España un 20 % de la población vive por debajo de los umbrales de pobreza, de los que un 44 % son jóvenes y niños; en Estados Unidos la cifra alcanza ya los cuarenta millones de personas sin que haya dejado de crecer en los últimos años. Las políticas neoliberales han abierto al proceso de acumulación capitalista nuevas áreas o espacios productivos reservados en el mundo de postguerra al monopolio estatal y pilares de lo que se dio en llamar “Estado del Bienestar”.
Sanidad, educación, pensiones, telecomunicaciones, vivienda… son hoy espacios entregados a la acumulación de capital, lo que trae consigo un retroceso generalizado de los derechos sociales que empeora notablemente las condiciones de vida del pueblo trabajador.
En estos países, de la mano del neoliberalismo salvaje, se extiende la precariedad y retroceden los derechos laborales conquistados por la clase obrera con enormes dosis de entrega y sacrificio al calor de la lucha de clases. La precariedad reina en la vida de cientos de miles de familias trabajadoras12 que padecen lamentables condiciones laborales -cuando no el desempleo y la exclusión social-, sufren la carestía de la vivienda, ven cómo aumenta el coste de productos de primera necesidad mientras se estancan o retroceden los salarios y son condenados a un preocupante subdesarrollo político y cultural, sometidos al bombardeo mediático – ideológico del consumismo y el pensamiento único.
Hoy el capitalismo no sólo requiere del obrero su tiempo de trabajo, exige que se entregue al proceso de acumulación capitalista la vida entera. Ante el retraso en la demanda solvente de los trabajadores y trabajadoras14 respecto al crecimiento de la producción y las consiguientes dificultades en la venta de las mercancías, el capitalismo recurre a la forma más parasitaria del capital: el crédito. La mayor parte de las familias trabajadoras padecen hoy insoportables niveles de endeudamiento.
El carácter parasitario del imperialismo se percibe con claridad en la crisis inmobiliaria que hoy enfrentan los Estados Unidos ante la dificultad de las familias trabajadoras, que solicitaron créditos hipotecarios de alto riesgo para pagar sus deudas ante el incremento de los intereses16. Ante el temor a que la crisis se extienda a otros sectores económicos y se transforme en una crisis financiera internacional los bancos centrales de la UE, EEUU, Japón, Canadá, Suiza y Australia inyectaron liquidez a sus sistemas financieros por un total de 323.300 millones de dólares en las primeras semanas de agosto.
Al agravarse la contradicción fundamental del capitalismo, entre el carácter social del proceso de producción y la forma capitalista de apropiación privada de sus resultados, se agravan también el resto de contradicciones. La lucha por la obtención de las máximas ganancias y por el reparto económico del planeta y sus recursos naturales intensifica las contradicciones entre los países capitalistas desarrollados (contradicciones interimperialistas). A su vez, la voracidad imperialista acentúa las contradicciones entre los pueblos de los países dependientes y los países capitalistas desarrollados. En el seno de estos últimos se profundiza la contradicción entre la clase obrera y la clase capitalista, entre el trabajo y el capital.
Para el PCPE la resolución de las contradicciones enumeradas requiere situar el debate político en la necesidad del socialismo para la clase obrera y las capas populares, para la gran mayoría social. Por tanto, la organización de la clase obrera para la lucha por el socialismo, a la que deben sumarse las reivindicaciones democráticas de los sectores populares en confrontación con el capitalismo monopolista, se hace imprescindible. El socialismo es la alternativa a la barbarie imperialista y una necesidad para el pueblo trabajador.

LA CLASE OBRERA Y LOS PUEBLOS DEL MUNDO DIRÁN LA ÚLTIMA PALABRA

La creciente violencia imperialista (guerras, terrorismo de estado, espionaje, represión…) está indisolublemente ligada al proceso de acumulación de capital y se ha convertido en el principal instrumento del capitalismo monopolista para tratar de evitar que la crisis económica se generalice.
Desde mediados de la década de los noventa asistimos a un proceso de reanimación de las luchas populares y de agudización de las contradicciones de clase inherentes al capitalismo. El recurso indiscriminado a la violencia por parte de las potencias imperialistas –especialmente los EEUU- hace que cada vez más sectores tomen conciencia de la incompatibilidad del sistema con sus propias aspiraciones y del riesgo que supone para toda humanidad la dominación imperialista.
Las guerras se encuentran con una respuesta popular inesperada por la oligarquía. La resistencia afgana e iraquí cuestiona día a día las decisiones de los centros de poder occidentales y quiebra la legitimidad del recurso a la guerra como instrumento de política exterior en el interior de los propios países agresores.
En la escena internacional destaca el cambio de correlación de fuerzas operado en América Latina. Los avances revolucionarios en Venezuela, Bolivia o Ecuador; las aspiraciones antiimperialistas de Nicaragua, Brasil, Uruguay o Argentina; el repunte de la lucha popular en la mayor parte de países y la resistencia de la insurgencia colombiana –con las FARC – EP a la cabezasuponen un claro obstáculo a las aspiraciones estadounidenses en su propio “patio trasero”. Mientras la heroica Revolución Cubana, China, Corea del Norte, Laos y Vietnam resisten las ofensivas imperialistas. En los propios Estados Unidos y en los países de la Unión Europea se desarrollan importantes movilizaciones antiimperialistas (contra la guerra y por la paz, contra la Constitución Europea, movimiento antiglobalización, etc.) y se extienden las luchas obreras17, jugando un papel cada vez más importante el movimiento de trabajadores inmigrantes que clama por sus derechos laborales, sociales y políticos en países de la importancia de Estados Unidos o Francia. El enfrentamiento entre Estados Unidos y Francia por la permanencia de sus monopolios en Iraq y las consecuencias geoestratégicas de la invasión; la creciente tensión EEUU – Rusia ante el despliegue del escudo antimisiles norteamericano (DAM) que ha llevado a los rusos a reanudar el patrullaje aéreo sobre áreas del océano Atlántico, el Pacífico, el Glaciar Ártico y el Mar Negro; la reactivación del Grupo de Shanghai (Rusia, China, Kazajstán, Tayikistán, Kirguiztán y Uzbekistán) con los ejercicios estratégicos sobre los Montes Urales denominados <>; o las crecientes tensiones entre EEUU, Canadá, Dinamarca, Noruega y Rusia por las reservas energéticas y minerales del Ártico, son buena prueba del repunte de las contradicciones interimperialistas.
La estrategia que acompaña al proceso de acumulación se asiente en bases sumamente débiles. A lo que contribuye el extraordinario desarrollo económico de la República Popular China y su creciente influencia política, buscando vías de desarrollo no capitalista, tras los últimos debates bajo dirección del Partido Comunista, en un país marcado por las dificultades propias de su dimensión como nación y por su propia idiosincrasia. El imperialismo central estadounidense consigue mantener su economía parasitaria con el saqueo de los recursos económicos de buena parte del planeta, pero, a la vez, con la dependencia que supone la titularidad china de buena parte de sus bonos del tesoro, lo que unido a los factores anteriormente señalados, convierte a China en uno de los enemigos principales del imperialismo estadounidense, europeo y japonés.
A esa inestabilidad hay que añadir -en el plano ideológico- la creciente desconfianza de amplios sectores sociales en las capas dirigentes de los países capitalistas. Baste recordar al respecto las dudas ante lo realmente sucedido el 11-S en EEUU y la oscuridad que lo acompaña, la reacción popular ante las mentiras del “Trío de las Azores” sobre las armas de destrucción masiva en Iraq que sirvieron de pretexto al genocidio, o la manipulación y el intento de engaño masivo llevado a cabo por el Partido Popular y el Gobierno de Aznar tras el 11 – M en España. En este marco general de la lucha de clases, y ante la diversidad de respuestas a la nueva ola de expansión imperialista, se constata la necesidad de organizar y pertrechar ideológicamente al sujeto revolucionario.
La izquierda mundial y los sectores democráticos van tomando conciencia de la gravedad de la situación. Ante la intensificación de las contradicciones enumeradas y al calor de las luchas populares, se reanuda el debate ideológico sobre la necesidad del socialismo, a lo que ha contribuido de manera extraordinaria el avance de la Revolución Bolivariana en su fase antiimperialista y la voluntad expresada por el compañero Hugo Chávez de avanzar hacia el socialismo.
El debate sobre el “Socialismo del Siglo XXI” exige hoy de los y las comunistas que la lucha ideológica -las cuestiones teóricas- pase a un primer plano y que se retroalimente dialécticamente con la práctica revolucionaria y la resistencia mundial antiimperialista. Como en otros momentos en la historia de la lucha revolucionaria, no faltan quienes basándose en una supuesta “crisis del marxismo” se apresuran a anunciar teorías “nuevas” y en algunos casos contradictorias con la experiencia de lucha por el socialismo acumulada por el movimiento obrero internacional. Posiciones como la de M. Hardt y Toni Negri con su noción de “imperio” y el rol asignado a eso que denominan “multitud”19, la ofensiva de Heinz Dieterich contra Cuba, intentando contraponer su propia teoría del “Socialismo del Siglo XXI” al modelo cubano20, algunas opiniones negando el papel revolucionario de la clase obrera y la vigencia del marxismo – leninismo o los furibundos ataques que algunos sectores dirigen contra el modelo leninista de partido -sin que ninguno de ellos termine de concretar una teoría revolucionaria coherente, superadora y probada en la práctica revolucionaria- en realidad ponen de manifiesto nuevos ejemplos de eclecticismo y de falta de principios que, además, por los contenidos que abordan y la forma de hacerlo, lejos de la pretendida novedad que anuncian, recuerdan demasiado viejos debates que cíclicamente se repiten en el seno del movimiento revolucionario (sujeto revolucionario, modelo de partido, carácter y naturaleza del estado y transición al socialismo…).
En este escenario, Cuba continúa siendo ejemplo para todos los revolucionarios y revolucionarias del mundo. La defensa de su soberanía e independencia, de las conquistas revolucionarias y del socialismo por parte del pueblo cubano, de las organizaciones de masas y de su vanguardia política (el Partido Comunista de Cuba), más aún desde el triunfo contrarrevolucionario en el este de Europa, son para nosotros y nosotras un referente indispensable por defender una política de principios combinada con la flexibilidad táctica necesaria para afrontar las embestidas del más poderoso enemigo que haya conocido la humanidad hasta nuestros días: el imperialismo estadounidense. Fidel llevaba razón al anunciar allá por 1.989, cuando la URSS y los países socialistas del este se tambaleaban peligrosamente, que “desde luego hay dos tipos de comunistas: los que puedan dejarse matar fácilmente, y ¡los que no nos dejamos matar fácilmente!”.
Pero si algo debemos destacar del ejemplo cubano es que representa las líneas de continuidad entre los procesos revolucionarios y las experiencias de construcción socialista en el siglo XX y las grandes luchas y avances antiimperialistas a lo largo de los primeros años del siglo XXI, de hecho, otros serían los derroteros seguidos por algunos de los procesos emergentes sin la asistencia y la experiencia acumulada por la Revolución Cubana. Esta realidad, junto a la innegable continuidad histórica de la lucha de clases y la acumulación de experiencias en la construcción del socialismo, es lo que algunos pretenden negar absurdamente levantando una inexistente muralla china entre los siglos XX y XXI.
El debate entre el marxismo – leninismo y las que se pretenden “nuevas” teorías, abrazadas tanto por abiertos derechistas como por oportunistas y doctrinarios “de izquierda”, como siempre a lo largo de la historia, será definitivamente saldado en la arena de la lucha de clases. La práctica revolucionaria dirá la última palabra.
El combate contra el reformismo y el oportunismo es una exigencia práctica de la lucha de clases, tanto a escala internacional como en la lucha revolucionaria en la España de nuestros días. En cada conflicto, en cada lucha, es preciso deslindar el campo con quienes desde el reformismo difunden entre los trabajadores y trabajadoras el desánimo, la confusión y el pensamiento burgués y/o pequeñoburgués, actuando como verdadero tapón en la lucha de clases al elegir el camino de la conciliación y abandonar toda tentativa de lucha revolucionaria. La clase obrera necesita arrancar conquistas, que cada lucha logre victorias concretas. Es preciso combatir el reformismo en la intervención política diaria como una exigencia para la toma de conciencia y el avance de la clase obrera.
Es preciso desenmascarar el parlamentarismo burgués - cretinismo parlamentario que diría Lenin- en que se ha instalado definitivamente Izquierda Unida. ¿Qué izquierda es esa que con su apoyo sostiene la política antiobrera y antipopular del Gobierno Zapatero? ¿Qué internacionalistas son esos que apoyan, o critican vergonzantemente, el despliegue de tropas imperialistas para sojuzgar a los pueblos oprimidos? ¿Qué revolucionarios son esos que entregan la dignidad de los luchadores y luchadoras antifascistas apoyando una ley que deja impune nuevamente a los criminales franquistas y ni siquiera declara la nulidad de los juicios franquistas? ¿Qué republicanos son esos que homenajean la Constitución Monárquica mientras el pueblo lucha en la calle por la III República?
El fenómeno reformista trasciende nuestras fronteras. Como demuestra el borrador de las Tesis del II Congreso del Partido de la Izquierda Europea, la socialdemocracia reformista y algunos partidos autotitulados comunistas, y defensores en la práctica de las teorías de lo que fue la fracción eurocomunista, han abandonado explícitamente el objetivo socialista para situarse cómodamente en la institucionalidad de la UE imperialista.
El PCPE trabaja por la recomposición, fortalecimiento y cohesión del movimiento comunista internacional, que debe jugar un papel esencial y actuar con voz propia para levantar un Frente Mundial Antiimperialista que aglutine a todos aquellos movimientos democráticos y populares dispuestos e interesados en enfrentar la barbarie imperialista y en avanzar hacia la construcción del socialismo. Luchamos por impulsar la lucha de clase del proletariado, por la unidad comunista en nuestro país (sobre bases marxistas – leninistas) como elemento político clave en la recomposición de la vanguardia; por acumular fuerzas en lo que denominamos Frente de Izquierdas para hacer avanzar un proceso constituyente republicano. Por desarrollarnos como Partido Comunista capaz de encabezar la lucha de la clase obrera por el socialismo, teniendo presente que hoy, dado el inmenso desarrollo de las fuerzas productivas, se dan como nunca antes en la historia las condiciones científico técnicas para resolver los grandes problemas de la humanidad (hambre, enfermedades, analfabetismo, etc.) y sentar las bases de la economía socialista. Pero sólo superando el capitalismo se podrá utilizar ese desarrollo y conocimiento para liberarnos y dar comienzo a la verdadera historia de la humanidad. Por eso la Revolución Socialista es más necesaria que nunca.
A 90 años del triunfo de la Gran Revolución de Octubre, el PCPE defiende el marxismo – leninismo entendiendo, como dijera Engels21, que “el socialismo, desde que se ha convertido en ciencia, exige que se le trate como tal, es decir, exige que se le estudie”. A su vez, descartamos toda posición dogmática y antidialéctica, pues la teoría
revolucionaria sólo se forma de manera definitiva en estrecha conexión con la práctica del movimiento revolucionario y defendiendo la independencia real del pensamiento comunista respecto a las categorías de la superestructura ideológica del capitalismo.
Hoy brillan con luz propia las afirmaciones de Lenin de que sin teoría revolucionaria, no puede haber tampoco movimiento revolucionario y que sólo un partido dirigido por una teoría de vanguardia puede cumplir la misión de combatiente de vanguardia22. Esa teoría es el marxismo – leninismo y al desarrollo de ese partido dedicamos hoy los hombres y mujeres del PCPE nuestros mejores esfuerzos, para que el siglo XXI sea el siglo del socialismo triunfante y del triunfo definitivo de la humanidad contra la barbarie.

¡Viva la Gran Revolución Socialista de Octubre!
¡Viva la unidad fraternal de los Partidos Comunistas y Obreros!
¡Viva el marxismo – leninismo!
¡Proletarios de todos los países, uníos!

Partido Comunista de los Pueblos de España

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